23 de noviembre de 2022

El Testimonio de la Fe de Gedeón


[Este post es parte de la serie El Testimonio de los Héroes de la Fe, que puedes encontrar completa aquí]


¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.” (Hebreos 11:32-34)

Introducción


Luego de pasar por los ejemplos de Moisés e Israel en general, el escritor de Hebreos se encuentra con el problema del tiempo: la Escritura da testimonio de tantos otros episodios de grandes hechos logrados por la fe, que resultaría demasiado largo relatarlos uno por uno. Es por esto que aquí él apela al hecho de que sus lectores eran conocedores del AT y podrían identificar -sin tener que profundizar demasiado- ciertos nombres famosos y sus victorias. Sin embargo, como nosotros no solemos tener tanta familiaridad con estos nombres, es bueno que nos detengamos un momento para considerar cada uno de ellos.

El primer nombre es el de Gedeón, a quien podemos asociar con la hazaña de hacer huir a ejércitos extranjeros (v. 34). Sin embargo, necesitamos un poco más de contexto para entender por qué la fe de Gedeón fue tan significativa, y para obtenerlo volveremos en el tiempo hasta el libro de Jueces, donde se encuentra nuestra historia.


El llamado de Gedeón


Jueces se ubica temporalmente después de la conquista de Canaán narrada en el libro de Josué. Nos cuenta acerca de un período turbulento en el que Israel caía constantemente en la idolatría y abandonaba la ley del Señor, y como consecuencia de romper el pacto con Dios, le sobrevenían dificultades en forma de naciones enemigas que oprimían y hacían sufrir al pueblo (Jueces 2:11-15). Sin embargo, cuando las personas clamaban a Dios por ayuda, Él levantaba líderes notables llamados jueces que los salvaban (Jueces 2:18).

En el capítulo 6 de este libro, encontramos precisamente el llamamiento de Gedeón. El Ángel del Señor (Dios mismo) se manifestó en forma corporal como un viajero [1] sentado debajo de un árbol, y entabló una conversación con él (Jueces 6:11-13). Al ser llamado por el Señor para liberar a Su pueblo, Gedeón se halló sorprendido e incapaz para realizar una tarea así: él no tenía medios económicos como para levantar un ejército, ni era una persona notable, como para liderarlo (Jueces 6:14-15). Sin embargo, Dios le dijo que su victoria no sería por sus propios méritos, sino que Él estaría a su lado; con Su ayuda, Gedeón derrotaría a los enemigos fácilmente (“como a un solo hombre”, en otras palabras, sería como si no enfrentara a un ejército, sino sólo a una persona, Jueces 6:16). Es aquí en donde comenzamos a ver un poco de la prudencia que caracteriza a nuestro protagonista, porque frente a la duda sobre la identidad del visitante que le esta dando esta misión, le pide una señal, la que le es concedida. Para su sorpresa (y temor) Gedeón comprobó que Dios mismo había descendido para llamarlo a ser juez (Jueces 6:17-23).


El llamado a la guerra


Jueces 6:33 nos cuenta cómo los enemigos de Israel en esta ocasión, los madianitas, se aliaron (“se juntaron a una”) con otras dos naciones para realizar una nueva incursión dentro de Israel. Frente a esta amenaza, el Espíritu Santo vino sobre Gedeón y lo movió a convocar al pueblo para la guerra (la acción de “tocar el cuerno”, v. 34). Vale la pena destacar aquí que esta influencia fue una obra sobrenatural del Señor ¿Por qué? Porque no sólo su propia tribu (Manasés) respondió al llamado, sino que otras tribus vecinas también lo hicieron, a pesar de que él era un desconocido, como lo dijo anteriormente (v. 15). Incluso los abierezitas (sus conciudadanos, los mismos que habían querido matarlo antes por derribar a un ídolo en la ciudad - Jueces 6:29-30) se aliaron con él. Claramente, Dios puso en Gedeón un respaldo especial por medio del Espíritu. Sin embargo, el nuevo juez parece no haber dimensionado esta gran manifestación, porque acto seguido le pidió otras dos señales milagrosas al Señor para convencerse de que Él lo apoyaría en su misión (Jueces 6:36-40)

El momento decisivo


Antes del enfrentamiento con los madianitas, sin embargo, Dios decide hacer algunos preparativos. Aunque el ejército reunido por Gedeón no es tan numeroso, Dios señala que una victoria conseguida por ellos sería un incentivo para el ego de Israel, que creería que se salvó por su propia fuerza y capacidad (Jueces 7:2). Por lo tanto, para que no quede ninguna duda de que el mérito de esta liberación es Suyo, Dios eleva la dificultad de la misión al reducir el contingente a sólo 300 soldados (Jueces 7:7). 300 soldados, contra tres ejércitos. Parece una locura, pero es una muestra muy gráfica de cómo, algunas veces, Dios limita la capacidad humana hasta su mínima expresión, para que Su gloria sea claramente visible. “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” observó el apóstol Pablo con respecto a sus propias limitaciones (2 Corintios 4:7)

Al llegar la hora del enfrentamiento, Dios hace algo muy peculiar en consideración del temor que puede tener Gedeón: pone dos opciones delante de él. El juez puede comenzar el ataque directamente, o puede espiar en el campamento enemigo, para oir algo que lo anime (Jueces 7:9-11). Tomando esta segunda opción, Gedeón descendió donde estaban los madianitas, y llegando, escuchó que “un hombre estaba contando a su compañero un sueño, diciendo: He aquí yo soñé un sueño: Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián, y llegó a la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó, y la trastornó de arriba abajo, y la tienda cayó. Y su compañero respondió y dijo: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento.” (Jueces 7:13-14)

