[Comparto con ustedes el mensaje que tuve la oportunidad de predicar en mi iglesia local hace algunas semanas]
Texto Base:
"Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte;
Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro.
En tu nombre se alegrará todo el día,
Y en tu justicia será enaltecido.
Porque tú eres la gloria de su potencia,
Y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder"
Salmos 89:15-17 (RV60)
Introducción
Aunque hay detalles de traducción que varían dependiendo de la versión de la Biblia, este pasaje nos presenta un contenido claro: tenemos dentro de este Salmo una promesa, una bienaventuranza, de la cual podemos tomar nota para provecho de nuestras vidas.
Aclarando el Lenguaje
El concepto central de esta bendición -y de alguna forma, su requisito- está en la palabra aclamar, que en el idioma original tiene la connotación de un gran sonido, y se usa tanto para referenciar gritos de júbilo como para representar gritos de guerra. En el contexto de este pasaje, naturalmente, se refiere a una aclamación de alabanza a Dios, una exclamación de gozo. La bienaventuranza, por lo tanto, es para aquellos que saben alabar y expresar júbilo hacia Dios.
¿Cuáles son las consecuencias de este énfasis en aclamar a Dios? Según el pasaje, lo primero que sucede es que las personas "andan a la luz del rostro" del Señor (v. 15). Ahora bien, esta expresión necesita un poco más de trabajo para que la podamos comprender. Andar, como podemos suponer, no se refiere sólo a la acción física de caminar, sino que el original también conlleva el sentido de movimiento, y por extensión, de comportamiento en general. Por otra parte, cuando hablamos del rostro, tenemos que mirar el papel que cumple este concepto en la Biblia: dado que esta parte del cuerpo revela el estado de ánimo de una persona y expresar sus emociones internas, se vuelve el símbolo de la actitud de esa persona. El rostro podía estar ensombrecido por la tristeza, palidecer por el temor o iluminarse por la risa (Job 29:24); por lo tanto, el que Dios mostrara Su rostro o lo hiciera "resplandecer" sobre alguien era sinónimo de favor y bendición (Números 6:25-26; Salmos 4:6). "Andar a la luz del rostro" del Señor es, en otras palabras, vivir recibiendo Su favor y Su buena voluntad.
Otra consecuencia directa de practicar esta alabanza gozosa de acuerdo al salmista es que quienes lo hacen se alegran todo el día en el nombre del Señor, y son enaltecidos en su justicia (v. 16). Estas dos ideas parecen ser complementarias. Primero, debemos recordar que el nombre en el contexto bíblico corresponde a la identidad, el carácter e incluso la fama de una persona; así, alegrarse "en el nombre" de Jehová significa alegrarse por todo lo que Dios es, por Su personalidad y Su carácter. Por otro lado, justicia es un término amplio, pero que podríamos definir -a grandes rasgos- como la naturaleza recta y buena de las acciones de una persona. Ser enaltecido en la justicia de Jehová significa, por lo tanto, ser exaltado o levantado anímicamente (podríamos decir) por la forma en que Dios actúa. Juntando ambas ideas, aquel que sabe aclamar a Dios será bienaventurado, porque al reflexionar en Su carácter y en Sus obras se animará y se alegrará.
¿Por qué el carácter y las obras de Dios son un motivo de gozo y nuevo ánimo para Su pueblo? La respuesta está en el "porque" del v. 17: "Porque tú eres la gloria de su potencia, y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder". El carácter de Dios es bondad, misericordia y buena voluntad para los Suyos, y constantemente los fortalece y los levanta.
Las virtudes de la alabanza, aplicadas a nuestra vida
Este pasaje, por tanto, es una promesa y un recuerdo oportuno en la situación en la que nos encontramos actualmente. Si bien nos podemos ver tentados a desanimarnos al ver el sufrimiento de otras personas, o al considerar nuestras propias incomodidades en esta forma alterada de vivir la vida que estamos llevando, este Salmo nos empuja precisamente a lo contrario: a cantar, y más aun, a aclamar a Dios con júbilo. Claro está, lo fundamental de alabar no está en nuestra voz, tan afinada o desafinada como pueda ser; lo importante es lo que señala Hebreos 13:15 acerca del tema: la esencia de la ofrenda de alabanza es confesar el nombre del Señor, bajo el mismo concepto que acabamos de ver. Es declarar Sus virtudes, Su grandeza, Su belleza.
