23 de octubre de 2017

Cristiano Por Fuera, Labrador Por Dentro

[A continuación, les comparto el mensaje que prediqué en mi iglesia local hace algunos domingos. El pasaje central es la parábola de los labradores malvados, en Mateo 21:33-46]

Nos encontramos en la última semana de Jesús, antes de Su pasión y muerte. Él acaba de hacer Su entrada triunfal a Jerusalén y de expulsar a los mercaderes del templo. Al día siguiente, regresa a este lugar y es cuestionado por los fariseos y sacerdotes acerca de la autoridad con que hacía estas cosas, ocasión que el Señor aprovecha para entregar algunas enseñanzas muy específicas en contra de ellos. Por lo general, Jesús no interpreta Sus parábolas a menos de que alguien se lo solicite, pero en esta ocasión Él mismo deja en claro a quién le está hablando aquí, y cuál es el mensaje. Una de estas parábolas es la que hemos leído.

Una Referencia Clara


Si voy a una convención de amantes de la ciencia ficción, y empiezo a relatar una historia usando la frase "En una galaxia muy, muy lejana" probablemente la gran mayoría entienda la referencia a la saga Star Wars ("La Guerra de las Galaxias"). De la misma forma, cuando Jesús empezó a narrar esta parábola rodeado de estudiosos del Antiguo Testamento, varios de ellos eventualmente comenzaron a recordar destellos de otra parábola anterior, muy similar, que narró el profeta Isaías:

"Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres. Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres? […] Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor." (Isaías 5:1-5, 7)

Aquí también hay una viña que es plantada, cercada y equipada con un lagar y una torre, una descripción que calza con el pueblo de Israel protegido y cuidado por Dios, como lo indica Isaías. Jesús toma esta misma imagen y empieza a construir sobre ella, añadiendo que fue encomendada a labradores para que la trabajaran y entregaran los frutos de ella a su tiempo. Si el dueño es Dios, y la viña es Su pueblo, naturalmente los labradores deben ser los líderes espirituales que trabajan para Él guiando y cultivando la fe de la gente, de tal manera que Dios pueda encontrar en ellos el fruto de buenas obras que espera. Pero, como vemos, las cosas salieron mal, y nos encontramos con un grupo de trabajadores perversos, ambiciosos y crueles que no tienen ninguna intención de hacer lo que les fue encomendado. Probablemente las miradas ya no eran amigables entre quienes iban entendiendo el mensaje

Para aderezar aún más las cosas, Jesús explica a quién simboliza el hijo del relato. La cita del Salmo 118 es utilizada por el Señor para representarse indirectamente a Sí mismo, rechazado por los edificadores espirituales del pueblo de Dios, pero siendo en realidad la piedra angular, el Mesías, el Hijo de Dios, y quien calza por lo tanto con el papel del hijo del dueño de la viña.

Si alguno de los oyentes había ignorado todas estas señales del relato (y el hecho que la parábola anterior también había sido dirigida a ellos) con toda seguridad cayó en cuenta al escuchar la conclusión del Señor que los incriminaba directamente: "El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él" (v. 43). No había necesidad de más interpretación. Si el propósito de Jesús era que lo odiaran más que antes, ya estaba cumplido.


Un Principio Espiritual


Si nos preguntamos esta mañana qué podríamos aprender de este pasaje, esa es una buena pregunta. Sabemos que los fariseos no son un ejemplo, sino un “antiejemplo” (Dios nos enseña a través de ellos lo que no hay que hacer), pero aun así no es fácil identificarse con ellos en esta situación particular entre ellos y Jesús, como para extraer una aplicación. No todos somos líderes espirituales, ni mucho menos nos encontramos en nuestra vida cotidiana planificando un complot contra el Señor como para que esta parábola se aplique a nosotros. Pero sí hay un principio más general en este relato que queda claro a lo largo de todo el ministerio de Jesús, y que es válido para nosotros y todo el resto de la humanidad: es posible ser, al mismo tiempo, un líder espiritual y un labrador malvado.

El Señor, como dijimos, especialmente en esta última semana de Su vida se dedicó a denunciar y enfrentarse abiertamente con los fariseos y sacerdotes. Con parábolas como esta, expuso su hipocresía y su corrupción espiritual. Y sin embargo, estas eran personas que guardaban la ley, oraban, ayunaban, estudiaban y se comportaban como lo haría un judío modelo. ¿Como puede suceder esto? ¿Como calzan ambas cosas juntas?

La realidad es que es posible tener una apariencia de piedad y oscuridad en el corazón al mismo tiempo, porque la maldad está en el interior de cada uno de nosotros. Y, lamentablemente, el buen comportamiento, las buenas obras, o el actuar de acuerdo a la ley de Moisés en el caso de los líderes religiosos, son todas cosas que actúan desde el exterior, y no pueden cambiar la naturaleza humana. Esto es la Reforma, nivel básico 1A: Contrario a lo que nos dice la sociedad hoy en día, que somos por naturaleza buenos y que tenemos un potencial interior que debe desarrollarse, la verdad es que el hombre es pecador por naturaleza, y sólo Dios puede cambiar eso. "Porque de adentro del corazón humano salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la lujuria, la envidia, la calumnia, la soberbia y la insensatez. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona" dijo Jesús (Marcos 7:21-23, RVC). No debería sorprendernos, por lo tanto, que puedan coexistir en una persona la apariencia de santidad, y el pecado interior, como sucedió con los fariseos y sacerdotes. Y eso es algo que también debemos reconocer en nosotros, si es que nuestra vida espiritual consiste solamente de una santidad visible, de una serie de cosas que hacemos bien como cristianos y que presenta una hermosa fachada frente a otros, pero que bajo una cierta presión se cae para dejar ver un corazón orgulloso, ambicioso o lleno de ira. Esto sí es algo en lo que nos podemos identificar con los fariseos, como lo dije en un mensaje anterior: todos somos humanos, y compartimos la misma naturaleza. Todos somos vulnerables a la tentación, a lo fácil que es ser espirituales en el exterior, y seguir teniendo malas intenciones, como los labradores del relato, en el interior.

La solución a este problema fue sistematizada y explicada con detalle por los reformadores, pero no hay que ir mucho más allá del Antiguo Testamento para poder conocerla. La promesa que Dios dio a través de Sus profetas hace mucho tiempo, "Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón". “Les daré un corazón nuevo, y pondré en ustedes un espíritu nuevo; les quitaré el corazón de piedra que ahora tienen, y les daré un corazón sensible (Jeremías 31:33, Ezequiel 36:26, RVC) siguen vigentes y están garantizadas en la vida cristiana. Es la fe, una verdadera relación con Dios, lo que hace los verdaderos cambios, y si le damos lugar para que Él obre, y trabaje en nosotros, con toda seguridad podremos empezar a ver realmente los frutos que Él está esperando de nosotros.




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