18 de noviembre de 2020

De Problemas a Propósitos

[Comparto con ustedes un mensaje que tuve la oportunidad de predicar en mi iglesia local hace algunas semanas]


Texto Base: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos" (Romanos 8:28-29)

Al traer estos versículos a la reflexión del día de hoy, me voy a permitir un privilegio especial. Esta sección de Romanos se encuentra en el centro de un debate teológico que ha durado siglos, y que tiene implicaciones importantes en nuestra comprensión de los planes eternos de Dios y la salvación. En esta ocasión, me daré el privilegio de ignorar estos aspectos del texto para enfocarme en una aplicación muy específica de estas palabras a nuestra vida.

El propósito de que todo nos ayude a bien


Una de las más grandes promesas, pero al mismo tiempo, uno de los más grandes enigmas de la vida cristiana es este: que todas las cosas nos ayuden a bien. Es una gran promesa, porque técnicamente es una carta ganadora frente a cualquier circunstancia de la vida: pase lo que pase, esto me ayudará. Es, por otro lado, un enigma, porque hay ocasiones en que las circunstancias que vivimos son tan dolorosas, tan desgarradoras o tan incomprensibles que es difícil procesar esto. ¿Cómo esta injusticia que me han hecho, esta pérdida que he sufrido, esta enfermedad que me debilita, estas emociones que me atormentan, este desastre que me ha tocado vivir, como esto me puede ayudar para bien?

Es una pregunta legítima, porque reconocemos que muchas de las cosas atroces que ocurren a nuestro alrededor, las que vemos en los noticieros, las que registra la historia, en efecto, son evidentemente malas. Aquí donde chocamos de frente con el misterio de esta promesa de Dios: Él permite que este tipo de cosas toquen la vida de los que le aman, pero al mismo tiempo, Él promete que la peor maldad obrará maravillosamente para el bien de ellos. Suena difícil de entender, pero como lo ha expresado la autora Joni Eareckson Tada, "Dios permite lo que Él odia para lograr lo que Él ama" [1]. Dicho sea de paso, las palabras de esta mujer tienen un peso especial, considerando que hace más de 45 años quedó tetrapléjica debido a un accidente. Paralizada desde el cuello hacia abajo, el suyo es un gran testimonio de que Dios puede usar un evento así, que suele destrozar la vida de una persona, para bien.

Hay algo más en este texto que debería llenarnos de asombro: el apóstol afirma que esto no sólo es una promesa, sino una certeza, es algo familiar y conocido para los creyentes. Él dice que "sabemos" que todo lo que sucede nos ayuda a bien. Pero ¿cómo es posible tener tal seguridad frente a lo que nos parece sufrimiento inexplicable y gratuito, lo que no parece tener forma alguna de entregar un buen fruto?

Para entender cómo esto puede ser posible, necesitamos recordar quién es Dios, y qué es lo que Él es capaz de hacer, en particular, lo que conocemos como las doctrinas de la providencia y la soberanía de Dios. Él puede cumplir esta increíble promesa de hacer que todo obre para nuestro bien porque Él está involucrado en nuestra vida, cuidando de nosotros -providencia- y al mismo tiempo, en el trono de todo lo que existe, gobernando cada movimiento de lo creado, desde las galaxias hasta los átomos - soberanía. Él es quién tiene un poder tan amplio como para hacer "todas las cosas según el designio de su voluntad" (Efesios 1:11), y un cuidado tan específico como para tener contado cada cabello de nuestra cabeza (Lucas 12:7). Es este Dios grandioso, que tiene planes que no podríamos ni empezar a comprender, como sostiene Isaías (55:8-9), quien nos ama, y quien por ese amor ha dado a Su único Hijo, y junto con Él, todas las demás cosas (Romanos 8:32). Tenemos, por lo tanto, a un Dios que quiere y puede obrar perfectamente en nuestra vida.

Mientras que otros ven la experiencia del dolor como una evidencia clara de que Dios no existe, levantando dudas y cuestionamientos sobre Su bondad, aquellos que le amamos interpretamos el asunto completamente al revés: sabiendo que Su sabiduría es infinita, Su poder es absoluto, y Su amor es incomparable, como lo ha demostrado en Cristo, tenemos certeza de que cada pieza que conforma nuestra vida cuadrará perfectamente en el rompecabezas eterno de Su propósito.


