14 de octubre de 2022

Tres Motivos para Evangelizar de Corazón


[Puedes acceder al archivo completo de mensajes aquí. Este mensaje en particular fue predicado en un culto celebrando el Día del Metodismo]


Texto Base: "Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén." (Mateo 28:16-20)

Hace varios años, un mago estadounidense ateo llamado Penn Jilette llamó la atención de la comunidad cristiana de su país, al contar su experiencia cuando alguien de su público le regaló un Nuevo Testamento. Comentando acerca de este hecho, Gilette señaló: “Siempre he dicho que no respeto a la gente que no proselitiza [evangeliza]. No respeto eso para nada. Si tú crees que existe un cielo y un infierno, y que la gente podría ir al infierno, o no alcanzar la vida eterna o lo que sea, y tú piensas que no vale la pena decirles esto porque sería socialmente incómodo [...] ¿Cuánto tienes que odiar a alguien para no proselitizar? ¿Cuánto tienes que odiar a alguien para creer que la vida eterna es posible y no decirles eso?” [1]

Lamentablemente, la crítica que este artista hace a los cristianos modernos se podría aplicar bastante bien a nuestro caso. Ya sea porque es “socialmente incómodo” traer el tema de la fe y la salvación a un mundo que está desconectado de esto, o porque el ser conocidos como cristianos nos expondrá al juicio y a la burla de nuestros cercanos, o porque nos cuesta salir de nuestra rutina para hablarles de Jesús a otras personas, o por un sinfín de otras razones, nos resulta difícil evangelizar. Jesús, no obstante, nos impulsa en el sentido contrario, a través de uno de los últimos mandamientos que entregó a Sus discípulos (y por extensión, a nosotros) aquí en la tierra.

Este mandamiento -llamado comúnmente la Gran Comisión- efectivamente pone una responsabilidad sobre nuestros hombros, pero no debemos llevarnos la impresión de que es una tarea que debemos hacer sólo “por cumplir”. Al contrario, la Biblia nos presenta la Gran Comisión como una misión que podemos llevar a cabo de todo corazón, porque es movida por nuestra devoción, confianza y compasión. Veamos en mayor detalle estas tres motivaciones.


Un mandamiento para cumplir con devoción


Como discípulos, la primera motivación para cumplir los mandamientos del Señor es una obediencia voluntaria por amor. “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama" (Juan 14:21) significa que Él espera que demostremos nuestro amor por Él cumpliendo lo que Él nos ha mandado, y la Gran Comisión no es una excepción. El desafío de ir y hacer discípulos no es sencillo, pero la motivación correcta -un corazón que ama al Señor y desea hacer Su voluntad- lo convierte en una labor agradable y atractiva.

Esto es, precisamente, lo que encontramos en el caso de los discípulos en este pasaje. Aunque algunos dudaban, la respuesta mayoritaria de los Once fue ofrecer adoración a Aquel que había sido “declarado Hijo de Dios con poder [...] por la resurrección de entre los muertos" (Romanos 1:4). Más aún, esto no era una adoración ceremonial y rutinaria: los Evangelios nos dan testimonio de que ellos estaban gozosos de ver a su Señor resucitado y glorificado (Lucas 24:41, 52; Juan 20:20). En ese contexto, ¿fue difícil disponerse a cumplir este mandamiento para ellos? En absoluto. Su devoción por el Señor los movió por todo el mundo, a alcanzar toda clase de personas en obediencia a la Gran Comisión.

De igual forma, encontramos la misma clase de disposición gozosa en los hermanos Wesley. Un buen ejemplo de esta actitud es el himno “Mil Voces Para Celebrar”, que Charles Wesley compuso para celebrar el aniversario de su conversión. En su primer verso, “mil voces para celebrar a mi Libertador”, la traducción no alcanza a hacerle justicia a su original en inglés: Wesley no busca reunir un coro para alabar al Señor, sino que expresa su propio deseo de tener más capacidad para expresar su gozo: “Oh, si yo tuviera mil idiomas para cantar, la alabanza de mi amado Redentor" [2]. Este intenso deseo de honrar a Dios naturalmente se traduce en un celo evangelístico que marca todo el himno, como lo muestra la segunda estrofa:

"Mi buen Señor, Maestro y Dios, que pueda divulgar
tu grato nombre y su honor, en cielo, tierra y mar
."

La Gran Comisión, en sus mejores expresiones, es impulsada por el poderoso motor del gozo y la adoración del Señor. Por esto, cuando fallamos en llevarla a cabo, esto debe hacernos volver a la intimidad de cultivar nuestra devoción al Señor. La adoración aligera nuestros pies para predicar a Jesús, porque el gozo y el amor nos mueven a darlo a conocer y honrarlo delante de otras personas.


Un mandamiento para cumplir con confianza


Otro aspecto que debe afectar nuestra disposición para hablar del Señor con otras personas es el respaldo poderoso que hay detrás de esta misión.

