27 de julio de 2018

¿Que Tiene Jesús Que Yo No Tenga?

[A continuación, les comparto el mensaje que prediqué en mi iglesia local el domingo recién pasado. El texto base se encuentra en Marcos 6:30-34, 53-56]

La lectura de los Evangelios en esta ocasión nos sitúa en los comienzos del ministerio de Jesús, en la época en que Él es tiene una tremendamente popular entre la gente. Encontramos al Señor y a los discípulos predicando, sanando y liberando personas en Galilea, pero son tan demandados que ni siquiera tienen tiempo para comer (v. 31). Para este momento, Marcos ya nos ha contado que Jesús había pedido tener siempre lista una barca para predicar aparte de las personas, porque la gente lo apretaba, los enfermos se lanzaban sobre Él y los endemoniados provocaban un caos al reconocerlo (Marcos 3:9-11). Pero aun así, la gente lo sigue a donde Él vaya.

Desde nuestra posición como personas que están llamadas a seguir la misión del Señor (sin importar nuestra edad, nuestra ocupación o nuestros talentos) una pregunta importante para cada uno de nosotros frente a estos textos es ¿Qué tenía Jesús que las personas lo buscaban? ¿Qué había en Él que atraía a otros? Si logramos descubrir estas características, podemos tener una idea aproximada de cómo debemos vivir el día a día de nuestra misión.

Estos pasajes, y el resto del retrato que el Nuevo Testamento hace de Jesús, nos muestran por lo menos tres aspectos de Cristo que atraían a las personas, y de los que nosotros podemos tomar nota:


¿Que tenía Jesús que atraía a la gente?


  1. Poder: La razón más obvia por la cual la gente buscaba al Señor, como es evidente en estos y otros pasajes, era que Él tenía un poder sobrenatural para sanar enfermedades, liberar a las personas de opresiones satánicas, obrar poderosos milagros e incluso traer a la gente de regreso de la muerte. Pero lo que atraía a las personas no era sólo que Jesús tuviera poder, porque después de todo, no todas las personas poderosas son atrayentes: podemos pensar fácilmente en alguien que tenga mucho poder político, económico, en los medios de comunicación o en otro sentido, y al mismo tiempo sea alguien negativo, egocéntrico, egoísta y que trata mal a los demás. Lo atrayente de Jesús no sólo era Su poder, sino Su disposición a poner ese poder al servicio de la gente, y así suplir sus necesidades físicas y materiales, aun cuando sólo se acercaran a Él por interés (sin una motivación más profunda, literalmente, como dice el dicho, "por los panes y los peces").

  2. Amor: Un segundo motivo para que la gente se acercara a Jesús era que Él tenía amor y compasión por ellos. En este relato de Marcos, por ejemplo, es posible ver como Él era capaz de mirar la condición real de las personas y sentir sus necesidades más allá del nivel físico del hambre o la enfermedad ("tuvo compasión de ellas, porque eran como ovejas sin pastor" v. 34). El trato de Jesús para la gran mayoría de las personas que estaban alrededor de Él, especialmente para los más necesitados, estaba lleno de bondad y gracia. A diferencia de otros personajes influyentes de Su época, usualmente había niños alrededor Suyo, y ellos eran bienvenidos en Su presencia (Mateo 18:2-3; 21:15-16; Marcos 10:13-14). Como si esto no fuera poco, a pesar de Su pureza y santidad, Cristo era capaz de estar cerca de toda clase de pecadores y personas marginadas -como eran los recaudadores de impuestos y prostitutas- al punto de llegar a ser conocido como un "amigo de pecadores" (Lucas 7:34). A pesar de la clase de vida que llevaban, la reacción de Jesús usualmente fue perdonarlos en lugar de condenarlos. Incluso, llamó a una de estas personas despreciadas a ser uno de Sus doce discípulos (Leví/Mateo - Lucas 5:27-32)

  3. Verdad: Una tercera característica atrayente de Jesús, junto con Sus obras y Sus actitudes, eran Sus palabras y Su mensaje, pues como podemos observar en este pasaje de Marcos y otros como el Sermón del Monte, Jesús generalmente tenía público cuando predicaba. Si bien algunas personas probablemente se iban después de recibir su milagro (como lo hicieron nueve de los diez ciegos sanados por Jesús en el episodio de Lucas 17:11-19) la mayoría se quedaban a escucharle. Ellos se daban cuenta de que las palabras de Jesús, aun dentro de la simpleza de las parábolas y los ejemplos cotidianos del vino, la higuera y los peces, estaban llenas de autoridad y respondían a las preguntas más profundas y esenciales de la vida. Los Evangelios má de una vez registran la admiración de las personas frente a las enseñanzas del Señor (Mateo 7:28-29; Lucas 4:32; Juan 7:46). Este punto, aunque parece el menos impresionante de todos, es el más importante de estos tres, pues de poco habría valido todo el servicio del Señor y Su compasión si Él no le hubiera predicado a las personas su condición delante de Dios, la necesidad del arrepentimiento y la fe, y el amor del Dios que dio a Su Único Hijo para darles salvación y vida eterna. La compasión y los milagros eran la carta de presentación de la verdad

¿Qué tiene Jesús que nosotros no tengamos (pero deberíamos tener)?


Miremos ahora nuestra propia práctica, como iglesia y como personas, a la luz de las actitudes de Jesús. ¿Estamos ofreciéndole al mundo lo mismo que Él les ofreció? ¿Atraemos como Él atrajo? Si fuera así, podríamos sentirnos alegres de que en alguna medida nos parecemos a nuestro Señor, pero al hacer esta evaluación, parece ser que el resultado no nos deja muy bien parados. Parece ser que estamos ofreciendo poco de lo que Él ofrecía:

  1. Poder: ¿Somos conocidos por ser personas que reflejan o demuestran el poder de Dios, un poder que va más allá de lo natural? ¿Somos conocidos por ser una comunidad donde es posible ver el poder de Dios actuando en la vida de las personas? ¿Podrían decir de nosotros algo parecido a lo que Nicodemo le dijo a Jesús: "Sabemos que ustedes han venido de parte de Dios, porque nadie puede hacer las cosas que ustedes hacen si Dios no está con él" (Juan 3:2)? ¿Brilla nuestra luz lo suficiente como para que las personas glorifiquen a nuestro Padre que está en el cielo (Mateo 5:16)? Sin ir más lejos, el poder, talento y recursos naturales que Dios da a cada persona ¿los estamos poniendo al servicio de otros, dentro y fuera de la iglesia?

  2. Amor: ¿Somos más conocidos por nuestro amor por otros, o por nuestra condenación a otros? Sin ir más lejos, dentro de nuestras propias iglesias cristianas, ¿somos más conocidos por nuestra comunión o por nuestra facilidad para dividirnos? ¿Tenemos compasión, nos ponemos en el lugar de los más necesitados? ¿Cuán conscientes estamos de que "amarás a tu prójimo como a ti mismo" es el segundo mandamiento más importante que existe (Mateo 22:38-39)? ¿Alcanzaríamos a pasar la prueba de Jesús en Mateo 25:35-36 ("tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; estuve desnudo, y me cubrieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a visitarme")? ¿Cuántos de nosotros somos conocidos por ser "amigos de pecadores"?

  3. Verdad: ¿Cuánto conocemos de la Biblia? O, un poco más difícil, ¿Cuánto hemos conocido a Dios a través de su Palabra? ¿Somos capaces de comunicar verdades espirituales de manera que el mundo nos entienda? O, sin ir más lejos, ¿están dispuestos a escucharnos en primer lugar, o su primera intención es huir de nosotros? ¿Seríamos capaces de articular las verdades fundamentales de la fe cristiana? Preguntas como:

    • ¿Quién es Dios? ¿Cómo sabemos que Él existe? ¿Qué significa que Dios sea una Trinidad?
      (Doctrina de Dios)
    • ¿Qué significa que Jesús sea Dios y Hombre al mismo tiempo?
      (Doctrina de Cristo)
    • ¿Qué es el pecado? ¿Por qué necesitamos un Salvador?
      (Doctrina del Hombre)
    • ¿Por qué tuvo que morir Jesús? ¿Se puede ganar la salvación? ¿Qué significa que la salvación es por gracia y por la fe?
      (Doctrina de la Salvación)
    • ¿Por qué practicamos la Santa Cena? ¿El bautismo? ¿La oración? ¿La lectura de la Biblia?
      (Doctrina de la Iglesia)
    • ¿A dónde vamos? ¿Cómo termina la historia humana?
      (Doctrina de las Últimas cosas)

