23 de septiembre de 2022

Cuídate de tus Bendiciones


[Puedes acceder al archivo completo de mensajes aquí]


El pastor Charles Spurgeon escribió alguna vez, "Compañero peregrino, no digas en tu corazón, 'iré aquí y allá y no pecaré'; porque nunca estás tan lejos del peligro de pecar como para jactarte de estar seguro. La ruta es muy pantanosa, será difícil elegir tu camino para no ensuciar tu vestimenta [...] Hay un ladrón en cada vuelta del camino deseando robar tus joyas; hay una tentación en cada misericordia recibida; hay una trampa en cada gozo, y si alguna vez llegas al cielo, será un milagro de gracia divina atribuido completamente al poder de tu Padre. Manténte en guardia" [1]

Es comprensible la recomendación de estar atentos al peligro del pecado en el camino de la vida, pero ¿qué deberíamos pensar de este llamado a cuidarnos de las bendiciones que recibimos? Después de todo, son eso: bendiciones -supuestamente funcionan para nuestro bien. No obstante, considerando el testimonio de la Escritura, esta advertencia es legítima. Hay una cierta precaución que debemos ejercer, incluso con los mejores regalos que podemos recibir de parte de Dios, y -aunque suene paradójico- esta advertencia viene de parte del mismo Dios.


El error de enfocarse en el regalo


En cierta forma, esta nota de alerta que viene junto a nuestras bendiciones está expresada en la Biblia a través de varios casos de personas que recibieron bendiciones de parte del Señor, pero que cayeron (o estuvieron muy cerca de caer) en los peligros que menciona Spurgeon.

Recordemos, por ejemplo, a los discípulos de Juan el Bautista. La bendición de escuchar y aprender de este gran profeta se transformó en un obstáculo, cuando esa lealtad los hizo ponerse celosos del ministerio del Señor (Juan 3:25-26). Algo muy similar a lo que les sucedió a los corintios que tuvieron la bendición de estar bajo el ministerio de los apóstoles, pero que terminaron poniéndose celosos cada uno de sus líderes en perjuicio de la unidad de la Iglesia (1 Corintios 1:13-14). También podríamos poner atención al hombre que menciona Jesús en una de Sus parábolas, que recibió abundancia de bienes, sólo para terminar viviendo para ellos sin tener en cuenta a Dios (Lucas 12:16-21). Finalmente, ninguna revisión de malos ejemplos estaría completa sin mencionar a los fariseos: ellos tenían la bendición del conocimiento de la ley de Dios, pero terminaron convirtiendo ese conocimiento en un fin en sí mismo, en una forma de obtener salvación por sus propios méritos (Juan 5:39) y en una herramienta para exaltarse a costa de otros (Mateo 23:1-4).

En estos ejemplos, y en otros parecidos, ya podemos ver una advertencia para nosotros, principalmente, porque la naturaleza humana no ha cambiado desde los tiempos bíblicos. Quizás los objetos y las circunstancias concretas son diferentes, pero los deseos del corazón de las personas son siempre los mismos. Como las personas en estos relatos, nosotros también nos podemos ver atraídos desmedidamente por las bendiciones que recibimos. Como ellos, también nos podemos convertir en fanáticos de predicadores o líderes, dependientes de la seguridad financiera, y apasionados por la adoración y el conocimiento bíblico. Pero ese camino no tiene un buen fin: podemos llegar a caer en ese terrible pecado que es la idolatría.


El destino de un mal enfoque: Idolatría


Hoy en día difícilmente pensamos en idolatría como un pecado relevante, porque mantenemos su asociación mental con la reverencia de imágenes y estatuas. Idólatras eran los cananeos que se inclinaban ante Baal en el AT, y los gentiles que adoraban a los dioses grecorromanos en el NT, pero nos cuesta vernos a nosotros, personas “civilizadas” y modernas, cayendo en este pecado. No obstante, a lo largo de toda la Biblia encontramos indicaciones claras de que la idolatría es más que arrodillarse frente a una figura: se puede practicar de una forma invisible, cuando ponemos a algo en el lugar que le corresponde a Dios. Es increíble, por ejemplo, lo que podemos encontrar sobre este tema en uno de los libros más antiguos de la Biblia. En las palabras de Job encontramos el siguiente discurso:

