4 de abril de 2024

Dos Noticias y una Planta Para un Cambio de Vida


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"En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? Él entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después" (Lucas 13:1-9)
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Una de las cosas que “saltan” de las páginas cuando leemos el Nuevo Testamento es la increíble capacidad que tiene Jesús de transformar hasta el asunto más cotidiano en una lección espiritual. En este caso, hoy veremos cómo el Señor convierte un par de noticias y una historia sobre una planta en un fuerte llamado personal para los que lo escuchaban, un llamado que también tiene consecuencias para la forma en que hoy vemos la vida.


Dos noticias, una misma lección


Lucas 13 comienza relatando la ocasión en que Jesús fue confrontado con una noticia chocante: Poncio Pilato, el gobernador romano, se había involucrado en un nuevo conflicto con la gente; en este caso, y por razones que sólo podemos especular [1], aprovechó uno de los momentos más sagrados y vulnerables para un creyente -el momento de ofrecer sacrificios en el templo- para matar a un grupo de galileos.

Podemos imaginar fácilmente la sorpresa y el horror que los mensajeros de esta noticia llevaban consigo. Quizás esperaban de parte de Jesús alguna opinión, alguna enseñanza que simpatizara con ellos y les mostrara cómo debían pensar y responder a la información que ahora sabían. Sin embargo, el Señor está a punto de echarles un balde de agua fría; Él va a transformar esta información -pensada en producir una reacción en Él- en una lección espiritual destinada a remecer el corazón de su público.

En el pensamiento judío, la primera razón por la cual se pensaba que alguien podía caer en la desgracia era por su propio pecado, o por los pecados de sus antepasados [2]; eventualmente, la gente entre la audiencia de Jesús podría haber interpretado la tragedia de los galileos como una señal de que ellos habían desagradado profundamente a Dios y como resultado Él les había quitado Su protección. “No deben haber sido blancas palomas", diríamos nosotros. Pero a través de la pregunta que Él mismo responde, el Señor rechaza fuertemente esta forma de entender el asunto: estos galileos no sufrieron grandemente por ser grandes pecadores. La relación entre desobediencia y consecuencias es real, pero no siempre se manifiesta: a veces, aunque sea temporalmente, los injustos prosperan; otras veces, como Job, José, los profetas o los salmistas, los justos sufren.

No obstante, el peso de la lección no se encuentra en esta primera declaración, sino en la que le sigue: “antes [más bien] si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (v. 3). En un abrir y cerrar de ojos, los que antes eran oyentes de la noticia ahora son el centro de atención; el Señor les quita los ojos de las noticias ajenas, y los lleva a mirarse a ellos mismos. La idea es sencilla, pero fuerte: grandes sufrimientos no vienen sólo sobre grandes pecadores, sino que un destino similar y más trágico [3] está asegurado para toda persona si no se arrepiente. Todos somos pecadores.

Para que no quede ninguna duda, la enseñanza es reforzada por una segunda noticia similar, que relata el sufrimiento de algunas personas que fueron víctimas de la caída de una torre en Jerusalén. Los detalles son distintos, pero la enseñanza es la misma: la tragedia no está reservada para las peores personas, sino que va a alcanzar a todos por igual, a menos de que se vuelvan a Dios.

Y, por si esto fuera poco, el Señor agrega una sencilla, pero contundente parábola para completar la enseñanza: la historia de una higuera estéril que es salvada temporalmente de la destrucción con la condición de que dé fruto en un plazo determinado. ¿La lección? Quienes están escuchando al Señor, tal como esa planta, están expuestos a perecer por ser pecadores (primero en un sentido físico, y luego espiritual y eterno), pero viven porque Jesús les ha extendido misericordia mientras trabaja en ellos, con el fin de encontrar fruto en algún momento por medio del arrepentimiento.

En dos breves movimientos, por lo tanto, el Señor ha provocado un cambio dramático en Su audiencia: en un momento, ellos están escuchando una de las últimas noticias acerca de otros; pero en el siguiente, ellos están en el centro de atención, ellos ya no son oyentes externos, sino protagonistas del llamado que hace Jesús y todos ellos son enfrentados con la necesidad urgente del arrepentimiento.


Lecciones de vida para cristianos


Cuando buscamos escuchar cómo Dios nos habla a través de este relato, hay una pregunta que es muy legítima de hacer: ¿Qué nos enseñan estos pasajes a quienes ya hemos tomado la decisión de arrepentirnos? Después de todo, Jesús está llamando a personas que no le conocen a seguirle; en nuestro caso, nosotros -asumimos- le hemos conocido y creído; ya hemos pasado por ese momento crucial del arrepentimiento que nos lleva a la fe.

No obstante, los principios detrás de la enseñanza de Jesús siguen tan válidos y tan ciertos como siempre. Incluso nosotros como cristianos debemos reconocer que somos pecadores en el sentido de que continuamos luchando contra el pecado en nuestras vidas; tal como afirmaba Lutero, cada uno de nosotros es paradójicamente simul iustus et peccator, “al mismo tiempo justo y pecador” [4]. Esta realidad, junto a la paciencia demostrada por Dios hacia nosotros, debe afectar nuestra forma de vivir la vida por lo menos en tres sentidos: nos debe llevar a tener una actitud humilde, una actitud sobria y una actitud agradecida.


Viviendo humildemente

Como vimos, la primera sorpresa que se llevó la gente es que el tema de la lección no eran otros, sino ellos. Pero, ¿no es ese el mismo problema que tenemos a veces? Incluso mientras escuchamos esta enseñanza, ¿no sentimos acaso la misma tentación de ellos, de sentirnos como si fueramos observadores u oyentes neutrales, evaluando desde lejos a otros? Pensamos: “¡qué fuerte lo que están escuchando estas personas en Lucas 13!”. Siempre el tema son otros, no nosotros. Hay una tentación muy familiar en creer que todos los sermones son para otros; la idea de que siempre es otro -mi familiar, mi amigo, mi colega- el que necesita escuchar lo que Jesús está diciendo. Como siempre hay otro que peca más -o peor- que nosotros; pensamos que cada denuncia de la Biblia tiene su nombre escrito. Pero Jesús nos recuerda que todos estamos en la misma condición; incluso siendo cristianos, lo único que hace la diferencia entre otros y nosotros es la gracia de Dios. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).

Recordar que somos pecadores al igual que los demás tiene un efecto positivo sobre nuestra vida, en el sentido que nos lleva a vivir humildemente. La conciencia de nuestra condición modera nuestra relación con otras personas, nos quita ese falso pedestal moral sobre el cual nos paramos para criticar a otros y nos lleva antes a lamentar y a combatir con nuestro propio pecado. No se trata de hacer “la vista gorda” frente al pecado de los demás, sino de quebrantarnos por los pecados propios tanto como lo hacemos por los ajenos. Y esta conciencia, a su vez, modera nuestra relación con Dios, quién “resiste a los soberbios”, pero “da gracia a los humildes” (Santiago 4:6). Tal como Jesús lo enseñó en la parábola del fariseo y el publicano, cuando dejamos la actitud que piensa “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres [o mujeres]" (Lucas 18:11) y adquirimos aquella que clama “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13), entonces somos bendecidos.


Viviendo sobriamente

Una segunda lección que se llevó el público del Señor viene de Su fuerte llamado de atención: a menos de que ellos se arrepintieran, quedarían tan expuestos a la muerte como los galileos y los judíos de los que habían escuchado. Y, a la luz de la parábola de la higuera, ¿cómo define el Señor el arrepentimiento? Lo hace a través de la acción de dar fruto. Dios le concede a cada persona un cierto período de vida con el fin de que ésta llegue a conocerlo [5] y producir por Su gracia ese estilo de vida que le agrada y que está lleno de buenas obras [6].

La enseñanza de Jesús, por lo tanto, tiene este segundo efecto poderoso de recordarnos que cada uno de nuestros días es una oportunidad de vivir sobriamente y prepararnos para la eternidad. ¿Por qué es importante esto? Bueno, porque en nuestra condición de pecadores siempre está la tentación de olvidarlo, y de seguir el ejemplo del mundo, que no pierde la oportunidad de entregarse a los peores estilos de vida porque “sólo se vive una vez”. Muy por el contrario, la Biblia entera nos hace una misma pregunta frente a la realidad inminente de la muerte: ¿Estás viviendo sabiamente, sabiendo que la vida es un período de paciencia de parte de Dios para que des fruto? Las personas comúnmente somos comparados con hierba, que en un momento crece y florece, pero al siguiente se marchita y se seca (Salmo 90:5–6) ¿Estás constantemente listo(a) para partir a la eternidad, o estás demasiado arraigado en tus planes para aquí y ahora? ¿Estás invirtiendo tu vida, tu tiempo y tus recursos tomando en cuenta de que eres pasajero? Para usar el lenguaje de Jesús, ¿dónde estás haciendo tus tesoros? (Mateo 6:19–21). La imagen de la higuera viviendo un período de misericordia es un poderoso llamado a que aprovechemos sabiamente el tiempo que se nos ha dado para dar fruto, sabiendo que nuestra estadía aquí es breve. “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría" (Salmos 90:12) [7]


Viviendo agradecidamente

Una tercera imagen que podemos atesorar de estos relatos es la de la misericordia de Dios en la vida humana. En nuestra condición de pecadores mereceríamos ser quitados de esta vida por Dios como lo fueron estas personas del pasaje, y como era el destino de la higuera; sin embargo, por la paciencia y la compasión de Dios los oyentes de Jesús tenían la oportunidad de vivir y escuchar el mensaje del Señor; por esa misma compasión de Jesús la higuera tuvo un tiempo de gracia para fructificar. Esto nos lleva a una tercera actitud de vida que debemos tomar, que es la del agradecimiento.

