El Salmo 119 es una de los textos clásicos para este día en que celebramos el Día de la Biblia. El salmista habla aquí sobre las virtudes de la ley de Dios, de Sus testimonios y de Sus palabras. Al momento de escribir, lo más probable es que el autor no sepa que existirá un Nuevo Testamento, pero entendemos que todas estas características se aplican perfectamente al conjunto de ambos Testamentos que llamamos Biblia.
La porción de este Salmo en la cual reflexionamos en particular nos enseña algunas virtudes de la Palabra de Dios que le vendría muy bien al mundo poder comprender y abrazar. En este pasaje, podemos encontrar respuestas a dos grandes males que reinan en la actualidad: la confusión y la tristeza.
La Biblia es el antídoto contra la confusión
"Lámpara es a mis pies tu palabra,
Y lumbrera a mi camino" (Salmo 119:105, RV60)
En este verso, la imagen que se nos presenta es la de una persona caminando en la oscuridad y utilizando de una fuente de luz para guiar sus pasos y seguir su camino. Si pensamos en estos símbolos, podemos llegar al acuerdo de que la luz usualmente representa claridad, conocimiento y certeza, mientras que la oscuridad simboliza confusión, incertidumbre y desconocimiento.
La oscuridad (el panorama que rodea al protagonista del salmo) es una buena metáfora para representar al mundo que no conoce a Dios. Lamentablemente, sin la luz de la Palabra de Dios, las personas están en la oscuridad: no conocen el camino, no tienen rumbo ni propósito. Cuando se enfrentan a las preguntas más profundas de la vida, "¿quién soy?", "¿de dónde vengo?", "¿a dónde voy?" y "¿por qué estoy aquí", se dan cuenta de que en realidad no tienen respuestas para ellas, ni nadie que les ayude a contestar. ¿Por qué ocurre esto? La respuesta es que la única persona que puede decirnos el propósito exacto de una herramienta que nunca hemos visto es quién la creó. Llevemos, por ejemplo, un abrelatas a una tribu perdida en África: con toda certeza, no sabrán qué es y le darán otro uso, pues sólo nosotros que hemos creado este instrumento para nuestras necesidades conocemos el motivo de su existencia. De la misma manera, el mundo intenta todos los días descubrir el sentido de la vida, pero fracasa una y otra vez, porque sólo el Creador de la vida puede decirnos para qué la creó.
Algunos piensan que el sentido de la vida está en tener felicidad y tranquilidad, pero rápidamente se topan de frente con la realidad del sufrimiento y la maldad. Otros creen que pueden vivir vidas significativas acumulando fama y riquezas, sólo para darse cuenta, como Salomón, que esas cosas no pueden llenarlos de verdad (Eclesiastés 2:1-11)
Pero cuando conocemos el testimonio que Dios nos dejó, es como si la luz se encendiera. En la Biblia encontramos el verdadero propósito de la vida. Aprendemos que no somos una casualidad en el universo: tenemos valor y sentido porque el Creador de todo lo que existe nos formó a Su imagen y semejanza; nos hizo seres especiales y nos puso sobre todo el resto de la creación (Génesis 1:27-28). Además, Él no nos creó sólo para existir en esta tierra; como todo lo creado, Él nos hizo Sí mismo (Romanos 11:36), y para entrar en una relación cercana con Él, tal como lo ilustra el jardín del Edén. A través de la Biblia, Dios nos enseña que Su deseo es que pasemos la eternidad junto a Él, y que cuando esto fue hecho imposible por nuestro pecado, Él nuevamente lo hizo posible a través del sacrificio de Su Hijo (Juan 3:16; Romanos 6:23). Los cristianos, más que todas las personas de este mundo, vivimos (o al menos, deberíamos vivir) cada día llenos de propósito, pues cada día experimentamos el proyecto de Dios de transformarnos para que seamos más parecidos a Jesús (Romanos 8:29), y de darnos un lugar en Su reino logrando cosas para Él (Lucas 10:2; Mateo 28:19-20; 1 Pedro 2:9). La luz de la Palabra de Dios nos muestra que las cosas que hacemos y las decisiones que tomamos importan eternamente.
Esta luz que nos entrega la Biblia sin duda es un poderoso antídoto contra la confusión, la falta de dirección y de propósito que existe en el mundo. Es por eso que resulta tan extraño encontrar entre nosotros mismos hermanos que se desvelan preguntándose cuál es la voluntad de Dios para sus vidas, o cuál es la dirección que deben seguir. Cuando sucede esto, basta con leer precisamente la Biblia, y encontraremos que toda la información necesaria para vivir la vida cristiana, se encuentra aquí, de una forma u otra. Así lo afirma el apóstol Pablo:
"Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil [...] a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Timoteo 3:16-17)
La Biblia es el antídoto contra la tristeza
"Por heredad he tomado tus testimonios para siempre,
Porque son el gozo de mi corazón." (Salmos 119:111, RV60)
Aquí tenemos otra escena, pintada con colores del Antiguo Testamento. Una heredad es, por decirlo así, una herencia, pero en un sentido muy específico: esta era una posesión de tierra, una porción del territorio en Israel que iba pasando de generación en generación dentro de una familia como propiedad para habitar y obtener sustento. Todas las familias en Israel tenían una heredad, excepto los descendientes de Leví, que fueron consagrados por Dios para Su servicio. La heredad de ellos era el privilegio y las bendiciones de servir al Señor (Números 18:20, 23-24). En este verso, el salmista habla de algo similar: él quiere tomar como su heredad, como su posesión, su lugar y su sustento, en vez de algo material, los testimonios del Señor, por la capacidad que tienen de traer alegría.