El propósito de ser conformados a la imagen de Jesús


Para nuestro consuelo, sin embargo, no todo es misterio. El apóstol nos entrega en el versículo siguiente (29) una parte de ese panorama eterno que es valiosa para entender por qué Dios permite que lo complicado, lo agotador y lo doloroso en nuestra vida. Pablo enlaza ambas oraciones con una conexión explicativa: "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien [...] porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo". La razón principal por la que todo obra para nuestro bien es que Dios ha determinado que seamos conformados -esto es, que tomemos la misma forma, de acuerdo al griego- a la imagen de Jesús, que seamos semejantes a como Él es.

¿A qué se podría referir este parecido con Jesús? Vayamos por un momento al evangelio de Juan. En el capítulo 8, encontraremos a Jesus discutiendo lo que podríamos llamar el "principio de paternidad espiritual" con los judíos (Juan 8:39-47). Este principio señala que, así como en el sentido natural tenemos un parecido físico con nuestros padres biológicos por haber nacido de ellos, en la misma forma llevamos una semejanza de carácter con quién es nuestro padre en lo espiritual. Los judíos reclamaban ser hijos de Abraham, pero Jesús les respondió que esta paternidad era solamente biologica; si fueran hijos de Abraham en el sentido espiritual, ellos tendrían la fe que Abraham tuvo en Cristo, en lugar de rechazarlo como lo estaban haciendo. La implicación para nuestro caso es que cuando Dios nos hace nacer de nuevo espiritualmente, Él empieza una obra de transformación precisamente para que llevemos Su semejanza en lo espiritual. Si somos hijos de Dios, entonces Él cultivará en nosotros una semejanza de Su carácter y Su virtud.

Con esto en mente, ya tenemos una pista para entender que la afirmación "ser hechos conformes a la imagen de su Hijo" debe ir en este sentido del carácter, pero esto podría dejarnos más preguntas que respuestas. Jesús es Dios, y como tal, Su carácter siempre ha sido perfecto. Él es el "hombre perfecto" como expresa Pablo (Efesios 4:13), por lo tanto, ¿cómo podríamos llegar a ser alguna vez como Él? Sin embargo, Jesús no sólo es Dios: Él es el Dios-hombre, y al haber tomado para Sí una naturaleza humana, Él se sometió a un proceso de formación, tal como el que nosotros experimentamos. Lucas testifica dos veces en relación a esto: aún siendo el Dios eterno, Jesús -a medida que su edad avanzaba- creció, en sabiduría y en gracia (Lucas 2:40, 52).

Pensando en esto, las palabras del autor de Hebreos resultan muy significativas: "Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia, y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación" (Hebreos 5:8-9). El propio Hijo de Dios fue perfeccionado por medio de circunstancias difíciles, por lo que no deberia extrañarnos si el Padre utiliza esta misma clase de herramientas en nosotros, para cultivar un carácter semejante. Más aún, si esta clase de proceso fue necesaria para perfeccionar al santo Hijo de Dios, ¿con cuánta más razón a nosotros, que somos pecadores que necesitan una transformación completa?

Si bien la perspectiva de este proceso no parece muy alentadora a primera vista, el ser formados a la imagen del Hijo para formar parte de la familia de Dios es un propósito tan maravilloso que sin duda, en el esquema divino, vale la pena. No puede ser de otra forma.


La gloria del propósito de Dios en nuestra vida


¿Qué circunstancia estás enfrentando hoy, que parece no tener ninguna lección, o ningún beneficio? ¿Con qué problemas has estado luchando, que sólo te han dejado sabor a cansancio y preocupación? ¿Qué cosas has vivido que parecen ser tan duras o tan crueles que no han dejado más que una cicatriz? El pasaje que hemos leído hoy nos asegura que no hay momento de nuestra vida que no pueda ser redimido para los propósitos del Dios soberano. No importa la clase de mal que pueda haber azotado tu vida, Él puede, tal como lo hizo con los sufrimientos de José, usarlos para bien y para vida.

Esto no sólo trae consuelo para el pasado, sino esperanza para el futuro: no importa lo que suceda, Dios está en control, y lo que Él permita que vivamos, será material para forjar en nosotros la identidad de hijos de Dios. No importa cuán torcidas o cuán feas sean las piezas de los eventos de nuestra vida, todas serán hechas calzar magistralmente por Dios en una imagen hermosa, semejante a la de Su Hijo, un carácter que brillará en esta vida, y en la eternidad.





Referencias

[1] Como se cita en Randy Alcorn, "Why God Permits Suffering" en John Barry et. al., Faithlife Study Bible (Bellingham: Lexham Press, 2012, 2016). Edición de Logos

A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera Contemporánea (RVC)
Foto por Sharon McCutcheon en Pexels



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