Una de las múltiples formas en que nuestra sociedad moderna ve a Jesús es, por decirlo así, el "revolucionario del amor": un Jesús radicalmente opuesto al sistema civil y político de su tiempo, que odiaba los dogmas religiosos, y cuyo mensaje central era el amor al prójimo. Es posible que lo hayan visto asomarse en alguna imagen dentro de sus redes sociales, promoviendo la aceptación de alguna persona o grupo marginado, o -más frecuentemente- defendiendo alguna causa en contra de las críticas de cristianos conservadores.
Esta imagen revolucionaria del Señor parece provenir efectivamente de los Evangelios, pero... ¿es en realidad un retrato correcto del Jesús bíblico? ¿Fue Su mensaje un rompimiento con todo lo que estaba establecido para darle paso al amor? Veamos qué podemos encontrar en el registro de Su vida dentro del Nuevo Testamento:
El Jesús de la libertad y el amor
Lo que es justo, es justo: debemos dar crédito a las personas que promueven esta imagen de Jesús por captar relativamente bien la intensidad de ciertos aspectos de Su vida. Sí, Él fue tremendamente crítico con muchos de Sus contemporáneos, especialmente con los fariseos, los escribas e intérpretes de la ley. Aun cuando eran considerados la élite espiritual de la época, Jesús los denunció fuertemente, y los acusó de hacer pasar como enseñanza divina los mandamientos y tradiciones que ellos mismos habían creado:
"Y así, por la tradición de ustedes, invalidan el mandamiento de Dios. ¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, cuando dijo: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. No tiene sentido que me honren, si sus enseñanzas son mandamientos humanos'." (Mateo 15:6-9)
Cristo no sólo denunció las enseñanzas, sino también el mismo ejemplo de vida de estas personas como algo odioso:
"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque le niegan a la gente la entrada al reino de los cielos, y ni ustedes entran, ni tampoco dejan entrar a los que quieren hacerlo. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque devoran las casas de las viudas, y como pretexto hacen largas oraciones. Por esto, mayor será su condenación [...] ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas! Porque pagan el diezmo de la menta, del eneldo y del comino, y soslayan lo más importante de la ley, que es la justicia, la misericordia y la fe. Es necesario que hagan esto, pero sin dejar de hacer aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!" (Mateo 23:13-14, 23-24)
Por otro lado, es bien sabido que Jesús se destacó por Su tremendo amor y compasión. Se acercaba a aquellos despreciados por la sociedad, como los enfermos contagiosos, los pobres y los pecadores de toda clase; sanaba sus enfermedades físicas, perdonaba sus pecados y les predicaba el Evangelio (Mateo 8:1-4; 9:9-13; 11:4-6). Su enseñanza siguió la misma línea, y vez tras vez lo encontramos hablando sobre el amor -hacia Dios, el prójimo e incluso los enemigos- como un tema central del Evangelio (Lucas 6:37; 10:25-37; Mateo 5:43-45; 25:31-40).
Así que sí, efectivamente, Jesús fue un revolucionario del amor. Es algo imposible de negar a la luz de los Evangelios. El problema con esta imagen del Señor no es que sus defensores estén equivocados en este punto; es que ellos no nos están contando la historia completa.
El Jesús que es Señor y Salvador
Por más paradójico que suene, aunque el Señor sí fue crítico de la religión de Su tiempo, también fue tan dogmático y conservador como se puede ser con respecto a Su mensaje. Al hablar acerca de la Escritura (en ese entonces, el Antiguo Testamento), nunca hizo ningún intento de reinterpretarla; al contrario, la estableció como una norma vigente y una profecía segura para las personas de Su tiempo:
"La Escritura no puede ser quebrantada" (Juan 10:35)
"Pero más fácilmente pasarán el cielo y la tierra, a que deje de cumplirse una sola letra de la ley" (Lucas 16:17)
Esto no es todo: en lo que muchos defensores del Jesús "revolucionario del amor" calificarían como la máxima muestra de intolerancia, el Señor no sólo afirmó todo el Antiguo Testamento, sino que se afirmó a Él mismo -y sólo a Él- como el único camino hacia Dios:
"Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí." (Juan 14:6)
Aún me sorprende que haya creencias fuera del Cristianismo que consideren a Cristo como un gran profeta, porque técnicamente, lo que Él está diciendo en esta declaración es que ninguna de ellas sirve para acercarse a Dios. Ni Krishna, ni Buda, ni Mahoma son el camino; sólo Él lo es. Bastante radical para ser un mensaje de puro amor y aceptación, ¿cierto?
Pero hay más todavía. El Señor también declaró que Su mensaje, más que traer unidad y fraternidad, traería división y conflictos, incluso dentro de las familias:
"No piensen que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. He venido para poner al hijo contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra" (Mateo 10:34-35)
Y sospecho, por otra parte, que el siguiente tiene que ser uno de los pasajes más desconocidos -o ignorados- entre los defensores de este Jesús que es todo aceptación:
"Luego llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame" (Marcos 8:34)
La verdad es que podríamos continuar revisando pasajes como estos durante bastante tiempo, pero imagino que ya pueden ver hacia dónde voy. Quiero ser muy claro: esto no se trata, en absoluto, de minimizar la importancia central que el amor tiene para Jesús. Él predicó este énfasis al punto de poner en alto al amor como la virtud más elevada, que resume toda la ley y los profetas (Mateo 22:37-40). Él también vivió este énfasis: lo llevó a la práctica intensamente durante todo Su ministerio, enseñando, sanando, liberando y restaurando. Su carrera en este mundo terminó y fue coronada con lo que Él consideró la máxima expresión de amor -dar la vida por aquellos que amaba (Juan 15:13).
El punto es que, cuando damos una mirada más de cerca, nos damos cuenta de que el amor de Jesús no es el amor genérico, abstracto y absolutamente inclusivo que predican algunas personas. Él sin duda alguna amó a las personas, pero nunca lo vemos abrazando las ideas y comportamiento de ellas, ni comprometiendo Sus propios estándares de vida. Él no estuvo en contra de la autoridad por el solo hecho de ser autoridad, ni criticó a la religión sólo por ser religión, sino que denunció la autoridad mal usada, y la falsa religión. Él mismo, en realidad, proclamó la verdadera religión: amor, perdón y gracia sin medida, pero que sólo tienen sentido en el contexto de la Escritura y de la forma en que Dios se ha revelado a los seres humanos; no un amor genérico donde cualquier idea es aceptada y aplaudida, sino un amor estrechamente relacionado con conceptos tan concretos y específicos como el pecado, la fe, la salvación y la santificación.
Al final, esto es lo que nos advirtió C.S. Lewis cuando escribió en Mere Christianity, "dejémonos de tonterías condescendientes de que [Cristo] era un gran maestro humano. Él no nos dejó abierta esa posibilidad; no era ésa su intención". Jesús revolucionó el mundo con su amor (y aún lo hace), pero si "ama a tu prójimo" hubiera sido todo lo que quiso decir, habría sido innecesario que derramara Su sangre por la humanidad (es más, los fariseos no habrían encontrado una excusa para crucificarle, en primer lugar). La verdad es que el Jesús del amor y la libertad es inseparable del Jesús que es Señor y Salvador. El sencillo carpintero de Nazaret y el Dios Altísimo del Antiguo Testamento son la misma persona. Y Él no puede ser el autor de la revolución del amor, sin mencionar que ese amor es inseparable de la cruz que tuvo que ocupar por nosotros.
A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera Contemporánea (RVC)
¡Comparte este post!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario