El pasaje que hemos leído es desafiante, porque representa uno de los intereses de Dios que nos cuesta más asumir: Su deseo de invertir muchos de los estándares que tenemos por naturaleza como seres humanos.
Movidos por nuestras inclinaciones internas, y reforzados por la sociedad que nos rodea, resulta un afecto natural para nosotros querer estar del lado de los ganadores, de los fuertes y de los sabios. Queremos ser aceptados, exitosos, sentirnos bien, estar cómodos. En nuestro mundo "más es mejor"; como dice la antigua canción, aquí "ser tercero es perder, ser segundo no es igual que llegar en un primer lugar". Hoy en día la fórmula es "tú eres único, eres perfecto tal como eres, no te hace falta cambiar nada" y se nos recalca que debemos ser "vivos", astutos, capaces de encontrar los resquicios para poder conseguir nuestras metas, sin importar a quién tengamos que ponerle el pie encima para hacerlo.
Pero Dios tiene un esquema de valores que es diferente; es, de hecho, directamente contrario a varios de estos instintos y metas que nos parecen tan normales. Y esta lectura en el Sermón del Monte es uno de los mejores ejemplos. Aquí encontramos a Jesús exaltando como virtudes principales de la vida cristiana a cosas que nosotros a primera vista quizás no habríamos considerado, y que a nuestra sociedad le parecerían derechamente un absurdo.
El Dios que invierte los estándares
En lo que se conoce comúnmente como la porción de las Bienaventuranzas, Jesús define 8 actitudes que traen consigo la bendición de Dios (la palabra griega makarios que se utiliza para "bienaventurado" significa igualmente "bendito"). Lo llamativo es, como lo hemos dicho, que estas actitudes contrastan con lo que podría ser natural o esperable. El Señor dice que aquellos que la gente considera infelices, desafortunados o incluso tontos, en realidad son bendecidos, porque Reino de los Cielos se ha acercado, y este Reino trae consigo algunos cambios diametrales en la forma en que el mundo funciona.
Resulta provechoso, por lo tanto, que nosotros -los ciudadanos del Reino de los Cielos- revisemos de vez en cuando este "manual" de las costumbres del Reino, porque nuestro contacto constante con el reino natural puede hacer que las vayamos olvidando y dejando sin uso. Examinando nuestras vidas a la luz de las bienaventuranzas, nos aseguraremos de mantener nuestra vida en esta dimensión de bendición que Dios establece para aquellos que viven, a los ojos de los de afuera, en un "mundo al revés".
¿Quiénes son benditos, de acuerdo a Jesús?
Las siguientes actitudes son exaltadas por el Señor como virtudes dentro del Reino de los Cielos:
- Los pobres en espíritu. Un pobre, en el contexto del AT, es aquella persona que dependía de la caridad de otros y de la ayuda de Dios para subsistir, porque no tenía en sí mismo la capacidad ni los medios para mejorar su situación. Un pobre en espíritu, por lo tanto, es la persona que está consciente de su necesidad espiritual, y que se sabe incapaz de solventarla por sí misma. Esta persona es, en consecuencia, alguien dependiente de Dios. Paradójicamente, esta es la clave del misterio: aquellos que dependen de Dios y esperan en Él son los que están más prontos a recibir bendición. Los pobres en espíritu, aquellos que se reconocen como no teniendo nada, son los propietarios de todo por la gracia de Dios.
- Los que lloran. En el libro de Isaías, se describe al Mesías venidero como alguien que consuela a los quebrantados de corazón de entre el pueblo de Israel, los que lloran por la condición de su país y de sus propias vidas por causa de sus malas decisiones y su pecado (Isaías 61). Cuando vemos a Jesús, por lo tanto, cumpliendo esta profecía (Lucas 4:16-21), nos damos cuenta de que el llanto que recibe Su bendición es el que tiene relación con el dolor y el reconocimiento del pecado propio. Los que lloran serán consolados, porque este llanto es el primer paso para el arrepentimiento, y para llegar posteriormente al perdón que consuela y levanta.
- Los mansos. Mansedumbre es la cualidad de tener la fuerza y las emociones propias bajo control, de modo de no ejercerlas indiscriminadamente. Manso es una persona con una actitud contraria a la violencia, a la rebeldía y a la venganza. "Heredar la tierra" o recibirla como posesión es algo que normalmente asociaríamos con el tipo de persona completamente opuesto, como un conquistador o un guerrero, pero los mansos recibirán como un regalo la Nueva Tierra recreada por Jesús.