    ¿Podríamos responder estas preguntas, o el autor de Hebreos también nos diría a nosotros: "Aunque después de tanto tiempo ya debieran ser maestros, todavía es necesario que se les vuelva a enseñar lo más elemental de las palabras de Dios" (Hebreos 5:12)?

¿Qué podemos hacer nosotros?


Efectivamente, parece que la evaluación no nos deja bien parados. Por eso, haríamos bien en tomar estas actitudes de Jesús como una regla de vida, como nuestro norte, para guiarnos en nuestra misión personal diaria. Quizás, algunos principios que Dios mismo nos entrega, pueden ayudarnos a parecernos a Jesús, y ser atrayentes para otros:

  1. Poder: Dejando un poco de lado el tema -algo controversial- de los dones espirituales (aunque personalmente no encuentro muchos argumentos bíblicos de peso para no creer en ellos), hay dos formas en que podemos hacer evidente que un Dios sobrenatural está entre nosotros. La primera es que abracemos la oración, pues una y otra vez la Biblia nos promete que Dios escucha nuestras oraciones, las responde y lo hace poderosamente. Santiago, especialmente, nos recuerda que "la oración del justo es muy poderosa y efectiva" (Santiago 5:16). La segunda forma es intentar pasar más y mejor tiempo con Dios, porque una vida transformada radicalmente es un buen testimonio de que Él existe, y tiene el poder sobrenatural de hacer esa clase de cambios. El famoso filósofo y matemático Blaise Pascal dijo alguna vez "La serena belleza de una vida santa es la influencia más poderosa del mundo después del poder de Dios". El mismo Juan Wesley hizo eco también de esta verdad: "Me encenderé a mí mismo en llamas, y la gente vendrá a verme arder". Aunque no seamos discípulos increíblemente poderosos, al menos podemos ser un grupo de personas que manifiestan el poder de Dios en las cosas más sencillas.

  2. Amor: Aprendamos a practicar la compasión. Empecemos a ponernos en lugar de los demás. Comprendamos la imagen que la Biblia nos da de las personas que están fuera de la iglesia: seres con dignidad y valor, creados a la imagen y semejanza de Dios, y amados por Él. Jesús también los identifica como nuestros prójimos, a quienes les debemos amor y el esforzarnos por ir en busca de ellos con el Evangelio para que reciban la vida eterna. Aun cuando no estemos de acuerdo con su forma de pensar y vivir, decidámonos a valorarlos como personas, como lo hizo Jesús. Abracemos la realidad de que -como dice la conocida alabanza- si no fuera únicamente por la gracia y el amor del Señor, nosotros estaríamos entregados a las mismas situaciones destructivas, si no peores. Ya que sólo es porque Él nos miró con misericordia -como lo hizo con Mateo, Zaqueo y tantos otros- que ahora estamos en pie, nosotros debemos aprender a tener la misma mirada.

  3. Verdad: Tomemos la decisión de leer y estudiar intencionalmente la Palabra de Dios. Aprendamos de ella, no simplemente como conocimiento nuevo, sino como verdades que eventualmente tendremos que compartir con otros, y que debemos reproducir con la mayor claridad posible, porque son esenciales para la vida espiritual de cada ser humano que pisa este planeta. En una realidad tan ocupada como la nuestra eso significará necesariamente reservar tiempo que actualmente ocupamos en otra tarea o pasatiempo, para aprender y conocer la verdad que Dios nos ha entregado.

Finalmente, pidámosle a Dios que Él nos ayude, por Su Espíritu, a ser más como Jesús. A actuar y a estar cercanos a la necesidad como lo hacían Sus manos, a amar y tener compasión como lo hacía Su corazón, y a expresar la verdad como lo hacía Su boca. De esta manera, quizás, el mundo se acerque a nosotros, y a través nuestro, lo conozca a Él.





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