"Si puse en el oro mi esperanza, Y dije al oro: Mi confianza eres tú; 
Si me alegré de que mis riquezas se multiplicasen, Y de que mi mano hallase mucho; 
Si he mirado al sol cuando resplandecía, O a la luna cuando iba hermosa, 
Y mi corazón se engañó en secreto, Y mi boca besó mi mano; 
Esto también sería maldad juzgada; Porque habría negado al Dios soberano
” (Job 31:24-28)

En toda esta unidad que es el párrafo, encontramos que no es sólo la acción idólatra (un beso al cielo enviado con la mano [2]) la que califica como una negación de Dios, sino que también ocurre lo mismo con la admiración exagerada por la belleza del sol y la luna que llevó a este acto, la dependencia en las riquezas, e incluso el gozo desmedido por la prosperidad. En una forma muy parecida, la predicación de los profetas representaba a Dios como el esposo de Israel y como el rey de Israel, quien esperaba de Su pueblo culto y obediencia, pero también amor sincero y confianza en Su protección. Cuando Israel falló en estos aspectos, ya sea adorando dioses extraños o haciendo tratados militares con naciones paganas, ambas cosas representaron un abandono de Dios (por ej: Isaías 31:1-3 y Jeremías 2:17-19) [3]. Podríamos seguir encontrando ejemplos de estas formas invisibles de adoración equivocada en el NT [4], pero el mandamiento de Dios entregado en Deuteronomio 6:4-5, y reafirmado por Jesús en los Evangelios, nos entrega un principio afirmativo suficientemente poderoso para reconocer la idolatría:

"El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Marcos 12:19-30).

Considerando todos estos testimonios bíblicos, la conclusión es clara: cualquier otra cosa que compita con Dios por el primer lugar en nuestros afectos, nuestra confianza, nuestra dependencia, nuestra atención y nuestras decisiones, corre el riesgo de volverse el centro de nuestra adoración, es decir, un ídolo. Podemos decir que somos creyentes íntegros porque cumplimos con obedecer los mandamientos del Señor como no mentir o no robar, pero si nuestra mayor admiración es para otra persona o nuestra esperanza está en nuestra cuenta bancaria, entonces tenemos un problema.


Autoexamen


Este peligro, por lo tanto, amerita que miremos nuestra vida y nos hagamos una serie de preguntas incómodas. ¿Qué es lo que ocupa tus pensamientos? ¿Qué actividades llenan tu agenda? ¿Qué deseos definen tus decisiones? Después de pagar las cuentas, ¿dónde va tu presupuesto? ¿Qué es lo que te trae más alegría?

Más aún, como el caso de los fariseos nos enseña, incluso nuestra vida espiritual debe ser inspeccionada. ¿Hay algo que pertenezca a la vida de fe que esté absorbiendo tu atención más que Dios mismo? ¿Hay algún medio de crecimiento, algún canal de bendición que se ha vuelto un fin en sí mismo? Esto es necesario, porque es posible que existan cosas de las cuales Dios diga, tomando las palabras de un famoso cantante, “no te enamoraste de mi, sino de ti cuando estás conmigo". Podemos llegar a ser adoradores de la adoración, de la de paz y gozo que sentimos, del conocimiento o de la madurez que alcanzamos, del sentido de comunidad que encontramos entre otros creyentes, de los dones que recibimos para ministrar y de un sinnúmero de cosas que Dios hace en nosotros, de manera que cuando hacemos algo en un contexto cristiano, terminamos haciéndolo para nosotros, por la bendición que eso será para nosotros, en lugar de hacerlo por Dios y para la gloria de Dios. ¿Cómo puede ser esto posible? Simplemente, sucede cuando tomamos estas bendiciones y nos enfocamos en lo que representan para nosotros, más que en el Dador de estas cosas, y lo que ellas comunican acerca de Él.

Soluciones


¿Qué hacemos, entonces, para evitar este peligro del que somos advertidos? Creo que la respuesta tiene dos aspectos principales: vigilancia y gratitud.