- Los que tienen hambre y sed de justicia. El hambre y la sed son los apetitos más agudos que tenemos; cuanto más tiempo pasamos en ellos más se intensifican y nos llevan a desfallecer, a perder las fuerzas. El Señor, empleando esta figura, describe a aquellos cuyos anhelos más profundos son las bendiciones espirituales y el hacer el bien (estamos hablando de "justicia" en el sentido bíblico de "rectitud" más que el de ser equitativo). Estas personas serán saciadas por la justicia que Dios nos imparte por gracia, porque como hemos dicho, nuestras actitudes por naturaleza son distintas a los valores del Padre; sólo Él nos puede regalar esta nueva clase de vida por medio de la acción -el "fruto"- del Espíritu Santo.
- Los misericordiosos. Esta clase de personas son aquellos que se relacionan con otros en una actitud perdonadora y compasiva. Dios nos presenta algunas muestras de este como funciona este principio del Reino, por ejemplo, al hacer que el perdón de nuestras ofensas dependa, en cierta manera, del perdón que nosotros extendemos a otros que nos han ofendido (Mateo 6:12), o al expresar nuestra salvación en términos de cómo hayamos respondido a los que necesitaban misericordia (Mateo 25:37-40). Los que ofrecen misericordia recibirán el mismo favor de vuelta de parte de Dios.
- Los de corazón limpio. Dado que en la Biblia el corazón habla de lo interior, y lo verdadero en el ser humano, podemos concluir que las personas que tienen pureza de corazón son las que realmente son rectas en sus intenciones, y no solamente en su apariencia externa, como los fariseos. La recompensa de esta actitud podría relacionarse en alguna medida con ser bendecidos con tener una mayor claridad en nuestra relación con Dios aquí, pero principalmente está hablando de todas las promesas que anuncian que los hijos de Dios nos encontraremos con nuestro Padre y lo veremos cara a cara (Salmos 17:15, Apocalipsis 22:3-4; 1 Juan 3:2; 1 Corintios 13:12).
- Los que buscan la paz. Estas personas son quienes resuelven conflictos al confesar sus faltas, pedir perdón, hacer restitución, negarse a buscar la venganza, servir humildemente y amar a sus enemigos. Ellos serán reconocidos por todos como hijos del Rey, porque comparten la misma ética y los principios morales que Él tiene.
- Los que son perseguidos por causa de la justicia. Cuando hablamos de justicia, estamos hablando también de estas virtudes, pero ¿quién odiaría y querría perseguir a las personas que tienen este carácter? La respuesta es la que indicamos antes: estas cosas son "antivirtudes" en el mundo que nos rodea. Son absurdos, cosas dignas de burla y que se oponen, como dijimos, al pensamiento natural. Sin embargo, los perseguidos son propietarios en esta dimensión extraña del Reino de los Cielos, y los que son humillados y atacados, son bendecidos, exaltados y prosperados.
Esto, como diríamos en el colegio, es "mucha materia", bastante en qué pensar. Pero resumamos de todas maneras: somos bendecidos por Dios cuando nuestra vida está dentro de estos márgenes, dentro de este estándar de virtudes del Reino. Cuando somos dependientes y reconocemos nuestra necesidad de la bondad de Dios; cuando reflexionamos y lamentamos nuestros pecados; cuando mantenemos a raya nuestra ira y nos abstenemos de devolver mal por mal; cuando somos anhelamos vivir de una manera diferente, haciendo la voluntad de Dios; cuando somos compasivos; cuando tenemos fe en el corazón; cuando promovemos la reconciliación; y cuando nos exponemos a dificultades por hacer cosas como estas, es cuando somos bendecidos.
Anti-virtudes
Algo que puede ayudar un poco más a nuestra comprensión de estos estándares del Reino de Dios es el hecho de que estas virtudes definen al mismo tiempo algunos anti-valores, o cosas que deberíamos evitar si queremos recibir la bendición divina.
Por ejemplo, así como es posible ser pobre de espíritu, también es posible tener la actitud opuesta, y ser un "rico" en espíritu. Si la característica que define a los primeros es la dependencia, la que define a estos últimos es la misma que suele definir a quienes tienen abundancia financiera y material: la autosuficiencia. Sólo quienes son pobres necesitan orar y pedir el pan de cada día para sus necesidades, los que son ricos no. La autosuficiencia y la independencia, a su vez, dan lugar al gran mal que es orgullo. El NT nos da un ejemplo lamentable de una iglesia "rica" en espíritu, que tuvo que ser reprendida por el Señor en Apocalipsis: "Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Apocalipsis 3:17).
