Es posible que el primer pensamiento que cruce la mente de varios de nosotros al escuchar la palabra “Resurrección” sea el concepto de victoria: Jesús vence a la muerte y la tumba no puede contenerlo más; Él vuelve –literalmente– en gloria y majestad, a la vida.
Pero la resurrección es un acto tan trascendental que no se limita a lo sucedido con el Señor, sino que tiene muchas repercusiones en distintas áreas de la realidad. Pablo nos dice en Filipenses 3:10 que uno de sus anhelos es conocer (más) a Jesús y al poder de Su resurrección, lo que nos sugiere precisamente que ese poder es algo que persiste, o que sigue presente de alguna forma a pesar de que el hecho histórico haya quedado atrás en el tiempo.
Quiero compartir con ustedes tres aspectos en que la Biblia nos enseña que el poder de la resurrección de Jesús impacta nuestra vida:
Nos permite vivir con sentido
Pablo dedica una porción no menor de su primera carta a los creyentes Corintios para enseñarles acerca del Evangelio, y por ende, acerca de la Resurrección, una de sus partes esenciales. En cierto punto, el apóstol comienza a responder las objeciones de ciertas personas que sostenían sorprendentemente que no había tal cosa como resurrección de entre los muertos. Es en este contexto en el cual Pablo señala la importancia de esta realidad:
"¿De qué me serviría, desde el punto de vista humano, haber luchado en Éfeso contra fieras? Si los muertos no resucitan, ¡entonces «comamos y bebamos, que mañana moriremos»!" (1 Corintios 16:32, RVC)
Parafraseando a nuestro apóstol, si no hay resurrección de los muertos, la única filosofía de vida que tiene sentido es ese slogan humanista que tan bien conocemos: "sólo se vive una vez". Disfrutemos, porque "nadie sale vivo de esta vida". En realidad, eso es lo único que se puede hacer, porque cualquier otra cosa es una pérdida de tiempo. Como lo descubrió Salomón, todos los planes y placeres terrenales se terminan en la tumba: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad".
Pero la realidad es otra, dice Pablo en su carta:
"El hecho es que Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que murieron; porque así como la muerte vino por medio de un solo hombre, también por medio de un solo hombre vino la resurrección de los muertos" (1 Corintios 16:20-21, RVC)
La resurrección de Cristo abrió la puerta a la resurrección de los muertos, y por lo tanto, automáticamente la vida cobra sentido. Los esfuerzos que hacemos, las decisiones que tomamos, el carácter que cultivamos durante nuestra estadía terrenal no quedarán en la tumba, sino que seguirán con nosotros luego de la resurrección. Todo lo que hayamos hecho mientras estemos aquí es trascendente, todo tiene repercusiones eternas, y eso hace que la vida presente esté llena de sentido.
Nos permite vivir con confianza
En el mismo pasaje que estamos leyendo, Pablo menciona de pasada otro punto muy importante:
"Si Cristo no resucitó, la fe de ustedes no tiene sentido, y ustedes todavía están en sus pecados. En tal caso, también los que murieron en Cristo están perdidos" (1 Corintios 16:17-18, RVC)
Regresemos un momento al Antiguo Testamento. Cuando le damos una mirada al sistema de sacrificios que Dios diseñó para que Israel pudiera tener comunión con Él, nos daremos cuenta de algo muy importante: todo era muy específico. Tanto las ofrendas como los sacerdotes debían cumplir las condiciones de Dios para ser aceptados, de lo contrario, la ofrenda era rechazada y el sacerdote podía morir por estar profanando la santidad de Dios (Levítico 22:9; Éxodo 28:35, 43).
Ahora, en el Nuevo Testamento, debemos recordar que Jesús es identificado como el “Cordero de Dios” (Juan 1:29, 36) Él es al mismo tiempo la ofrenda, y el sacerdote, al ofrecerse a Sí mismo por los pecados del mundo. ¿Qué hubiera pasado si Jesús no hubiera resucitado? Básicamente, eso habría significado que había sido rechazado como sacerdote, por no cumplir las condiciones de Dios. Su sacrificio no había sido aceptado, y todas Sus promesas y predicciones hubieran quedado expuestas como falsas. El mundo hubiera seguido en pecado, y cualquiera que tuviera fe en Jesús lo haría en vano, como dice Pablo.
Sin embargo, al resucitar a Jesús de entre los muertos, Dios demostró lo contrario: el sacerdote y la ofrenda habían sido aceptados. Cada palabra de Jesús fue validada y respaldada por el Padre. Su propósito de "dar Su vida en rescate por muchos" fue cumplido.
Todo esto no hace otra cosa que hacernos vivir con confianza, porque frente a nuestros pecados, a todas las veces que le fallamos a Dios, podemos tener la certeza de que Él las ha perdonado. Ya no están sobre nosotros, pues fueron colocadas sobre Él en el madero de la cruz para ser pagadas. La Resurrección, en toda su gloria y santidad, nos demuestra que esos pecados tampoco están sobre Jesús, por lo que podemos estar seguros de que el pago fue aceptado, y esas culpas, perdonadas. Bien lo dice el mismo Pablo: Cristo "fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación" (Romanos 4:25, RVC).
Nos permite vivir con victoria
Finalmente, revisemos la enseñanza de Pablo sobre el poder de la resurrección en Romanos 6. Él señala:
"Entonces, ¿qué diremos? ¿Seguiremos pecando, para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? ¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Porque por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva." (Romanos 6:1-4, RVC)
Aquí se nos está hablando de un cambio radical que ocurre dentro de la vida del ser humano gracias al poder de la Resurrección. El bautismo, que es la señal externa de la conversión del corazón, se describe como el punto en que el cristiano se une con Cristo en Su muerte para dejar atrás su vida antigua, y comparte Su resurrección para comenzar una vida nueva y gloriosa. Esta no es sino otra forma de describir la misma verdad que encontramos en otras partes del Nuevo Testamento: "Mas a todos los que le recibieron [a Jesús], a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (Juan 1:12; 2 Corintios 5:17, RVC)
La obra de Jesús no sólo trata con nuestros pecados individuales, que vienen a ser los efectos o las consecuencias de nuestra naturaleza caída: Dios soluciona el problema “de raíz”, y literalmente, nos cambia la vida. La muerte de Jesús hace morir nuestro antiguo yo dominado por el mal; Su resurrección nos hace renacer sobrenaturalmente como hijos de Dios, y vivir con el poder del Espíritu Santo en nosotros. Podemos vivir con la seguridad de que podemos dejar atrás nuestro pasado, vencer en nuestras luchas internas y tener una vida distinta gracias a Cristo.
No es lo todo lo que podríamos decir sobre el poder de la Resurrección, pero sin duda lo que Jesús hizo ese domingo sigue teniendo impacto sobre nosotros en el día de hoy. Cada mañana, nosotros podemos levantarnos y vivir una vida con perspectivas eternas gracias a que Él inauguró la resurrección de entre los muertos. Podemos tener confianza y paz en nuestra relación con Dios a pesar de fallarle, porque Su resurrección demuestra que estamos justificados. Y en esa lucha contra nosotros mismos, sabemos que saldremos adelante porque el mismo poder de la Resurrección nos ha dado una vida nueva.
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