Esto es importante, porque la realidad del mundo es de tristeza y desesperanza. Teniendo todo el día en nuestros oídos noticias sobre enfermedades, accidentes, injusticias y crímenes, tenemos razones de sobra para estar tristes, preocupados y angustiados. Como hemos visto, esto es dramáticamente peor para alguien que no cree en Dios ni tiene la luz de Su Palabra, porque eso significa aceptar que nada en esta vida tiene un sentido y un propósito final, y que no existe una razón más profunda que justifique el sufrimiento. Estas personas no tienen un alivio ni un consuelo: los inocentes sufren y los malos prosperan, sólo porque sí. No es casualidad de que Pablo haya dicho, advirtiendo a los corintios, que "la tristeza del mundo produce muerte" (2 Corintios 7:10).
Sin embargo, nuevamente, la Palabra de Dios es un antídoto contra la tristeza para quien la ha atesorado en el corazón. En ella encontramos que verdaderamente tenemos bendiciones "a manos llenas" en nuestras vidas. Hemos sido perdonados de todos nuestros pecados (Colosenses 2:13), hemos recibido el amor de Dios derramado en nuestros corazones (Romanos 5:5), hemos sido adoptados y pertenecemos a Su familia (Romanos 8:15), y somos preservados de tal manera de que ni la muerte ni la vida nos puede apartar del amor de nuestro Padre (Romanos 8:38-39), quien nunca nos abandonará ni nos desamparará (Hebreos 13:5).
Más aún, al ser enfrentados con la misma realidad del sufrimiento y del dolor, tenemos esperanza que nos permite seguir alegres. Somos fortalecidos para poder soportar las dificultades (Filipenses 4:13), y somos consolados por Dios cuando llegan a nuestras vidas (2 Corintios 1:4). Sabemos que todo lo que sucede tiene una razón de ser dentro del plan del Dios que lo tiene todo bajo control (Romanos 8:28), y que finalmente, todas las injusticias serán corregidas, toda maldad será eliminada y toda lágrima de los hijos de Dios será secada (Apocalipsis 21:4). Para quiénes son de Jesús, todo sufrimiento de esta vida, aunque haya durado 90 o 100 años, será eclipsado con una eternidad de alegría, amor y vida en abundancia junto al Padre. ¿Cómo podremos estar tristes, con tales promesas como nuestra posesión?
Esto, pues, debería llamar nuestra atención en esta mañana. Si nos vemos a nosotros mismos como cristianos que constantemente viven enojados o tristes, con amargura en vez de gozo, quizás sea el caso que hemos fallado en abrazar las verdades de la Palabra de Dios, y que debemos volver a hacerlo.
Consejos finales
"Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos
De continuo, hasta el fin" (Salmos 119:112, RV60)
Esta porción del Salmo 119 termina con una declaración muy significativa. El salmista nos indica que él ha "inclinado su corazón", es decir, se ha dispuesto, y ha tomado una decisión deliberada con respecto a la Palabra de Dios. En nuestros días, donde está tan de moda la idea de "seguir a nuestro corazón", este extraño principio es el camino a seguir para nosotros como cristianos: Debemos tomar la iniciativa con respecto a la Biblia. Algunos de nosotros no estamos interesados naturalmente por la lectura, o quizás a otros nos cuesta leer, pero el caso es que, por alguna razón misteriosa, Dios escogió entregarnos su revelación en forma escrita, y debemos hacer un esfuerzo por conocerla. Recibir los antídotos contra los males del mundo que encontramos en la Biblia requiere que tomemos la decisión de acercarnos a ella.
Otra cosa: no sólo es importante leerla. Como sabemos, debemos ser hacedores y no quedarnos simplemente como oidores (Santiago 1:22). El salmista se dispuso a conocer, y a ser enseñado en los caminos de Dios, pero además a cumplirlos, a ponerlos en práctica y a hacerlos vida. Nuestra lectura bíblica debe ser acompañada de un compromiso de nuestra voluntad a cumplir lo que Dios espera de nosotros.
Finalmente, un último alcance. La Biblia, con todo lo maravillosa que es, no tiene razón de ser sino llevarnos al conocimiento de una persona: Cristo. Debemos evitar convertirla en un fin en sí misma, o nos encontraremos en la posición ideal para que el Señor nos llame la atención como hizo con los fariseos, quienes creían que en las Escrituras encontraban la vida eterna, pero ignoraban que ellas apuntaban hacia Jesús (Juan 5:39). La razón por la cual es posible destruir una tarjeta de crédito o débito sin mayor temor es que ella no contiene dinero, ni tiene valor en sí misma: sólo tiene utilidad en la medida en que está conectada y respaldada por una cuenta de banco que contiene los recursos. De igual forma, la Biblia puede ser el antídoto contra estos males del mundo sólo porque detrás de sus páginas está la realidad y el poder de un Dios que cumple Sus promesas, e infunde vida cuando habla. El poder no está en el libro en sí, sino en el Autor.
Foto por Simon Migaj en Pexels
A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera Contemporánea (RVC)
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