24 de abril de 2024

Estudios en Juan 3 - Jesús y Nicodemo (Parte 4)


[Este post es parte de la serie Estudios en Juan, que puedes encontrar completa aquí]


Como la serpiente en el desierto

"Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:14-15)

Finalmente, para terminar este discurso (y conectando quizás el concepto de ser levantado con la idea de subir al cielo en el v. anterior), el Señor hace una referencia explícita al episodio narrado en Números 21:4-9, donde el pueblo fue castigado con una plaga de serpientes por su pecado de murmurar contra Dios y atribuirle malos propósitos. Cuando Israel se arrepintió, Dios mismo proveyó la sanidad para el castigo: una serpiente, semejante a las que habían mordido al pueblo, fue forjada en bronce y fue levantada en un asta, de manera que todo el que mirara hacia ella fuera sano del veneno de las serpientes reales.

Este mismo modelo, dice el Señor, es el que será cumplido para la salvación de las personas. De hecho, Él señala, esto debe ser así (“es necesario”, haciendo énfasis en que es la única manera de lograr este objetivo). Como lectores, deducimos fácilmente el significado de la expresión “ser levantado” en base a nuestro conocimiento general de la historia de Jesús (aunque Juan, de todas maneras, nos deja bastante claro lo que quiere decir con estas palabras en otras partes del Evangelio - Juan 8:28; 12:32-34), pero Nicodemo, en un punto en donde la Cruz aún no sucede, sólo podría formarse una idea aproximada en base a la comparación con este símbolo del Antiguo Testamento (AT).

¿Qué es lo que podemos aprender de esta comparación? Aunque es muy limitada, esta ilustración del Señor aporta con información valiosa acerca de la verdad que Él quiere mostrarle a Su oyente. En primer lugar, este ejemplo revela la verdadera condición de las personas: así como la serpiente de bronce tenía la función de librar de la muerte natural, este nuevo símbolo -la cruz de Jesús- tendría la misión de librar a las personas de un peligro semejante, la muerte en un sentido espiritual. En el tiempo de Moisés, era evidente el peligro que corrían las personas debido a la mordedura de las serpientes (sin duda podían ver las marcas de la mordedura y sentir el dolor), pero es muy posible que Nicodemo no pudiera ver a las personas de su tiempo en un riesgo parecido; no obstante, la necesidad de esta nueva acción de salvación de parte de Dios revelaba que en un sentido invisible, pero real, la gente estaba muriendo igual que los israelitas del desierto. Esto viene a complementar la respuesta del Señor en el v. 3. ¿Por qué es imprescindible nacer de nuevo para entrar en el reino de Dios? Porque el estado natural del ser humano es uno que está destinado inevitablemente a una muerte que separa del Reino (cf. Romanos 3:23). El efecto de separación de esta muerte es subrayado cuando Jesús lo relaciona con el concepto de perdición, y lo contrasta con la vida eterna en el v. 15.

Por otra parte, esta ilustración sugiere la causa de muerte. En el AT, el pecado fue el causante del castigo de Israel y de la muerte de muchos; en este caso, al presentarse mediante esta imagen, el Señor eventualmente está enfatizando además que la situación similar que está afectando a las personas tiene la misma causa: el pecado. De la misma forma, la comparación sugiere el origen de la sanidad, puesto que en ambos casos Dios -la parte ofendida por el pecado- es quien pone a disposición el perdón, en primer lugar, y también la cura para los efectos mortales del pecado.

En el caso de Nicodemo, es posible que él no haya captado estos dos últimos puntos (la causa de la muerte y el origen de la sanidad), porque el centro de la comparación del Señor parece ser precisamente la acción de “levantar” al Hijo del Hombre frente a un problema similar. No obstante, Juan deja claro a sus lectores que este es precisamente el caso, como veremos más adelante: es el pecado el que ha traído el riesgo de condenación a las personas -el “mundo”, pero es Dios el que ha provisto el medio de salvación por Su amor (vv. 16-19).

