Ya que estamos celebrando Navidad en estos días, aprovecharé la oportunidad para introducir estos dos conceptos que tienen mucho que ver con el nacimiento de Jesús. Ambos son parte del estudio de este evento que cambió la historia, y que recordamos con alegría.
Comencemos con el más sencillo. Encarnación viene del latín incarnari que significa "ser hecho carne" (de in, "en" y caro, "carne" en el sentido de "cuerpo"). Aunque esta palabra no aparece exactamente en la Biblia, expresiones como "hacerse carne" o "venir en la carne" aparecen varias veces, relacionadas con Jesús. Hablamos de la Encarnación para referirnos al momento en la historia en que Dios Hijo, esa Persona que el Evangelio de Juan llama "el Verbo", tomó forma humana:
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios [...] Y aquel Verbo fue hecho carne" (Juan 1:1,14)
Como indica este pasaje, al decir que Dios tomó "forma humana" no estoy diciendo que Dios sólo tomó algunas características humanas, o que tomó "prestado" un cuerpo humano, o que se "disfrazó" de hombre. Cuando hablamos de encarnación estamos diciendo que Dios, de una manera maravillosa y milagrosa, se volvió un ser humano completo. La única diferencia entre Jesús y el resto de las personas es que Él, al ser nacido de Dios, no heredó de sus padres la inclinación al mal que todos tenemos como consecuencia del primer pecado. Él vino al mundo en la misma condición en que lo hizo Adán: en un estado de pureza.
Aquí es donde entra a jugar el segundo concepto. Alguien podría pensar que cuando Dios se hizo hombre, en ese momento dejó de ser Dios. Sin embargo, la Encarnación no fue un intercambio, sino una suma. Él adquirió humanidad sin cambiar Su divinidad. Esto es lo que los teólogos llaman unión hipostática (del griego hupostasis, "subsistencia o existencia"): en la "existencia" o persona de Jesús, hay dos naturalezas unidas: la humana y la divina. Completamente celestial, y al mismo tiempo, verdaderamente terrenal. Él es el Dios-Hombre.
Del Cielo a la Tierra
Ahora, esta idea de que Dios se hizo hombre no es algo tan fácil de comprender. Los seres humanos somos muy, muy diferentes a Dios. Mientras que nosotros tenemos un cuerpo físico, Él es Espíritu. Nosotros tenemos distintas necesidades, pero a Él no le hace falta nada. Nuestra inteligencia y capacidades son limitadas, pero Él lo sabe todo y lo puede todo. ¿Cómo es posible que Jesús sea dos cosas tan distintas a la vez?
Pablo escribe en su carta a los Filipenses:
"La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos" (Filipenses 2:5-7, NVI)
En este pasaje se nos enseña que Jesús "se rebajó voluntariamente" al hacerse hombre, y eso nos da una pista para responder la pregunta anterior. Podemos ver Su acción de "rebajarse" como el esconder y dejar de lado en forma voluntaria y temporal Sus características divinas. De esta manera, por ejemplo, Él decidió vivir sin usar Su omnisciencia (la capacidad divina de saberlo todo) y en lugar de eso, tuvo un entendimiento humano, pero completamente iluminado por el Espíritu Santo. Esta es la razón por la que la Biblia puede afirmar que Jesús "creció en sabiduría" (Lucas 2:52), a pesar de que Él, siendo Dios, siempre ha sabido todas las cosas y nunca ha necesitado aprender nada.
El saber que Jesús es completamente Dios y completamente humano es una gran ayuda para nuestra lectura de los Evangelios. En ellos, por un lado, lo vemos viviendo en humildad y dependencia a Su Padre como lo haría un hombre, orando a Él y pidiéndole fortaleza, dirección y ayuda. Por otro lado, lo vemos enseñando y haciendo cosas que sólo Dios puede decir y hacer. Nada de esto tendría sentido si estuviéramos hablando de un Jesús solamente humano, o solamente divino. Sólo el Dios encarnado puede vivir estas dos dimensiones tan distintas, una vida verdaderamente humana con una naturaleza divina. La misma persona que creó el universo, se hizo un bebé y nació de una mujer para entrar en nuestra historia y salvarnos.
Por siempre, Dios y Hombre
El conocer acerca de la Encarnación tiene un gran valor para nosotros los creyentes. Especialmente a la luz de la celebración de Navidad, podemos ver el gran amor de Dios expresado en las acciones de Jesús, quien dejó tanto por lograr nuestra salvación. Él se levantó de Su trono de gloria y cambió la adoración de los ángeles y la comunión con Su Padre por un mundo frío y oscuro, de hambre, cansancio, humillación y sufrimiento. Se limitó a Sí mismo, vivió como humano y murió como humano. Pero Él también resucitó, y no dejó Su cuerpo en la tumba. Él decidió ser uno de nosotros para siempre, el puente perfecto entre Dios y los hombres. Todo esto debería inspirarnos la mayor gratitud por "nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo" (Tito 2:13).
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