En el extremo opuesto de los que lloran, están los que ríen, es decir, los que no lamentan, sino que están conformes y hasta se alegran en su condición de pecado. Aquellos que no tienen la disposición de reflexionar y arrepentirse cultivan un corazón que se justifica a sí mismo, indiferente y endurecido, lo cual no es un presagio para nada bueno. El Señor relacionó esta bendición para los que lloran con una advertencia, precisamente, a los que no piensan en esto: "¡Ay de ustedes, los que ahora ríen!, porque habrán de llorar y de lamentarse" (Lucas 6:25, RVC)
La mansedumbre en nuestro mundo es considerada debilidad y falta de carácter; es mejor, desde el punto de vista humano, aquel que no se deja "pasar por encima", aquel que resiste y que tiene un "carácter fuerte". El problema es que los enojos, las peleas, y las enemistades son condenadas en la Biblia como obras de la carne, es decir, el resultado de la ausencia de la acción del Espíritu, algo más que preocupante (Gálatas 5:19-21).
La búsqueda de lo espiritual y lo verdadero, como parte del hambre y sed de justicia, es un motivo de burla para este mundo que se deja llevar por el brillo de las cosas materiales y pasajeras, el placer fácil y rápido, y las promesas de fama y poder. Sin duda el Reino de Dios también ofrece el sustento de buenas cosas, placeres legítimos y honor, pero lo hace en los términos del Padre y dentro de Su voluntad, no con las intenciones ni los métodos de las personas. Dios nos advierte a través del apóstol Juan que el asumir este otro estándar es un síntoma de que nos hemos alejado profundamente de Él: "No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre." (1 Juan 2:15-17, NVI)
La misericordia de la cual habla Jesús contrasta con el egoísmo de preocuparse sólo por uno mismo, y la indiferencia frente al dolor, la necesidad y las debilidades de otros. Así como notamos antes, Dios no tiene en buena consideración a quienes son duros, insensibles y no tienen compasión con su prójimo. La parábola de los dos deudores en Mateo 18, y el relato del juicio de las naciones en Mateo 25 no terminan bien para aquellos que no extendieron su mano para perdonar y para ayudar. El Padrenuestro termina con Jesús sentenciando "Si ustedes perdonan a los otros sus ofensas, también su Padre celestial los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los otros sus ofensas, tampoco el Padre de ustedes les perdonará sus ofensas." (Mateo 6:14-15).
Cuando hablamos de la pureza del corazón, es interesante notar que la palabra "puro" (del griego katharos) no sólo define algo que es libre de suciedad, sino también algo que está libre de mezclas, como cuando hablamos de "oro puro". En este sentido, la actitud contraria de la que debemos cuidarnos es tener un corazón vacilante y de dobles intenciones, que fluctúa entre su disposición a hacer lo bueno, y a dejarse llevar, de vez en cuando, "una vez a las miles", por lo malo. El apóstol Santiago nos exhorta: "¡Límpiense las manos, pecadores! ¡Purifiquen sus corazones, ustedes que quieren amar a Dios y al mundo a la vez!" (Santiago 4:8, DHH).
La búsqueda de la paz contrasta con un espíritu de rencor y de violencia. Nuevamente, las enemistades y las contiendas aparecen en la lista negra de los "frutos de la carne" como anti-virtudes, indignas de alguien que tiene al Espíritu Santo obrando en su interior.
Finalmente, la disposición de quienes sufren por causa de la justicia tiene su extremo opuesto en la disposición a comprometer, y a transar en los valores del Reino para evitar tener problemas. Por difícil que pueda parecer, el Señor nos advirtió que llegar a ser Sus discípulos muchas veces trae incluido incomodidades y cosas que no deseamos de todo corazón. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mateo 16:24). Por eso, debemos tratar de asimilar esta condición del Reino de los Cielos, sabiendo que en cada dificultad tendremos la gracia de Dios para sostenernos, en lugar de tratar de esquivar las consecuencias indeseables de nuestro llamado. Jesús no tiene nada bueno que decir de aquellas personas que siempre están preocupadas de estar bien con todos, en lugar de abrazar los conflictos que surgen por hacer lo correcto: "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas" (Lucas 6:26). En pocas palabras, alguien que hace esto es más parecido a alguien religioso por conveniencia -como estos falsos profetas del AT que sólo anunciaban cosas buenas por ganancia- que a un discípulo verdadero.
¿Cuánto nos identificamos con este nuevo estándar de Dios? Nuestro estilo de vida, actitud e intereses ¿cuadran más con el pensamiento que existe fuera del Reino, o es aquel que es bienaventurado (bendecido) y propio del Reino?
A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera Contemporánea (RVC)
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