Lo que sí es central para la comparación, y lo que el Señor pretende que Nicodemo entienda plenamente, a la luz del v. 15, es -lo que podríamos llamar- la provisión de la sanidad y el medio de la sanidad. En el caso de las serpientes ardientes, la provisión de Dios fue habilitar una forma en que las personas moribundas fueran sanadas, al levantar una réplica de estos reptiles. Así también, señala Jesús, Él será “levantado” para hacer posible la sanidad de las personas en riesgo de muerte espiritual. El medio de la sanidad, en ambos casos, es la respuesta humana a través de la fe. En el caso del AT, los israelitas mordidos por las serpientes tenían que confiar en el milagro que Moisés les estaba prometiendo de parte de Dios, que con sólo mirar a la imagen, serían sanados del veneno que tenían en su cuerpo. Ahora, dice Jesús, la sanidad del pecado vendría por una acción semejante, pero interior, más que exterior: una “mirada de fe”, de confianza y dependencia en la obra que Dios realizaría.

Finalmente, el Señor procede a extraer una última lección de este paralelo: el objeto de la sanidad. En la antigüedad, la serpiente era el objeto de la obra, y todo el que miraba hacia ella era sanado (Números 21:8-9). En este caso, el Hijo del Hombre es el centro de todo. Esto es muy significativo, porque implica que el “levantamiento” no es un fin, sino un medio: “es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado para que todo aquel que en Él cree”. El objetivo de la obra es que las personas lleguen a creer, pero no en una verdad o una idea, sino en una Persona -Jesús. Es importante notar que la palabra creer (gr. pisteuo), no actúa en este pasaje según el uso que nosotros le damos comúnmente de aceptar una verdad (por ej: Mateo 24:23; Lucas 1:20; Santiago 2:19) sino como una creencia profunda, hacer descansar la confianza y -especialmente- tener fe (gr. pistis) en algo o en alguien (ej: Mateo 27:42; Juan 1:12). Es esta fe en el Señor lo que hará la diferencia en el destino eterno de cada persona en el mundo.

Haciendo la conexión con el concepto del Reino al principio de esta conversación, este último punto es interesante. Jesús transforma los términos de entrada o no entrada al Reino en términos de vida eterna y perdición, y cambia las reglas de admisión: ahora, lo que define la entrada tiene que ver más con la fe que con la pertenencia al linaje escogido, como era la esperanza de Nicodemo y los judíos. Esto es presentado explícitamente por Jesús en el Evangelio de Mateo, en Su respuesta frente a la fe de los gentiles: “Al oírlo Jesús [al centurión romano], se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe. Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” (Mateo 8:10-12).


Conclusión del capítulo 3


¿Dónde nos deja todo esto? ¿Cómo entendemos la enseñanza de Jesús en toda esta conversación? Creo que las dos cosas más importantes que debemos observar en esta sección de Juan son dos cambios que el Señor hace mientras habla con Nidodemo: Él cambia de lenguaje, y cambia de enfoque. Cambia de lenguaje, porque comienza hablando del nuevo nacimiento y de entrar al Reino de Dios, pero termina hablando de creer en el Hijo del Hombre, y de tener vida eterna. Cambia de enfoque, porque el énfasis pasa desde hacer algo -nacer de nuevo- a creer en alguien.

Por eso, en toda esta conversación, no podemos dejar de ver el recorrido por la verdad que Jesús le ha dado a Nicodemo. Desde los conceptos que este maestro debería manejar en base al AT, el Señor introduce verdades más precisas y más completas que pertenecen a este Nuevo Pacto, como la necesidad de la fe, y la posibilidad de la vida eterna. Pero, por sobre todo, Jesús ha respondido la pregunta de Nicodemo ¿Cómo es posible nacer de nuevo, acceder al Nuevo Pacto, nacer del Espíritu, entrar en esta nueva era que Dios traerá? La respuesta, en resumidas cuentas, es Jesús, el Hijo del Hombre y el enviado de Dios. No sólo es el revelador del plan divino: es su clave. Sólo la fe en Él puede abrir la puerta del Reino, al darle nueva vida a las personas (Juan 1:12-13).





A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60), y todas las citas desde fuentes en inglés han sido traducidas por el autor del blog
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