31 de mayo de 2018

Bienvenido Al Lugar De La Debilidad

[A continuación, les comparto el mensaje que tuve la oportunidad de predicar en una iglesia de hogar hace un par de semanas

Mientras más alto, más bajo


Cuando queremos saber qué es lo que nuestra sociedad valora más, o cuál es su centro de atención, basta con prender la televisión, o abrir Facebook por un momento, y encontraremos la respuesta. Cuando hablamos de actitudes de vida, hay una de estas respuestas que parece ser la norma: “cree en ti mismo”. Desde la publicidad de las compañías de artículos deportivos hasta los consejos de psicólogos y motivadores, la filosofía de “trabaja duro, fortalece tus debilidades, desarrolla tus capacidades al máximo” parece ser la llave del éxito.

Este mensaje no es algo malo en sí mismo. Después de todo, incluso la Biblia habla bien del esfuerzo (aparte del clásico “Esfuérzate y sé valiente” en Josué 1:9, tenemos una buena cantidad de consejos a lo largo de Proverbios motivándonos a evitar la pereza). No obstante, cuando este principio se sale de balance, comenzamos un camino que –paradójicamente– va descendiendo más y más a medida que nuestro éxito aumenta

Todo comienza cuando nuestro esfuerzo y sacrificio logran resultados. Ya que parece haber una relación directa entre lo que hacemos y lo que logramos, empezamos lentamente a convencernos a nosotros mismos de que en realidad nuestras capacidades y talentos son la única fuente de nuestro éxito. Luego de algunas vueltas a este ciclo, ya nos vemos como personas fuertes, capaces, hábiles, virtuosas y sabias, y empezamos a confiar cada vez más en nosotros mismos para vencer cualquier obstáculo en la vida. Y como los méritos son nuestros, entonces la gloria y el honor también deben ser para nosotros, de manera que nuestra autoestima rápidamente se convierte en autosuficiencia, luego en auto-exaltación y finalmente en orgullo. Las consecuencias del éxito desbalanceado son resumidas en una forma muy ilustrativa por el autor de Proverbios: "No me des […] riquezas; […]; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová?" (Proverbios 30:8-9). Demasiado éxito puede crear una imagen demasiado grande de nosotros mismos.

Para las personas que no conocen a Dios, el orgullo no pasa de ser un defecto, un rasgo desagradable del carácter en el peor de los casos (en otros contextos, incluso se celebra a la persona soberbia como alguien que tiene desplante o personalidad). Pero en el ámbito de la vida espiritual, el orgullo es un problema de proporciones mayores, porque en la lista de las cosas que Dios detesta con toda el alma, el orgullo está muy cerca del primer lugar. Esto es casi textual de Proverbios 6:16-17, donde lo primero que se nombra en la lista negra de Dios son "los ojos altivos". Él también aborrece al corazón altivo (Proverbios 16:5) y deja en claro que ambas cosas son pecado (Proverbios 21:4).


El lugar de debilidad


Lo anterior ya debería ser suficiente para que estemos atentos a no caer en esta carrera de la auto-exaltación. No obstante, parece ser que Dios tiene Su propia forma de cuidarnos de esta tendencia. Más de una vez en la Biblia, encontramos relatos donde, en Su trato con alguno de Sus hijos, Él los lleva a (o permite) circunstancias que les quitan muchas o incluso todas sus fuentes de seguridad, creando situaciones donde no hay lugar para el orgullo.

David pasó por una de estas experiencias:


"David y sus hombres fueron a Siclag, y se dieron cuenta de que los amalecitas habían invadido el Néguev, y de que a Siclag la habían asolado y le habían prendido fuego. Habían capturado a las mujeres y a todos los que vivían allí, chicos y grandes, aunque no habían matado a nadie; simplemente se los habían llevado cautivos. Cuando David y sus hombres llegaron a Siclag y vieron que la ciudad había sido incendiada y que las mujeres y sus hijos habían sido capturados, se pusieron tan tristes que lloraron a voz en cuello, hasta que se cansaron. Entre las cautivas estaban las dos mujeres de David, es decir, Ajinoán la jezreelita y Abigaíl, la viuda de Nabal. David se angustió porque todo el pueblo quería apedrearlo, pues les dolía haber perdido a sus hijas y a sus hijos" (1 Samuel 30:1-6)

En el Nuevo Testamento, tenemos a Pablo como ejemplo:


"Hermanos, no queremos que ustedes ignoren nada acerca de los sufrimientos que padecimos en Asia; porque fuimos abrumados de manera extraordinaria y más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que hasta perdimos la esperanza de seguir con vida" (2 Corintios 1:8)

En estas situaciones, que podríamos llamar "lugares de debilidad", las personas involucradas se dan cuenta de que sus propias capacidades, talentos y recursos ya no pueden hacer nada más, y se ven enfrentadas con quiénes son ellas en realidad, a veces en maneras realmente dramáticas. Estos lugares de debilidad en la Biblia pueden tomar muchas formas:

  • Para Abraham y Sara, fueron su vejez y esterilidad (Génesis 16:2; 18:12)
  • Para Jacob, fue quedarse cojo justo cuando Esaú lo andaba buscando (Génesis 32:3-25)
  • Para Gedeón, fue la orden de Dios de usar sólo 300 soldados (Jueces 7:2-7)
  • Para Jonás, fue estar atrapado dentro de un pez (Jonás 1:17)
  • Para Ezequías, fueron más de 185.000 soldados asirios fuera de Jerusalén (2 Reyes 18:13-19:36)
  • Para Josafat, fueron los ejércitos de tres naciones marchando contra él (2 Crónicas 20:1-30)
  • Para Pedro, fueron dos noches enteras pescando en vano (Lucas 5:1-6; Juan 21:1-7)
  • Para la mujer con flujo de sangre, fueron 12 años de enfermedad sin remedio (Marcos 5:25-26)
  • Para la mujer sirofenicia, fue la aflicción de su hija y la negativa de Jesús (Marcos 7:24-27)
  • Para el hijo pródigo, fue el terminar hambriento, sucio y solo (Lucas 15:14-17)
  • Para Lázaro, fueron 4 días en la tumba (Juan 11:38-39)

Es cuando los personajes bíblicos llegan al punto de no poder hacer nada más por sí mismos, y dan el paso de recurrir a Dios en medio de su necesidad o angustia, que Él responde e interviene mostrando Su poder. David recibió dirección para actuar, y pudo recuperar todo lo que había perdido. Pablo recibió esperanza, y confianza en el Dios que podía librarlo la muerte, e incluso hacerlo volver de ella. En su lugar de debilidad, estás personas recibieron sanidad, salvación, perdón y la respuesta que necesitaban de maneras increíbles.


Dos lecciones del lugar de la debilidad


Lo primero que uno aprende al leer de estas situaciones, y experimentarlas en su propia vida, es una lección sobre el poder y la grandeza de Dios. Contrastados con nuestra debilidad y nuestras limitadas capacidades, Su sabiduría y omnipotencia brillan en forma gloriosa cuando Él viene a nuestro rescate. Como alguien dijo alguna vez "Nunca sabrás que Dios es todo lo que necesitas hasta que Dios sea lo único que tengas". O también, citando un mensaje muy antiguo que prediqué hace casi 8 años en este mismo lugar, "nuestra debilidad es la excusa perfecta para que Dios muestre Su gloria y poder en nuestro favor. Como en el caso de Pedro, con su pesca fallida de toda la noche, o María y Marta frustradas por 4 días de muerte de su hermano, a veces Dios se asegura de que nuestras dificultades sean más grandes que nosotros, para que comprobemos que, aunque nosotros no podamos, Él lo puede todo, y Él está con nosotros. Para Él nunca es demasiado tarde, ni demasiado difícil, y en nuestra debilidad, Él nos sostiene y Su gracia es suficiente". Esta es la lección que Pablo aprendió: que mientras más grande sea la debilidad humana, más claro puede verse el poder de Dios. Por medio del poder del Dios que nos ayuda, cuando somos débiles, es cuando más fuertes podemos llegar a ser (2 Corintios 12:7-10).

