Bien, en esta última parte de la serie sobre productividad cristiana, quiero "aterrizar" todo lo que hemos aprendido hasta ahora a nuestra vida cotidiana. Mi esperanza es que al leer sobre estos principios ustedes hayan recibido inspiración para crear estrategias aplicables a su propia rutina, pero si no, aquí va un empujoncito extra. Vamos a crear una "planificación santa", como le llamé alguna vez, para ilustrar cómo estos cinco principios pueden llevarse a la práctica para nuestro provecho.
El objetivo
Un objetivo que creo que es común a la gran mayoría de ustedes, mis lectores, es el de crecer en el conocimiento de Dios [1]. Por eso (y ya que es uno que también comparto y persigo continuamente), será nuestra meta para este ejemplo.
Planificación
Con la meta delante de nosotros, la pregunta que sigue es ¿cómo la conseguimos? Para responderla, tenemos que revisar qué recursos tenemos para trabajar y qué estrategias usaremos para alcanzar lo que nos proponemos.
Hablando de recursos, podemos comenzar enumerando los que son comunes a todos nosotros. Por ejemplo, en base a lo que hemos aprendido, podemos señalar que todos tenemos una cierta cantidad de energía (sin embargo, quienes llevan una vida más saludable tendrán más energía que aquellas personas más sedentarias), una cierta cantidad de tiempo (dependiendo de tus responsabilidades, trabajo o estudios esta cantidad puede ser mayor o menor) y algunos recursos financieros (si trabajas esta cantidad será mayor, si eres un estudiante, será menor, etc.).
En cuanto a las estrategias, la forma más sencilla y directa de alcanzar nuestro objetivo es... exacto, leyendo. Pero, ¿qué leer, dentro del inconmensurable universo de publicaciones en papel y en forma digital, en toda clase de formatos y tamaños? Esta pregunta es un caso para el siguiente principio.
Retorno de la Inversión (ROI)
La primera estrategia ya debería ser clara para todos nosotros. ¿Cuál es el material cuya lectura trae el mayor provecho espiritual de todos? La Biblia, por supuesto, tiene el máximo ROI. Cualquier grado de crecimiento en conocimiento de Dios pasa por leerla. Ahora, ¿cuál Biblia? Hace algunos años, no existían muchas más opciones que la clásica Reina Valera 1960 en distintos tamaños; hoy, las posibilidades se han multiplicado aún más allá del papel. Eso es un tema que cada uno debe decidir, pero mirando nuestra categoría de recursos financieros, podemos establecer dos cursos de acción: si no tenemos dinero para invertir, podemos hacer uso de una aplicación para el teléfono móvil, usualmente gratuita, pero que puede llegar a contener varias versiones y algún otro material extra. Por otro lado, si tenemos alguna capacidad financiera, podemos invertir en una Biblia de estudio, que complementará nuestra lectura para mayor provecho.
Luego de esto, ¿qué más? Muchos podrían pensar que la Biblia basta y sobra, pero eso sería negar la razón por la cual Dios ha puesto maestros en Su Iglesia (Efesios 4:11-16). Al igual que el etíope del libro de Hechos, algunas veces necesitamos que alguien nos dé una mano para aprender la Biblia (Hechos 8:30-31). Por ende, es provechoso incluir en nuestra lectura otros materiales cristianos. Pero esto, a su vez, representa otro desafío ¿Qué leemos, dentro de todas las áreas de conocimiento cristiano y todos los formatos existentes? Miremos nuevamente nuestro bolsillo, y veremos otros dos posibles caminos: si nuestras finanzas lo permiten, recomiendo el conseguir libros dentro de nuestras principales áreas de interés, pero también aquellos que son considerados clásicos del Cristianismo (en general, son obras que se hicieron reconocidas por su alto ROI). Si no tenemos esta posibilidad, algunas de nuestras iglesias tienen pequeñas bibliotecas a las cuales podemos acceder; por otro lado, en ellas también hay pastores, líderes y hermanos que pueden estar dispuestos a prestarnos el material que poseen para nuestro beneficio. Aún si se diera el extraño caso de que no obtengamos ayuda dentro de nuestra congregación ¡bienvenidos a la era digital! En internet existe realmente un tesoro de información listo para ser accesado en portales cristianos, blogs y grupos en redes sociales. "El que busca, encuentra" (Mateo 7:8) y esta no es la excepción.
Para no alargar demasiado esta entrada, lo dejaremos hasta aquí y retomaremos en la próxima ocasión. Ya hemos decidido (al menos en buena medida) cuál será nuestra estrategia; ahora, es tiempo de pensar en cómo llevarla a cabo. Nuestros recursos y oportunidades jugarán un papel fundamental en la forma en que pondremos nuestro plan en marcha.
Referencias
[1] Sin duda, este concepto es complejo, porque conocer a Dios en el sentido completo de la palabra implica mucho más que un aprendizaje intelectual. No obstante, ya que esto último es indispensable para conocimiento profundo de Dios, siempre es un buen punto de partida -y una necesidad constante- en la vida del cristiano.
Foto por Oladimeji Ajegbile en Pexels
A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera Contemporánea (RVC)
¡Comparte este post!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario