30 de septiembre de 2015

La Decisión Más Importante en la Vida


Con todo lo que valoro los temas que comparto en este espacio, hay buenas probabilidades de que este sea el post más importante que pueda escribir aquí en el blog. Por eso, no quise incluirlo en la categoría "En Palabras Simples" como el resto de las entradas en que definimos un concepto. Más que definir Evangelio, quiero compartirlo como una invitación.

Para los curiosos: "Evangelio" es una palabra transportada desde el griego 'euangelion', que quiere decir "buena nueva" o "buena noticia" (de eu, "bueno" y angelion, "mensaje"). El Evangelio es una buena noticia para nosotros. Pero comencemos la historia desde el principio. Es una gran historia, pero trataré de ser breve.

Primer acto: La relación más especial


Dios existe. Para algunos de ustedes eso puede estar bastante claro, mientras que otros no estarán para nada convencidos. Para aquellos de este último grupo es que nosotros los cristianos ofrecemos razones para creer en Dios como, por ejemplo, el argumento cosmológico que estudiamos hace un tiempo. Él no es una idea ni un invento humano; Él es real.

Dios creó este asombroso universo, este planeta, y a cada persona que ha vivido, entre ellas, cada uno de ustedes y yo. Como seres humanos, somos una creación especial de Dios, hechos según Su imagen. Entre otras cosas, esto significa que compartimos con nuestro Creador la capacidad de pensar y la libertad de tomar decisiones.

"Así que Dios creó a los seres humanos a Su propia imagen. A imagen de Dios los creó; hombre y mujer los creó." (Génesis 1:25-27, NTV)

Cada cosa creada, desde lo cósmico hasta lo microscópico, fue hecha por Dios con un propósito en mente. Particularmente, Él nos hizo a cada uno de nosotros para Él, para que tengamos una relación con Él.

"Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por Él y para Él." (Romanos 11:36, DHH)

Sin embargo, el primer hombre y la primera mujer decidieron romper su relación con Dios al desobedecerle en el mandamiento más importante que Él les había dado (Génesis 3:1-8). Como resultado de este primer pecado, el dolor, la enfermedad y la muerte llegaron a ser parte de ellos, y de cada uno de nosotros, sus descendientes.


Segundo acto: El problema más grave


Pero no fueron sólo Adán y Eva quiénes se equivocaron. Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida (si ustedes son como yo, en muchos momentos) hemos hecho algo sabiendo que estaba mal. Todos hemos pecado. El problema es que no imaginamos el alto costo que esto tiene. La Biblia dice:

"La paga que deja el pecado es la muerte" (Romanos 6:23, NTV)

Quizás a primera vista esto suene como un castigo demasiado extremo para errores cotidianos como una pequeña mentira, o desobedecer a los padres. Pero, como les expliqué anteriormente, el pecado es más que una simple equivocación: en el fondo, es una decisión de ponernos a nosotros mismos por encima de Dios, al creer que nuestra voluntad es más importante que la Suya y que nosotros podemos dirigir mejor nuestra vida que Él. Por eso el pecado es tan grave. Al pecar, hacernos lo malo, ofendemos a Dios y nos alejamos de Él, al igual que Adán y Eva. Y como Dios es la fuente de la vida verdadera, lejos de Él -naturalmente- moriremos. En nuestro estado actual, de hecho, no sólo moriremos físicamente algún día... también pasaremos una eternidad lejos de Dios, sufriendo por nuestra maldad, en el sentido más profundo del concepto "morir". No es una verdad que me alegre compartir, pero un cristiano no puede esquivarla. La Biblia declara:

"Todos [los seres humanos] pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23, RV60)

Es totalmente comprensible que en este punto surjan preguntas. Quizás una de las más comunes sea "¿Cómo puede castigar Dios a personas que -en general- han llevado una buena vida?". Nos extraña que personas que consideramos dignas de admiración por su carácter y sus virtudes puedan sufrir este destino. Sin embargo, aquí es donde entra el testimonio de la Biblia otra vez. El Antiguo Testamento es el registro de cómo Dios pasó siglos (literalmente) enseñándole al pueblo de Israel que, aunque las buenas obras son muy importantes y necesarias, ellas no pueden borrar los pecados. Ni cien, ni mil, ni diez millones de buenas obras tienen el poder de retroceder el tiempo y deshacer nuestros pecados para hacernos inocentes.

Es en este mismo sentido que podemos encontrar una respuesta a la pregunta "Si Dios es tan bueno, ¿por qué simplemente no me perdona?" Permítanme utilizar un ejemplo en este punto. Si una persona estuviera en un juicio contra alguien que le robó, y el juez dejara libre al ladrón simplemente porque quiso perdonarlo, ¿se sentirá esta persona satisfecha con el veredicto? ¿Felicitará al juez por ser tan bondadoso? ¡Por el contrario! Su primera reacción será decir que el juez es completamente injusto, pues no dio el castigo a quien lo merecía. Bueno, de la misma forma, Dios es el Juez perfecto, y es por esa razón que Él no puede "simplemente perdonarnos". Eso sería algo injusto de Su parte. Él no puede tratarnos como si fuéramos buenos, porque no lo somos. La Biblia dice:

"Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable" (Nahúm 1:3, RV60)

Nuestro problema es grave. Somos culpables. Hemos rechazado al Dios que nos dio la vida, y nos hemos apartado de Él. Peor todavía, no podemos hacer nada para solucionar el problema del pecado por nosotros mismos (y de hecho, día tras día demostramos que tampoco nos interesa mucho solucionarlo, pues seguimos haciendo lo malo). Si la historia quedara hasta aquí, sólo nos quedaría esperar con temor el juicio al final de nuestra vida (Hebreos 9:27), en el cual tendremos que responder por nuestras acciones y pensamientos, y recibir su justa consecuencia.


Tercer acto: La muestra más grande de amor


Pero, para felicidad nuestra, la historia no termina ahí. El Dios que es perfectamente santo y justo nos sigue amando a pesar de que hemos pecado contra Él y le hemos dado la espalda. Para resolver el difícil problema del pecado, que debe ser castigado para que se haga justicia, Dios tomó la decisión más radical en la historia del universo: se hizo hombre.

En el cambio más increíble que uno pueda imaginar, Dios se volvió humano en la persona de Jesús para recibir el castigo que nos correspondía a cada uno por nuestros pecados. Fue tan grande el peso de nuestra maldad que tuvo que sufrir una humillante tortura, y morir dolorosamente en una cruz. Pero Su amor lo llevó a cumplir esta misión hasta el final.

"A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados. Difícilmente habrá quien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena. Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:6-8, NVI)

Ya que Jesús murió por nosotros, ya no tenemos que sufrir el castigo por nuestros pecados. Dios ya hizo justicia, y ahora sí, puede perdonarnos. Esto es el Evangelio. Todo aquél que cree en Jesús -es decir, cada persona que decide aceptar Su amor y darle su vida en confianza- recibe Su perdón, una vida renovada que dura para siempre, y un nuevo comienzo. Y todo esto, ¡sin tener que entregar nada a cambio!

"Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Juan 3:16, NTV)

"Pues la paga que deja el pecado es la muerte, pero el regalo que Dios da es la vida eterna por medio de Cristo Jesús nuestro Señor" (Romanos 6:23, NTV)


Escena actual: La decisión más importante


El Evangelio es el llamado a que tomemos la elección más importarte que una persona puede tomar en su vida, pues ella define nuestra eternidad. Sin embargo, no podemos quedarnos con una imagen limitada de este concepto tan importante.

El Evangelio es más que simplemente escapar del castigo de nuestros pecados: es empezar a vivir una vida distinta, llena de sentido y de esperanza. Hacerse cristiano es mucho más que aceptar una lista de verdades y principios: es conocer a Dios en forma personal y comenzar una relación de amor con Él. La fe de quienes somos creyentes no comenzó movida por el temor del juicio, sino por el agradecimiento al Salvador que lo dio todo por nosotros.

"Nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero" (1 Juan 4:19, RV60)

Eso es el verdadero Evangelio.

La invitación ya está hecha ¿Qué dices?




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