Pero cuando reflexionamos en el patrón que siguen estos episodios, el lugar de debilidad no solo hace posible que veamos de manera más clara el poder de Dios en acción. En el proceso de destruir el orgullo de una persona, estas situaciones límite también producen en ella lo opuesto, esa actitud tan deseable para Dios que es la humildad. En este el lugar de debilidad, tomamos conciencia de nuestra propia pequeñez, limitaciones y fallas, y esto es algo a Dios le agrada, pues crea un espacio, un ambiente propicio para que nos demos cuenta de que necesitamos Su ayuda, Su gracia, Su guía y Su poder. Nos damos cuenta que lo necesitamos a Él, y que debemos buscarlo. Esta fue la lección que aprendió Jacob: Su lugar de debilidad lo dejó lisiado de por vida, pero le dio la actitud precisa de humildad y dependencia que Dios quería para él. Dejó de ser Jacob, el engañador, el calculador, el que siempre se salía con la suya, para ser Israel; limitado y dependiente, pero bendito (Génesis 32:25-30). Lo mismo podríamos decir de Job, cuyo caso fue quizás el ejemplo más extremo de lo que puede llegar a ser un lugar de debilidad. Luego de pasar lo peor, él confiesa: "Yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza" (Job 42:3-6). Incluso alguien tan justo como Job tenía algo que aprender de esta experiencia del lugar de debilidad.


Una actitud para mantener de por vida


¿Y si intentáramos aplicar la lección del lugar de debilidad a nuestras vidas cotidianas? ¿Qué pasaría si siguiéramos viviendo nuestras vidas conscientes de que somos limitados, y que necesitamos a Dios? ¿Y si hiciéramos de la humildad un estilo de vida? Probablemente los resultados serían tremendos. ¿Por qué? Porque con la misma intensidad que Dios detesta el orgullo, Él ama la humildad. Vez tras vez, la Biblia testifica del valor de esta virtud ante sus ojos:

Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde” (Salmos 138:6)
Jehová exalta a los humildes” (Salmos 147:6)
Porque Jehová tiene contentamiento en su pueblo; Hermoseará a los humildes con la salvación.” (Salmos 149:4)
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.” (Isaías 57:15)
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.” (Mateo 5:3-4)
Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (Mateo 23:12)
Pero Dios […] consuela a los humildes” (2 Corintios 7:6)
"Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.” (1 Pedro 5:5)

Dios se deleita en los corazones humildes. Les da gracia, los levanta, los consuela. Al mirar los beneficios espirituales que trae la humildad en cuanto a nuestra relación con Dios, es fácil darnos cuenta de que vale la pena hacer de esta actitud un estilo de vida.

¿Cómo podemos vivir humildemente? La respuesta es sencilla: En la misma forma en que lo hacemos en el lugar de la debilidad. Cada día nos hacemos conscientes de nuestras propias limitaciones e imperfecciones, y recurrimos constantemente a Dios en busca de ayuda, sabiendo que Él puede hacer aquello que nosotros no podemos. Nos esforzamos por bajar nuestra autoestima, para así aumentar nuestra "Cristoestima". Dejamos de lado el lenguaje de la autosuficiencia, para aprender a decir más seguido “yo no puedo", "yo no soy capaz", "yo no soy digno", "no soy la indicada", y -al mismo tiempo- aprender a decirle más a Dios “Tú sí puedes”, “Tú eres poderoso”, “Confío en Ti”. Podemos aprender de Pedro como funcionan estas dos actitudes juntas: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y no hemos pescado nada; pero ya que tú me lo pides, echaré la red” (Lucas 5:5). El centurión también es un gran ejemplo: “Señor, yo no soy digno de que entres a mi casa. Pero una sola palabra tuya bastará para que mi criado sane” (Mateo 8:8)

La vida de humildad y dependencia es superior a la vida autosuficiente y confiada en sí misma, porque las cosas que podemos hacer con nuestras propias fuerzas y capacidades no se comparan ni en la menor medida con las cosas que podemos hacer cuando Dios está con nosotros, como David confiesa en los Salmos "Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros" (18:29). Pero, más importante todavía, un corazón humilde hace posible tener algo que un corazón que se exalta a sí mismo jamás podrá tener: la cercanía con Dios ¿Cual quieres tener tú?




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