Cuando nos disponemos a responder este llamado, dice el salmista, seremos bendecidos. Como hemos podido ver, en este pasaje aparecen varios beneficios, que en forma directa o indirecta, provienen de la acción de aclamar, alabar o bendecir a Dios. Consideremos tres de ellos:
Virtud #1: La alabanza cambia nuestra perspectiva de la vida
Cuando nos disponemos a ofrecer alabanza, encontraremos que se abrirá un panorama nuevo delante de nuestros ojos. Tal como dice este salmo, empezaremos a vivir dándonos cuenta de la luz del favor del Señor que está sobre nosotros. No es que esta luz comience a alumbrar cuando alabamos; la acción de aclamar simplemente nos abre los ojos al hecho de que la luz siempre nos ha estado alumbrando, al ser hijos de Dios. Nuestros sentidos naturales están habituados a considerar sólo lo que pueden captar, en este caso, todo lo que sucede alrededor nuestro, donde pareciera que Dios está ausente. La alabanza y la acción de gracias, sin embargo, colocan a Dios "de vuelta en la escena", por decirlo así; nos abren los ojos para darnos cuenta de que Él está presente en nuestras circunstancias, y más que presente -Él constantemente nos está mostrando Su favor.
Sin duda, todos hemos experimentado circunstancias que han oscurecido nuestra visión del presente y del futuro, pero la decisión de elevar alabanzas a Dios tiene el poder de cambiar la atmósfera de nuestro día. Tal como el salmista, podemos decir a nuestra alma cansada: "Bendice, alma mía al Señor, y no olvides ninguno de Sus beneficios" (Salmo 103:2). Puede que hoy sea un día duro para algunos de nosotros, pero ¿no es cierto que este es un día más en que Dios nos ha perdonado todas nuestras ofensas? ¿No es un día más que podemos disfrutar de Su perfecto amor de Padre? ¿No es un día más que podemos vivir sólo porque Él ha rescatado varias veces nuestra vida del hoyo? Si dejamos por un segundo de lado los problemas que estamos viviendo, ¿no es verdad que Él nos ha coronado de favores y misericordias? Frente a toda dificultad, ¿no tenemos acaso la promesa de que les podremos hacer frente, porque nuestro Salvador nos fortalece (Filipenses 4:13)? La alabanza nos lleva a considerar estas cosas, y a cambiar nuestra perspectiva.
Virtud #2: La alabanza renueva nuestro ánimo y alegría.
Esta vida consciente del favor del Señor que es resultado de la alabanza, de acuerdo al salmo que estamos leyendo, renovará a su vez nuestra alegría y nuestro ánimo. Esto no debería ser ninguna novedad para nosotros. Lo vemos en los mismos salmistas, cuyas canciones a menudo comienzan en un lamento y terminan en proclamaciones de victoria. ¿Qué es lo que hace esta diferencia entre la noche y el día, entre el llanto y la sonrisa, entre el temor y la confianza invencible? La respuesta es que sólo Dios puede producir esta clase de cambio radical, cuando traemos a nuestra mente Su Nombre y Sus obras, por medio de la alabanza. Cuando nuestra voz, o incluso nuestra oración se elevan para dar gracias y para exaltar a Dios, el brillo de Su belleza se vuelve tan grande que no hay problema que pueda eclipsarlo, las declaraciones de Su omnipotencia nos devuelven la esperanza, y Su amor y Su gracia se hacen tan evidentes que no podemos hacer otra cosa que gozarnos.
Virtud #3: La alabanza nos lleva a fortalecernos
Finalmente, la alabanza colabora para que podamos recibir nuevas fuerzas. Ella tiene capacidad de mostrarnos quién es Dios, y de llevarnos a depender de Dios. De acuerdo al v. 17, Dios es "la gloria", lo más brillante, lo más excelente de la fuerza de Su pueblo. Dicho de otra manera, la fuerza más grande de un creyente no se encuentra en sus capacidades naturales, sino en la fortaleza que el Dios Todopoderoso puede infundirle sobrenaturalmente. Esto es una verdad eterna de la cual la Biblia da testimonio constante: "¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán" (Isaías 40:28-31, RV60). El aclamar y el exaltar a Dios nos recuerdan la verdad del Salmo 62:11: ""Que de Dios es el poder", y son un recuerdo de que Él puede infundirnos ese poder cuando nuestras fuerzas humanas se acaben. De hecho, para el salmista esto no es una esperanza, sino una seguridad: Dios ciertamente nos fortalecerá, por Su buena voluntad. Teniendo esta promesa, sin duda tenemos motivos para estar alegres.
Conclusión
No son pocas las cosas que podríamos decir en relación a esta disciplina de la alabanza, pero quedémonos en esta hora con la promesa que recibimos de Dios a través del salmista: Somos bienaventurados cuando le aclamamos. No se trata tanto de la forma, ni siquiera se trata de musica propiamente tal: lo importante es la acción deliberada de traer a nuestra mente el nombre y las obras de Dios para ponerlos en alto, para expresarle nuestra admiración y gratitud por lo que Él es, y lo que Él ha hecho. Y cuando lo hagamos, seremos bendecidos.
En este tiempo tan revolucionado, la invitación es a que elevemos nuestra alabanza a Dios, ya sea audiblemente, o en oración. Si logramos hacerlo, aunque el mar de las circunstancias amenace con hundirnos, nuestra vista volverá a ponerse en Jesús, y Él nos dará la capacidad de caminar sobre las aguas, con nueva perspectiva, nueva alegría y nuevas fuerzas.
A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera Contemporánea (RVC)
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