El sueño ya suena como algo que Dios está inspirando y dirigiendo, pero ¿qué probabilidades hay de que un soldado extranjero conozca el nombre de un israelita que hasta hace poco era desconocido, sus planes de atacar el campamento, y el respaldo que Dios le está otorgando? Claramente, Dios puso en forma clara y sobrenatural tanto el sueño como la interpretación en la boca de los madianitas, casi como una profecía. Ahora que ya no le queda absolutamente ninguna duda de la promesa, Gedeón obra en fe, adorando y dando la orden a los trescientos para que ataquen (Jueces 7:15). Decimos “ataque”, pero en realidad los israelitas ni siquiera tuvieron que desenvainar sus espadas. Por medio de un astuto plan de Gedeón, inspirado obviamente por Dios (el agente activo de la batalla), los 300 utilizaron antorchas y trompetas para convencer a los enemigos de Israel que un gran ejército venía contra ellos, lo que trajo miedo, confusión y bajas entre ellos mismos (Jueces 7:16-22). Fue así, que por la fe, nuestro protagonista derrotó y puso en fuga a tres ejércitos extranjeros (Jueces 7:21-23; Hebreos 11:34). Quizás fue esta misma hazaña de fe la que inspiraría a Jonatán, hijo de Saúl, a realizar la suya propia, bajo la convicción de que en el Señor está la capacidad de traer salvación y victoria, con muchos o con pocos hombres (1 Samuel 14:6)


Lección práctica #1: El poder que Dios puede manifestar en respuesta a la fe


Naturalmente, la primera lección que nos alcanza es la que el autor de Hebreos ha estado reforzando con distintos ejemplos hasta ahora, y especialmente con los últimos que vimos, el Éxodo y la caída de Jericó: por medio de la fe Dios hace grandes cosas en Su pueblo. El poder de Dios hizo que alguien como Gedeón, más bien invisible y sin muchos medios para alcanzar un liderazgo, llegara a ser un libertador de Israel. Este mismo poder de Dios hizo que un ejército de 300 soldados hiciera huir a tres ejércitos, cuya multitud parecía incontable (Jueces 7:12), sin desenvainar una sola espada, y sin sufrir una sola pérdida.

El llamado que nos hacen estos pasajes es -nuevamente- a confiar en nuestro poderoso Dios aun cuando las circunstancias se vean adversas. Hasta cierto punto, no tenemos mucho que criticarle a Gedeón: nosotros también tendemos a concentrarnos en lo que vemos con nuestros ojos naturales, y en las posibilidades que tenemos en base a nuestra razón y nuestra experiencia. Sin embargo, debemos tomar conciencia de que, cuando Dios está de nuestro lado, los obstáculos más insuperables ya no lo son, y las victorias más improbables se hacen posibles. “Si puedes creer, al que cree todo le es posible”, fue la respuesta de Jesús frente a una persona desesperada (Marcos 9:23). El desafío es a que nos atrevamos a vivir en base a esta fe tal como los soldados se presentaron a la batalla comprometiendo su vida: en la confianza de que Dios tiene esa clase de poder.


Lección práctica #2: La gracia de Dios cuando nuestra fe es débil


A pesar de que es un ejemplo de fe, Gedeón es demasiado prudente, y hasta temeroso: primero pide señales para confirmar que es Dios con quién habló (Jueces 6:17), luego le pide a Dios que le confirme su llamado en dos ocasiones (Jueces 6:36-40), y finalmente, necesita de una confirmación final para comenzar la batalla (Jueces 7:10-11). Hasta cierto punto esto es comprensible, pues fe no es creer cualquier cosa, sino confiar en lo que tenemos motivo para confiar, como hemos visto antes con Noé y Abraham, por ejemplo. Pero estos mismos dos casos son muestras mayores de fe, pues al recibir la promesa de Dios ellos respondieron de inmediato, mientras que Gedeón demoró mucho más para llegar a confiar plenamente.

Esto nos lleva a una doble lección: en primer lugar, nos muestra la gracia de Dios en nuestras debilidades. En vez de reprender a Gedeón, o abandonarlo por sus dudas e inseguridades, Dios se mantuvo caminando con él, y reforzando su fe (aunque ayudó, en cierto sentido, que él no fuera un incrédulo rebelde y endurecido, sino alguien con temor y prudencia que necesitaba ser confirmado). Esto no es otra cosa que un reflejo de todo el tema central de Jueces, donde a pesar de las repetidas fallas y pecados de Israel, la misericordia de Dios se mantiene constante para liberarlos una y otra vez. Tenemos un Dios misericordioso y compasivo, que nos encuentra justo en el lugar donde estamos, y que tiene paciencia frente a nuestra débil fe.

Esto nos lleva a la segunda lección: La gracia de Dios nos da la oportunidad de seguir intentando avanzar en nuestra vida de fe. El hecho de que el autor de Hebreos destaque la fe final de Gedeón se nos presenta como una lección inversa a la de Israel en el Éxodo: mientras éstos últimos comenzaron en fe y terminaron en incredulidad, Gedeón comenzó con grandes dudas, pero terminó abrazando completamente lo que Dios le había prometido. Esto nos enseña que nunca es tarde para que nosotros lo intentemos de nuevo; si hemos fallado en confiar en Dios, Su gracia nos da la oportunidad de crecer y de creer más en Él cada vez.





Notas

[1] Esto se deduce tanto de la acción de sentarse bajo un árbol (lo que sugiere descanso de la caminata y del calor) como del hecho de que este visitante divino tenía en la mano un “báculo” (heb. misenet) o bastón de apoyo (Jueces 6:21).


A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60).


¡Comparte este post!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario