Quiero hacer un alto antes de terminar nuestra serie sobre la formación del Nuevo Testamento para tocar un tema de esos que siempre dan para discutir, y que recientemente, ha sido traído a la mesa una vez más gracias a la decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos de legalizar el matrimonio civil entre personas del mismo sexo, una decisión que fue celebrada mundialmente por quienes apoyan este movimiento.
La homosexualidad no es algo nuevo; se ha predicado y se ha escrito mucho al respecto, pero siento que como cristianos, aún nos falta trabajar en nuestra posición; por una parte, en nuestro conocimiento del tema (lo que nos ayudaría a conversar de una forma más inteligente con otros que no comparten nuestra fe), pero también en nuestra actitud hacia el concepto de homosexualidad en general, y especialmente hacia las personas homosexuales. Siento que hemos dejado de lado algunos ingredientes bíblicos que deberían estar también presentes en nuestra postura para hacerla un poco más cristiana. Por eso, quiero compartirles brevemente algunas perspectivas con la idea, no de suavizar nuestra convicción, sino de darle un equilibrio necesario a la luz de la misma Palabra de Dios.
Sí, la homosexualidad es un pecado...
Creo que al leer la Biblia, esto resulta bastante claro: la homosexualidad es un pecado; en otras palabras, es un comportamiento que ofende a Dios al ser lo contrario de lo que Él quiere. Tres pasajes en el Antiguo Testamento (Génesis 19:1-11, Levítico 18:22 y Levítico 20:13) y tres en el Nuevo (Romanos 1:20-28, 1 Corintios 6:9-11 y 1 Timoteo 1:8-10) se refieren a este tema en términos directos y bastante fuertes, indicando que no existe mucho lugar para debate. Por donde uno lo mire, Dios no tiene una buena opinión de este asunto.
¿Cuál será la causa de este rechazo de Dios hacia la homosexualidad? Creo que encontramos la respuesta en donde todo comenzó: el libro de Génesis. En los primeros capítulos de la Biblia, Dios nos muestra que Él creó las dos "versiones" de un ser humano, el hombre y la mujer, para acompañarse y ayudarse mutuamente al unirse en una relación especial que llegaría a llamarse "matrimonio" (Génesis 2:18-24). Jesús confirmó este mismo diseño más adelante en el Nuevo Testamento (Mateo 19:3-6)
La razón por la cual la homosexualidad es algo malo ante los ojos de Dios está en el hecho de ir en contra de este diseño divino. Él nos creó para que fuésemos atraídos y nos uniéramos con alguien del sexo opuesto, pero cuando una persona ignora este diseño, y busca establecer una relación con una pareja del mismo sexo, se está oponiendo a la voluntad de Dios y eso constituye un pecado (independientemente de si ambos son adultos, están de acuerdo o se guardan fidelidad).
... pero no es el pecado más terrible de todos (ni el único en su clase)
Quizás se debe a la expresividad de algunas personas dentro del movimiento, al intenso deseo de este grupo de alcanzar la aceptación de la sociedad o a otro motivo distinto, pero lo cierto es que la homosexualidad ha generado un potente rechazo en el mundo cristiano. Como creyentes, hemos llegado a destacar este comportamiento como uno de los pecados "por excelencia", una señal de la desviación y la perversidad más profundas que alguien puede tener.
Sin embargo, al mismo tiempo que afirmamos el punto anterior ("la homosexualidad es un pecado"), también debemos tener presente otra "cara" de la enseñanza bíblica: si bien este es un pecado muy serio y muy dañino, no es el más serio de todos, ni el único pecado de su tipo.
Al revisar los textos relevantes que mencioné en el punto anterior, podrán darse cuenta de que la homosexualidad no está tratada de manera aislada: está dentro de una lista de varios otros pecados. Esto es lo que deberíamos esperar naturalmente, porque así como sucede con las relaciones entre personas del mismo sexo, las relaciones entre personas que no están casadas y la infidelidad dentro de un matrimonio también van en contra del plan de Dios para el hombre y la mujer, y por lo tanto, son pecado. Y no sólo esto, sino que otras cosas que no caen dentro de la categoría de "inmoralidad sexual", y que no nos causan tanto disgusto, como la mentira o la avaricia, están en la misma lista en que se menciona el comportamiento homosexual. Todas representan un rechazo de la voluntad de Dios. Todas son pecado. Eso debería darnos un sentido de balance y comprensión al momento de tratar con este tema.
Sí, un cristiano tiene el derecho (y la responsabilidad) de hablar en contra de la homosexualidad...
Cuando un creyente describe la homosexualidad como pecado, es común que sea visto como alguien intolerante, anticuado y lleno de prejuicios. De hecho, hay una palabra específica que se utiliza en estos casos: "homofóbico". Los cristianos somos vistos como un grupo que odia a quienes llevan este estilo de vida.