Siendo conscientes de nuestras propias incapacidades y defectos, no es extraño que nos cuestionemos cuando aparece una oportunidad de compartir el Evangelio. ¿Cómo voy a hacer esto? ¿Cómo voy a responder las preguntas que me hagan? ¿Qué diferencia podría hacer hablarles a estas personas, tan obstinadas contra el Señor? Notemos, no obstante, lo que Jesús les dice a los discípulos: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos“ (vv. 18-19). La Gran Comisión es hecha posible y es potenciada, por nada menos que la soberanía del Señor que tiene autoridad absoluta.

No importa que este mundo tan acostumbrado a lo natural nos mire con extrañeza cuando hablamos de una vida espiritual invisible, o que otras personas se burlen o se opongan. Si nuestra reticencia y timidez para cumplir la Gran Comisión proviene de nuestra propia incapacidad, la omnipotencia del Señor es una buena noticia: podemos seguir extendiendo el Evangelio con confianza, porque el éxito de esta misión no depende en última instancia de nuestras capacidades limitadas, sino de los recursos ilimitados del Dios que obra por medio de nosotros.

¿Quién habría pensado que un pequeño grupo de judíos podría cambiar el mundo? Si la Gran Comisión de Jesús hubiera dependido sólo de ellos, claramente hubieran fallado, pero ellos tenían detrás suyo la autoridad de Su Maestro, y pudieron lograr cosas increíbles. Hoy día, nosotros tenemos el mismo llamado, pero ese llamado trae consigo el mismo respaldo omnipotente. ¿No debería esto llenarnos de confianza y cambiar nuestra forma de pensar sobre el evangelismo?


Un mandamiento para cumplir con compasión


Un último aspecto que puede cambiar nuestra perspectiva de la Gran Comisión es que ella busca reflejar el amor de Dios por las personas y Su deseo de salvarlas. En realidad, eso no aparece en una forma explícita en nuestro pasaje, pero no deberíamos esperar que sea así: el estilo de Mateo no nos habla, como el de Juan, acerca de la fe en el Hijo de Dios y la vida eterna; él nos explica lo mismo utilizando conceptos como arrepentimiento y llamar a las personas a formar parte del Reino de los Cielos (cf. Mateo 4:17, 19). En Mateo, no tenemos un "de tal manera amó Dios al mundo" como en Juan, pero el amor de Dios y su compasión por el mundo se notan en el alcance amplio de Su llamado, que es como una red que atrapa toda clase de peces (Mateo 13:47–50) y como un sembrador que lanza sus semillas en todo lugar (Mateo 13:1–9). El protagonismo de "toda(s)" y “todo(s)” en este pasaje nos indica que tan absoluto como la autoridad de Jesús, es el alcance que Él desea para Su Evangelio a las personas. La amplitud de la Gran Comisión es un reflejo de lo que Pablo nos enseña: “Dios nuestro Salvador quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4).

Esta misma clase de sentir es el que John Wesley creía que debía reflejarse en un cristiano. Él no concebía a un creyente sin amor, y tampoco concebía un amor invisible e inactivo, encerrado en cuatro paredes [3]. Él enfatizaria, igual que Santiago, que “la fe sin obras es muerta” (Santiago 2:26). Cuando esas convicciones, por tanto, chocan con la necesidad de que todas las personas sean salvas, y la posibilidad de que todas las personas sean salvas [4] mediante el Evangelio, no es sorpresa que veamos el tremendo movimiento hacia afuera que vemos en el Metodismo. Wesley también haria la pregunta de nuestro artista ateo del principio: ¿Cuánto tenemos que odiar a alguien para saber que la vida eterna es posible, y no decírselo?

No sólo nuestro amor a Dios mueve nuestros pies hacia el evangelismo. También el amor de Dios por este mundo perdido, que busca reconciliarlo con Él y darle salvación, ese mismo amor que Él infunde en nosotros, debe ser otra fuerza que nos impulse para ir y hacer discípulos.

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Podemos ver, por lo tanto, que Dios no sólo nos manda a ir; también nos motiva a ir. La Gran Comisión no es sólo una tarea indeseable que debe ser cumplida para evitar el desagrado de Dios. Es una misión que emprendemos en obediencia gozosa para honrar al Señor, con confianza en Su poderoso respaldo y como un reflejo de Su amplio amor. Tenemos muchas razones para ir y compartir a nuestro Salvador con todo el mundo.




Notas

[1] Penn Jilette, “A Gift Of A Bible”. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=6md638smQd8

[2] Paul Wesley Chilcote, ed., John & Charles Wesley: Selections from Their Writings and Hymns—Annotated & Explained, SkyLight Illuminations Series (Woodstock, VT: SkyLight Paths Publishing, 2011), p. 55.

[3] John Wesley, Sermón XXIV: Sobre el Sermón de Nuestro Señor en la Montaña, IV (1748), II.2.

[4] P. Meadows, "Methodism" en New Dictionary of Theology: Historical and Systematic, eds. Martin Davie et. al. (London; Downers Grove, IL: Inter-Varsity Press; InterVarsity Press, 2016), p. 566.


A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60)
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