Y suena obvio, si no fuera porque generalmente pensamos de otra manera. Damos la vida por hecho, y trazamos planes, nos proponemos metas. Pero la vida no es una garantía, como bien lo explica Santiago: “¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello”. (Santiago 4:13–15). Aunque la oración, “Señor, te doy gracias por la vida" pueda parecer una de las más rutinarias y más "cliché", la verdad es que despertar cada día es una de las bendiciones más preciosas que existen, especialmente cuando recordamos que somos pecadores. Nadie tiene un contrato que obligue a Dios a darle tanta cantidad de años o preservarle la vida. Él el dueño de la vida, y puede requerirla cuando desee y en la forma que desee, de modo que no sólo debemos aprovecharla para lo bueno, sino también valorarla y agradecerla como un don, un regalo de Su parte. Vivimos por Su misericordia. ¿No debería cambiar esto nuestro estado de ánimo, y la forma en que aprovechamos cada día?

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Al final, aunque podríamos sentir que la enseñanza de este pasaje está lejos de nosotros, en realidad no es tan así. Si bien nosotros hemos escuchado el llamado al arrepentimiento del Señor y lo hemos recibido en nuesta vida, nosotros estábamos en la misma condición que la gente de este pasaje, y lo estaríamos todavía si no fuera por la gracia y la misericordia del Señor; de hecho, aún con esos cuidados debemos lamentar nuestras fallas y pecados. También somos esa higuera estéril que por la gracia del Señor aún está en pie, y por Su cuidado puede dar algún fruto. Ambas realidades, por lo tanto, deben hacernos vivir humildemente, conscientes de nuestra propia debilidad frente a Dios y prestos a tener misericordia de otros. Siendo además pecadores perdonados, debemos vivir sobriamente, teniendo presente que esta nueva oportunidad que se nos ha dado no es para vivir como antes, sino para cambiar y prepararnos para la vida eterna. Finalmente, ese perdón y misericordia sobre nosotros debe inspirarnos a vivir agradecidos, porque no merecíamos esta nueva oportunidad, esta nueva vida, pero podemos disfrutarla todos los días. Esto es sólo una pequeña parte de lo que Jesús puede enseñarnos con dos noticias y una planta.





Notas

[1] Es posible que Pilato haya considerado a este grupo una potencial amenaza para su gobierno, teniendo en cuenta los antecedentes que nos entrega la Biblia acerca de Judas galileo (Hechos 5:37), pero nuestro texto no nos da detalles concretos sobre el motivo de este acto.

[2] Un buen ejemplo es la pregunta que los discípulos le hacen al Señor al ver a un ciego de nacimiento en Juan 9:1-2.

[3] “Pereceréis igualmente” no tiene tanta relación con la manera específica en que la tragedia sucedió en los hechos relatados (en un caso, el causante fue la maldad humana, en el otro, un accidente natural). Aquí, se refiere principalmente al hecho de que todo pecador no arrepentido perecerá, tal como galileos y judíos en este relato perecieron; ya no en el sentido natural (porque toda persona, aunque se arrepienta, perecerá naturalmente - Hebreos 9:27) sino en el sentido espiritual y eterno. Lucas utiliza la idea de perder la vida en conexión con la muerte espiritual definitiva, por ej., en Lucas 9:24 y 17:33.

[4] “Simul iustus et peccator: Una frase en latín, que significa ‘simultáneamente justificado y pecador’, usada por Martín Lutero para comunicar la realidad objetiva de la justificación por fe junto con la lucha continua del cristiano en contra del pecado”. (Kelly M. Kapic y Wesley Vander Lugt, Pocket Dictionary of the Reformed Tradition, The IVP Pocket Reference Series [Downers Grove, IL: IVP Academic, 2013], p. 109.)

[5] Ver en este sentido, Hechos 17:26-27.

[6] Juan el Bautista en su predicación habla de las obras que agradan a Dios como “frutos dignos de arrepentimiento”, es decir, la clase de vida que fluye de una persona realmente arrepentida (Lucas 3:8–14).

[7] El mismo punto puede ser hecho en relación con la venida del Señor. Pedro dice que es por esta misma razón de paciencia que Jesús retrasa Su venida: Él no quiere que nadie perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Tanto la muerte como la venida del Señor marcan el fin de la oportunidad de vida, y de la posibilidad de arrepentirse. ¿Vives sabiamente al comprender que la venida del Señor es tan inesperada como un ladrón en la noche (1 Tesalonicenses 5:2, 4)?


A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60), y todas las citas desde fuentes en inglés han sido traducidas por el autor del blog
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