Primero, vigilancia, porque es un principio razonable y bíblico que las circunstancias difíciles de la vida ponen a prueba y revelan lo que hay en nuestro corazón [5]. Un ejemplo de esto fue la conversación que Jesús tuvo alguna vez con un joven rico. Después de que este joven proclamó su piedad, obedeciendo todos los mandamientos de la ley, el Señor lo desafió con un mandamiento más:

Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (Marcos 10:21–22)

En este caso, el desafío del Señor puso al descubierto el corazón de este joven, mostrando que su verdadera confianza y alegría estaba en la abundancia de bienes que tenía. De igual manera, los altibajos de la vida tienen un poder especial para dejar al descubierto nuestras prioridades y deseos más profundos. Pero, ¿qué tiene que ver esto con nuestro tema? Mucho, porque si estamos atentos a nuestras respuestas, emociones, y a la manera en que enfrentamos las vueltas de la vida, desde pequeños inconvenientes hasta grandes dificultades, nos podremos dar cuenta si hay una bendición que ha tomado un lugar que no le corresponde. Me sorprendí bastante al leer estas palabras en un devocional del pastor Oswald Chambers: “tu dios puede ser tu pequeño hábito cristiano, el hábito de la oración en momentos específicos, o el hábito de lectura bíblica. Observa cómo tu Padre trastorna esos momentos si comienzas a adorar tu hábito en lugar de lo que el hábito simboliza” [6] Observemos nuestra reacción cuando Dios altera nuestras circunstancias, o cuando Él quita nuestras bendiciones. Quizás la tristeza, la ira, o la confusión nos den indicios de que algunas bendiciones estaban compitiendo con Dios por el centro de nuestra vida.

El otro ingrediente de la solución es la gratitud. La gratitud le da el lugar correcto a las bendiciones de Dios. Una de las razones más importantes por las que Él nos entrega diversas clases de bendiciones es para revelarnos Su carácter y Su corazón bondadoso [7]. Por esto, el pasaje en Romanos 1:20-21 es particularmente significativo en este contexto, porque nos dice que el gran error del ser humano que dio comienzo a la idolatría fue justamente enfocarse en las bendiciones que recibió y en sí mismo, en lugar de mirar hacia la fuente de estas bondades con gratitud y adoración [8]:

Porque las cosas invisibles de él [Dios], su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues [los seres humanos] habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido

Un antídoto natural, por lo tanto, para la tendencia perversa de nuestro corazón de atesorar y enfocarse en las bendiciones por sí mismas es la gratitud y la alabanza. Por medio de estas prácticas identificamos el lugar apropiado que cada una de ellas ocupa como un camino hacia Dios, como un reflejo de Él, de manera que nos enfoquemos deliberadamente en Él como la Fuente de todo lo bueno. La gratitud hizo la diferencia entre 9 leprosos que simplemente se quedaron celebrando la sanidad de su cuerpo y su nueva vida, y aquel que fue sanado más profundamente, porque en su sanidad pudo reconocer la mano de un Dios bondadoso (Lucas 17:11–19). Su bendición no fue un obstáculo para su relación con Dios, sino un vehículo para ella, poniendo a este hombre a los pies de Jesús. La gratitud quita nuestros ojos del regalo, y los pone en el amor, la generosidad, la misericordia, la fidelidad y la sabiduría del Dios que lo puso en nuestras manos.

- - -

Spurgeon tenía razón después de todo: hay “una trampa en cada gozo”, y “una tentación en cada misericordia recibida”, pero estos peligros no vienen de Dios, sino de nuestro propio corazón, que atesora los regalos y pierde de vista al Dador de ellos. ¿Qué bendición nos está alejando de Dios, más que acercarnos a Él? Lo sabremos siguiendo el mismo consejo de este pastor: manteniéndonos alerta, pero por sobre todo, tomando cada bendición como un motivo para darle gracias y adorarlo.





Notas

[1] “Evening, March 14” en Charles Spurgeon, Morning & Evening (traducción personal).

[2] Richard Patterson, “Job” en CSB Study Bible: Notes, eds. Edwin A. Blum y Trevin Wax (Nashville, TN: Holman Bible Publishers, 2017), Job 31:26–27 (nota al pie).

[3] Para más información, consultar el excelente estudio de Brian Rosner “The Concept of Idolatry” en Themelios 24, n° 3 (1999). Disponible en línea en https://www.thegospelcoalition.org/themelios/issue/24-3/

[4] Ver, por ejemplo, Mateo 6:19-21; Lucas 16:13; Colosenses 3:5 o Filipenses 3:19.

[5] Ver, por ejemplo, Deuteronomio 8:2 y Mateo 7:24–27

[6] “May 12th” en Oswald Chambers, My Utmost For His Highest (traducción personal).

[7] Ver también Hechos 14:16-17

[8] Ver también Deuteronomio 8:7-14  


A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60)
Foto por Karolina Grabowska en Pexels
Todos los enlaces fueron accesados correctamente al día de la publicación de este post


¡Comparte este post!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario