28 de abril de 2021

Un Breve Acercamiento a Apocalipsis - El Prólogo (Parte 1)

(Este post es parte de la serie Un Breve Acercamiento a Apocalipsis, que puedes encontrar completa aquí)


A pesar de que Apocalipsis parece ser un poco rústico y brusco en su forma de hablarnos, el prólogo (Apocalipsis 1:1-8) es muy profundo en el sentido teológico. Los primeros 8 versículos que componen esta parte le dan el tono a todo el resto del libro, estableciendo quién es el Revelador (Dios) y cuál es la razón de la revelación (la venida de Jesús).


Apocalipsis 1:1-2


"La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto".

"La revelación de Jesucristo, que Dios le dio". Como ya lo insinuamos en la presentación, si Juan está siendo sincero aquí (asumimos de que así es), entonces está negando que él ha preparado este texto con una intención propia. Al decir esto, establece a Jesús -manifestando una revelación dada por Dios y entregada por intermedio de un angel- como la autoridad y el autor de esta obra.

"sus siervos... pronto". Desde el punto de vista de los primeros lectores, esto ya complica la perspectiva futurista (ver presentación). Es difícil decir que todo el libro se trata del futuro, porque entonces resulta extraño que Dios quiera manifestar a "sus siervos" (en primera instancia, los oyentes directos de Apocalipsis) lo que debe suceder "pronto". Podemos intentar interpretar esta frase considerando que los tiempos de Dios no son los nuestros ("para Dios un día es como mil años, y mil años como un dia" - 2 Pedro 3:8), y que el "pronto" divino no siempre es "pronto" en el sentido humano, pero tampoco podemos ignorar que la primera interpretación sigue teniendo sentido, y son asuntos que también son relevantes para los contemporáneos de Juan.


Apocalipsis 1:3


"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca"

"El que lee... los que oyen". Referencia a la lectura congregacional de este libro. Aunque la frase "el que lee" no excluye a aquel que tiene la oportunidad de leer solo, el sentido principal parece ser el de una lectura conjunta. En la epoca en que se escribio Apocalipsis, los libros eran pocos y caros, y muchos dependian de la lectura congregacional para aprender de las Escrituras. Como lección, esto nos sugiere que Dios tiene la intención de que Su Palabra sea leída y explicada con regularidad en las iglesias, en comunidad.

"Bienaventurados". En el caso de los lectores originales, este era un mensaje de gran consuelo en medio de sus angustias, ya que les abría sus ojos a la realidad espiritual más alla de los problemas que estaban viviendo. En el nuestro, como lectores actuales, este libro también nos bendice cuando asimilamos la perspectiva eterna de las cosas, en lugar de lo pasajero de esta vida. Como curiosidad adicional, es una de las 7 bendiciones presentes en este libro.

"Los que guardan". Como sucede en otras ocasiones, la bendición no es para el que meramente lee, sino para el que recibe, atesora y practica el mensaje como principio de vida, como sucede también en los Evangelios y las epístolas (Mateo 7:24; Marcos 4:20; Romanos 2:13; Santiago 1:22).


Apocalipsis 1:4


Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono

"Gracia y paz".
 La gracia es la esencia del Evangelio y se refiere al favor y a la bondad que Dios ofrece en forma inmerecida a las personas. Ambas cosas, la gracia y la paz, son consecuencias de haber sido salvados, según Romanos 5:1-2: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes".

"El que es, y el que era...". La primera persona referenciada es el Padre. Si recordamos el encuentro de Dios y Moisés en Éxodo 3:13-14, notaremos que Dios se presenta como "Yo soy". Esta expresión traduce el hebreo hayah, que significa "ser", "existir" o incluso "acontecer" y es la expresión que le da forma al nombre Yahvé o Jehová. Este nombre sugiere que Dios tiene existencia propia y no depende de nada ni nadie, que no tiene causa ni principio ("yo soy el que existo por mi mismo") y que, al mismo tiempo, es el Dios que está presente y activamente vivo ("yo soy el que estoy"). "El que es, era y será" describe esta misma existencia a lo largo de toda la historia.

"Los siete espíritus...". La segunda persona es el Espíritu Santo. En Apocalipsis, como hemos visto, tenemos que lidiar con números simbólicos, y el más recurrente es el siete. En todas sus apariciones, este número representa lo total, lo completo y lo perfecto, y casi siempre se relaciona con Dios, como el Ser perfecto por excelencia. El concepto de "los siete espíritus" representa a algo que contiene la plenitud espiritual. Este "algo" espiritual es una entidad con majestad y cercanía a Dios (está delante del trono de Dios), y es personal (porque tiene voluntad, reflejada en la intención de enviar "gracia y paz" a las iglesias) lo cual calza con la descripción del Espíritu. El siguente versículo, no obstante, lo dejará absolutamente claro: ya que este "algo" está nombrado entre el Padre y el Hijo, identificamos con certeza al Espíritu Santo. Esta es una bendición trinitaria.




Recursos Consultados

Robert Jamieson, A. R. Fausset y David Brown, Commentary Critical and Explanatory on the Whole Bible, vol. 2 (Oak Harbor: Logos Research Systems, Inc., 1997).

George Beasley-Murray, "Revelation", en New Bible Commentary: 21st Century Edition, ed. D. A. Carson et al., 4th ed. (Leicester, England; Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1994).

John Barry et al., Faithlife Study Bible (Bellingham, WA: Lexham Press, 2012, 2016).

Henry Halley, Compendio Manual de la Biblia, 6ta ed. (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1985)


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