8 de noviembre de 2017

¡Pero Jesus nunca dijo nada sobre eso!


¿Les ha tocado alguna vez vivir esta situación? Ustedes están intercambiando ideas con alguien sobre un cierto tema (usualmente del área moral), y acaban de presentar lo que la Biblia enseñanza claramente sobre ese tema (o al menos, hacen su mejor intento). Sin embargo, la persona que está enfrente no está convencida. Ella piensa de otra manera, y para salir del aprieto, utiliza este popular comodín que parece ser la carta del triunfo: "¡Pero Jesús nunca dijo nada sobre eso!"

El razonamiento aquí parece ser el siguiente: los Evangelios son los libros que tienen más autoridad dentro de toda la Biblia, pues sólo en ellos encontramos las palabras mismas de Jesus, el Hijo de Dios. Por lo tanto, cuando otros escritores bíblicos como los apóstoles enseñan que algo es incorrecto, si se da el caso de que el Señor no dijo nada al respecto en los Evangelios, entonces ese silencio deja las demás declaraciones sin efecto (o por lo menos nos obliga a interpretarlas de otra manera).

¿Tiene sentido? ¡Claro que sí! Ninguno de nosotros (cristianos) va a negar que Jesús es la fuente de toda sabiduría y la autoridad más grande; tampoco podriamos negar que el resto de los escritores bíblicos son simplemente Sus siervos, discípulos y seguidores. Sin embargo, incluso reconociendo todo lo anterior, esta forma de interpretar la Biblia comete errores, de los cuales tres son los más notables:


1. El que calla no siempre otorga


A menudo usamos este dicho popular, "El que calla, otorga", para indicar que el silencio de una persona frente a una situación o propuesta equivale implícitamente a estar de acuerdo con esa situación o aceptar esa propuesta. Esta es precisamente la forma de pensar que estamos considerando: si Jesús no dijo nada al respecto -por ejemplo, acerca de las relaciones homosexuales- entonces para Él no hay problema. Si esto hubiera sido algo malo para Él, lo habría dicho, de acuerdo a este principio.

La dificultad más obvia con este razonamiento es que podríamos "usar" el silencio de Jesús para justificar una cantidad innúmerable de atrocidades. El Señor no dijo nada acerca de vender niños como esclavos, maltratar a los animales o humillar a las personas por ser de otra raza, pero eso no hace que sean comportamientos aceptables. Por lo tanto, "el que calla, otorga" no vale en este tipo de casos; lo que es malo es malo aunque Jesús no haya dicho nada al respecto.

En última instancia, puede que Cristo sí haya hablado en contra de ciertas actitudes y comportamientos, sin que estos comentarios hayan quedado registrados en los Evangelios. Creo que todos estaremos de acuerdo en que es muy improbable (por no decir imposible) que estos cuatro breves relatos contengan absolutamente todo lo que Jesús enseñó, pública y privadamente, durante Su ministerio. El apóstol Juan, por ejemplo, señala que muchas de las cosas que el Señor dijo e hizo no están incluidas en su libro (Juan 21:25). Por esta razón también, no es suficiente contar con el (posible) silencio de Jesús para aprobar con Su aprobación.

(Algún lector atento podrá decirme que este último punto es de doble filo: puede que Jesús haya aprobado alguna actitud o comportamiento, sin que haya quedado registrado. Como respuesta, los siguientes puntos deberían cubrir esa posibilidad).


2. Cuando no hay detalles, hay principios


¿Qué pasaría si Dios hubiera inspirado la Biblia de tal manera de responder específicamente todas nuestras preguntas sobre la vida? Probablemente no tendríamos un libro sagrado, sino una enorme biblioteca sagrada imposible leer de principio a fin. Afortunadamente para nosotros, la Biblia que tenemos es relativamente concisa, y eso nos da la oportunidad de conocer todo (con un poco de determinación y esfuerzo) lo que Dios ha escrito acerca de Sí mismo y de la vida humana.

Debido a esta característica de brevedad, no obstante, no debe extrañarnos el no encontrar direcciones específicas para cada situación o duda que enfrentemos. ¿Debería participar de esta celebración a la cual estoy invitado? ¿Qué opina Dios acerca del aborto? ¿Cómo debemos pensar acerca de las personas transexuales? Hay muchas preguntas -especialmente relacionadas con temas contingentes de la época en que vivimos- que la Biblia no aborda, y que Jesús nunca intentó responder. ¿Debemos considerar el silencio del Señor como un "pulgar hacia arriba" en todos estos casos?

La respuesta nuevamente es "no", y la razón es muy sencilla: si bien la Biblia no responde específicamente todos las posibles preguntas que podamos tener, sí nos entrega los principios generales necesarios para tomar decisiones correctas. No encontraremos en sus páginas el mandamiento "no uses drogas", pero basta con tener en cuenta el principio de que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20) para darnos cuenta de que un cuerpo debilitado y esclavizado por una adicción no es algo que agrade a Dios.

Lo mismo se aplica a las palabras de Jesús. El filósofo cristiano Glenn Peoples observa correctamente:


"Cuando la gente vino a Jesús para conocer su opinión sobre el divorcio (Mateo 19:1-9), Él no se puso a buscar una prohibición explícita contra el divorcio en la Escritura. No la hay. Lo que Él hizo, sin embargo, fue llamar su atención al libro de Génesis, donde se introduce por primera vez el matrimonio, para mostrar que lo que es el matrimonio es incompatible con la visión de que el divorcio está bien. El pasaje mismo no mencionó nada sobre el divorcio, simplemente presentó el matrimonio" [1].

Por esto, aunque el Señor haya guardado silencio acerca de muchos temas, los principios generales de la Escritura deberían ser suficientes para que sepamos cuál es la posición correcta en cada situación. Esto nos lleva al tercer punto.


3. Jesus, más allá de los Evangelios


Finalmente, la persona que reclama que "Jesús nunca dijo nada al respecto" está pasando por alto la posibilidad de que Él sí haya dicho algo... fuera de los Evangelios.

El razonamiento que presenté en la introducción -esa forma de pensar que sostiene que los Evangelios tienen de alguna forma más autoridad que las cartas de los apóstoles u otros libros de la Biblia- comete el error de ignorar la inspiración divina de las Escrituras. En otras palabras, se olvida de que todo el recorrido desde Génesis a Apocalipsis tiene la misma autoridad, pues comparte el mismo autor: Dios.

Por eso es que podemos decir que Jesús, de alguna manera, habló tanto antes como después de Su existencia terrenal. Cuando los profetas del Antiguo Testamento hablaban, lo hacían inspirados por el Espíritu de Cristo que estaba en ellos (1 Pedro 1:10-11). Por su parte, lo que los apóstoles del Nuevo Testamento enseñaron, era lo que el Espíritu Santo les enseñó de parte del Hijo (Juan 16:12-14). Ya que toda la Escritura es inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16-17), y Jesús es Dios hecho hombre, no es difícil darnos cuenta que toda la Escritura es parte de las palabras de Jesús, el eterno Hijo de Dios que vivió antes -y siguió viviendo después- de todo lo que narran los Evangelios.

¿Cuál es la aplicación práctica de este principio? Que hay situaciones frente a las cuales Jesús guardó silencio durante Su vida terrenal, pues el Antiguo Testamento ya contenía Su opinión (y la del Padre) al respecto. Glenn Peoples nuevamente da en el clavo en su aplicación al tema de las relaciones homosexuales:


"A menos de que hubiera un asunto repentino que forzara a Jesús a comentar acerca de la homosexualidad, la única conclusión razonable -especialmente a la luz del hecho que Jesus veía el Antiguo Testamento como la misma Palabra de Dios la cual era infalible (Juan 10:35)- es que Su visión de la homosexualidad era la misma visión de la homosexualidad que tenía el Antiguo Testamento (esto es, la visión de Dios al respecto)" [2]

Lo mismo vale para el Nuevo Testamento. El Señor no terminó de hablar cuando ascendió al cielo, sino que continuó inspirando a los apóstoles a escribir y a guiar a la Iglesia con Su dirección (ej: 1 Corintios 14:37). Por eso, estas instrucciones son tan válidas como las que contienen en los Evangelios, y están vigentes incluso si Él anteriormente guardó silencio.


Tenemos, por lo tanto, buenas razones para no interpretar los silencios de Jesús como aprobaciones. En nuestra vida diaria, de hecho, "el que calla otorga" ya es una mala forma de razonar, pues las personas tenemos una gran variedad de motivos para guardar silencio frente a un asunto. Lo que importa realmente cuando miramos a Jesús en la Biblia e intentamos aprender de Él, es lo que Él dice, más que lo que Él calla.





Referencias

[1] "Jesus never said ANYTHING about X!" - Glenn Peoples

[2] Ibid.



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