11 de septiembre de 2015

En Palabras Simples: Pecado


Un concepto que tocamos en el post anterior sobre homosexualidad y que vale la pena retomar por su gran importancia es el de pecado. De hecho, es tan importante que vale la pena que me arriesgue a repetir un poco de información, con el fin de que se entienda lo más claramente posible.


Definición: ¿Qué significa pecado?


Básicamente, pecar es fallar en hacer la voluntad de Dios. La Biblia, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, utiliza palabras en sus lenguajes originales que nos hablan del pecado como "fallar", "desviarse" o "no acertar al blanco". En este caso, el punto de referencia del cual una persona se desvía es la definición de todo lo bueno, es decir, el carácter de Dios mismo. Por ejemplo, ya que Dios es un Dios de verdad (Deuteronomio 32:4, Salmos 31:5), el fallar en decir la verdad (mentir) es un pecado.

Ya que Dios nos habla de Su carácter y Su voluntad a través de Sus mandamientos (ej.: los Diez Mandamientos en el Antiguo Testamento), la forma más fácil de reconocer el pecado es verlo como el acto en que rompemos uno de ellos.


Trasfondo: Lo que el pecado dice de nosotros


No todas las palabras bíblicas para referirse al pecado tienen esta imagen de equivocación o falla. Hay otras que nos hablan directamente de maldad y desobediencia. Esto sucede porque el pecado es más que un simple descuido: es una decisión que se toma en contra de Dios.

Lo que sucede en nuestro interior cada vez que pecamos es que, básicamente, nos ponemos a nosotros mismos por encima de Dios. A pesar de que Él es nuestro Creador, elegimos nuestra voluntad antes que la Suya; creemos que nuestros planes son mejores que Sus planes, que nuestras decisiones son más inteligentes que las Suyas y que nuestro propio placer es más importante que hacer lo correcto y lo que a Él le agrada. Como consecuencia de esto, ofendemos a Dios y nos alejamos de Él.


Alcance: Las áreas donde se expresa el pecado


Los mandamientos de Dios y Su voluntad abarcan mucho más que simplemente temas "religiosos". En Su sabiduría y preocupación, Él nos habla acerca de nuestra vida familiar, nuestros pasatiempos y prioridades, nuestra relación con las autoridades y con otras personas. Por esta razón, el ignorar el consejo de Dios en estas áreas también es un tipo de pecado. Es más: al hacer mal a otras personas, además de pecar contra Dios, también estamos pecando contra ellas (Génesis 50:17, Lucas 17:3). ¡Incluso podemos pecar contra nuestro propio cuerpo si lo utilizamos de forma indebida! (1 Corintios 6:18) Cada vez que hacemos cosas que vayan en contra de la relación ideal de Dios con el hombre o del ideal de vida humana, eso es pecado.

Profundidad: El punto de partida del pecado


Lamentablemente para nosotros, cometer "malas acciones" no es la única forma de equivocarnos delante de Dios. Es cierto, la forma de pecar más básica en la que podemos pensar es aquélla que se lleva a cabo a través de una acción física, como en el caso del robo o del adulterio. Sin embargo, no es necesario que la acción involucre todo nuestro cuerpo. Por ejemplo, nuestras palabras -ya sean expresadas en forma audible o escrita- son perfectamente capaces de ser pecado, cuando decimos una mentira u ofendemos a alguien. (Hay veces, de hecho, en que una palabra puede ofender más, o causar más daño que una acción en la que usemos el resto de nuestro cuerpo).

Pero este problema va incluso más profundo que nuestro cuerpo. Como definimos anteriormente, pecado es más que sólo una acción visible: es una decisión que se toma internamente. Por esto, es perfectamente posible que alguien que a simple vista luce como una buena persona, en realidad esté viviendo radicalmente en contra de la voluntad de Dios. Todo depende de su corazón.

No debería extrañarnos que podamos desagradar a Dios con nuestros pensamientos, porque Él lo conoce todo, y eso incluye nuestras mentes y corazones (1 Samuel 16:7, Hebreos 4:13). Él puede ver claramente nuestros malos pensamientos, nuestras motivaciones egoístas, nuestra codicia y nuestro orgullo. El problema de fondo -nos dice Jesús- es que nuestro corazón es el origen de todos nuestros pecados, ya sea de los que se expresan visiblemente, como de aquellos que sólo nosotros conocemos (Marcos 7:20-23). Es por eso que nuestros pensamientos e intenciones también afectan nuestra vida y nos alejan de Dios, independientemente de que los dejemos "salir a la luz" o no.

Finalmente, la Biblia nos indica que en nuestra relación con Dios no sólo importa lo que hacemos directamente, sino también lo que dejamos de hacer. El apóstol Santiago dice que cuando no tomamos la decisión de seguir la voluntad de Dios, esto es -en sí mismo- una mala decisión; saber cómo hacer el bien, y negarnos a hacerlo, es equivalente a hacer lo malo (Santiago 4:17).



¡Comparte este post o suscríbete al blog!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario