25 de enero de 2022

Compartir el Corazón de Dios


[Devocional compartido en Febrero de 2021]

¿Cuántas veces hemos escuchado la parábola del Hijo Pródigo?
Más de una vez, podríamos decir con seguridad la gran mayoría.

Leyendo un libro sobre principios para interpretar la Biblia, en el capítulo dedicado a las parábolas, los autores toman esta parábola como ejemplo para enseñar el principio de que debemos estar atentos a la audiencia de la parábola, porque esto enfatiza el propósito con el que Jesús la está contando, y nos ayuda a entender su sentido. Así fue que encontré el siguiente párrafo:

"El contexto es el de los Fariseos murmurando acerca de la aceptación de Jesús y su práctica de comer con el tipo equivocado de personas (Lucas 15:1-2). Las tres parábolas de las cosas perdidas que siguen son la justificación de Jesús de Sus acciones [...] Aquí, nuevamente, la posición específica de cada persona determinó cómo escuchó [la parábola], pero en cada caso el punto es el mismo: Dios no sólo perdona libremente al perdido, sino que lo acepta con gran gozo. Aquellos que se consideran a sí mismos como justos se revelan como injustos si no comparten el gozo del padre y del hijo perdido" [1]

Aunque esta lectura es más bien de carácter instructivo, este punto me llamó la atención en un nivel personal. Mientras que aquí Dios enseña Su amor y Su "expectativa" en relación al arrepentimiento de Sus hijos pródigos (aquellas personas que vagan lejos de Él) lamentablemente me encuentro en ocasiones del lado de los fariseos, del lado del hijo mayor de la parábola, que no comparte ese amor ni esa expectativa. Hago un juicio de valor y emito sentencia acerca de estas personas que están alejadas o en rebeldía hacia Dios, pero no comparto el corazón de Dios para ellas, y eso revela mi propia falta de comunión con Él, mi propia falta de piedad.

Para aquellos de ustedes que simpatizan con este conflicto, esto no sólo es en sí mismo un motivo de preocupación y examen, sino que además nos lleva a otro problema: ¿Cómo podemos cumplir la misión que nos encomendó el Señor de predicar el Evangelio si no compartimos Su corazón? Si nuestra actitud es la de mantener la distancia con estas personas, y sentirnos conformes en la convicción de que -como el hijo pródigo- ellas se están preparando para cosechar lo que han sembrado con su desobediencia, ¿no somos acaso como Jonás, a quién -aún siendo un profeta- Dios le tuvo que enseñar lo elemental acerca de Su misericordia (Jonás 4)?

La invitación es simplemente a que observemos nuestra actitud hacia las personas "de fuera", aquellos pecadores sistemáticos, aquellos que se complacen en hacer lo malo, quienes militan por causas anti-bíblicas, o quienes que se burlan de nuestra fe... y pongamos esa actitud lado a lado con la actitud que el Señor tuvo hacia ese tipo de personas en Su propio tiempo. ¿Concuerdan ambas actitudes? ¿Se parecen, al menos? ¿Podríamos decir que compartimos el corazón de Dios por los hijos pródigos de este mundo? Si no, tenemos trabajo que hacer en oración, en comunión con Dios, y en compromiso de nuestra vida para que el amor que se refleja en estas parábolas también se distinga en nosotros.





Referencias

[1] Gordon D. Fee, Douglas Stuart, How to Read the Bible for All Its Worth: Fourth Edition (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2014), p. 161. Traducción propia.  

Foto por Khoa Võ en Pexels


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