Aquí debemos ser sinceros y reconocer que sentimientos como esos existen en muchos creyentes, y que algunos de ellos simplemente utilizan la Biblia como una excusa para expresar su rechazo hacia la comunidad homosexual. Sin embargo, el punto es que un cristiano no está actuando mal cuando se opone a la homosexualidad si lo hace con una actitud correcta y usando apropiadamente la Biblia. No se le puede acusar de estar juzgando o de ser intolerante al hacer esta crítica, por la sencilla razón de que él no está aplicando su propio criterio, sino el de Dios. Él no es la fuente de la opinión, sino sólo quien la comunica.
Más aún, podemos decir que un cristiano que opina de esta manera no sólo es inocente de estas acusaciones, sino que precisamente está haciendo lo correcto: ser consecuente y fiel a lo que la Biblia dice. Como creyentes, no podemos afirmar lo que Dios nos dice que está mal, ni llamar "bueno" a aquello que es malo (Isaías 5:20). Por esa misma razón, ya que un cristiano es alguien que ama de verdad a las demás personas, él tiene la responsabilidad de ser sincero y presentar este comportamiento como un pecado, algo que no solo desagrada a Dios, sino que también le hace daño a quien lo practica.
... pero no tiene el derecho de condenar a alguien por ser homosexual (ni le conviene)
El recordar que, como humanos, todos somos pecadores (todos hacemos lo que no le agrada a Dios de una u otra manera) debería mantenernos en una constante actitud de humildad y compasión. Un cristiano puede hablar y estar en contra de la homosexualidad, pero no puede hacerlo como si estuviera parado en un terreno moral más alto, porque él también es culpable de fallarle a Dios, ya sea en su comportamiento, sus palabras o incluso sus pensamientos (Mateo 5:27-28).
La Biblia nos recuerda una y otra vez que debemos estar muy conscientes de nuestra propia condición antes de tratar con el pecado de otros (Lucas 6:41-42; Mateo 18:23-35; Romanos 2:1; 1 Corintios 10:12; Gálatas 6:1). Es por este hecho de que compartimos la experiencia humana de "hacer las cosas mal" que deberíamos mostrar más solidaridad en nuestro trato con quienes llevan un estilo de vida homosexual. Después de todo, la única diferencia en esta área es que -por la gracia de Dios- nuestros pecados fueron perdonados en la cruz y podemos ser limpiados de ellos cada día (1 Juan 1:9). Como nada de esto es mérito nuestro, no queda mucho lugar para ser orgullosos en nuestra predicación.
Sí, un cristiano debe mantenerse firme en sus convicciones...
En este tema, como en varios otros, mantener una postura cristiana es nadar en contra de la corriente. Las consecuencias pueden ir desde ser visto como alguien "políticamente incorrecto" hasta el punto de tener discusiones y conflictos con otras personas que no piensan igual, pasando por el ser identificados como "cerrados de mente", "prehistóricos", "intolerantes", etc.
Con todo lo incómodo que puede llegar a ser, la Biblia nos recuerda que esto no debe resultarnos extraño. El camino de vivir nuestras convicciones cristianas de vez en cuando nos va a poner en oposición directa a lo que nuestra cultura piensa, de manera que terminaremos siendo el blanco de críticas y burlas. A pesar de todo eso, debemos mantenernos firmes en lo que creemos. Jesús nos dice que si llegamos a ser impopulares por seguirlo a Él, eso es una señal de que vamos en la dirección correcta (Lucas 6:22-23).
... pero no puede dejar de amar y hacer bien a otras personas
"Mantenerse firmes" en el punto anterior no significa cortar todo tipo de relación con aquellos que están en desacuerdo con nosotros. Es lamentable que incluso nosotros -entre cristianos- a veces tengamos esa actitud con respecto a discusiones sobre temas de fe.
Lo que tenemos que aprender es que existe una diferencia entre aceptar una idea, y aceptar a la persona que sostiene esa idea, porque efectivamente, es posible hacer lo último sin tener que hacer lo primero. Este es el ejemplo que nos dio Jesús, quien fue capaz de relacionarse con otros al punto de ser llamado "amigo de pecadores" (Lucas 7:34), y sin embargo, nunca dejó de lado Sus convicciones ni bajó Su estándar de vida.
Creo que lo que debemos tener más presente en este punto es precisamente lo que olvidamos más seguido en nuestras reacciones de disgusto y rechazo frente a estos temas: que estamos tratando con personas. Personas, que como nosotros, merecen un nivel básico de respeto. Personas que no debemos esperar que se comporten como cristianos, si no se han acercado a Cristo. Personas quebrantadas y dañadas por el pecado, como todos lo hemos sido alguna vez. Personas hacia las que Dios extiende Su amor y Su gracia, algo que nosotros también deberíamos reflejar (2 Corintios 5:18-21).
Como dice el refrán, es "más fácil decirlo que hacerlo", y soy el primero en reconocerlo. Tomar en cuenta estos consejos requiere que tengamos nuestra atención puesta constantemente en nuestras actitudes y respuestas hacia este tema que nos incomoda, y a menudo, nos molesta. Pero una postura cristiana completa nos lleva a seguir sosteniendo el primer mandamiento -"Amarás al Señor"- sin olvidar el segundo: "amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Marcos 12:31-32).
Lecturas Recomendadas
Homosexuality: The Biblical-Christian View - Bible.org
¡Comparte este post o suscríbete al blog!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario