15 de septiembre de 2020

Vuelve a Conocer, Vuelve a Compadecer

[Comparto con ustedes el mensaje que tuve la oportunidad de predicar en mi iglesia local hace algún tiempo]


Texto Base: "Al continuar su camino, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado donde se cobraban los impuestos, y le dijo: Sígueme. Y Mateo se levantó y lo siguió. Estando Jesús en la casa, sentado a la mesa, muchos cobradores de impuestos y pecadores que habían venido se sentaron también a la mesa, con Jesús y sus discípulos. Cuando los fariseos vieron esto, dijeron a los discípulos: ¿Por qué come su Maestro con cobradores de impuestos y con pecadores? Al oír esto, Jesús les dijo: No son los sanos los que necesitan de un médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a los justos al arrepentimiento, sino a los pecadores." (Mateo 9:9-13)


1. Jesus envía a los fariseos de vuelta a estudiar el pasaje


Aunque este texto es un poco más amplio, nos enfocaremos en esta ocasión en el diálogo que sucede en los versículos 11-13, donde Jesús es cuestionado indirectamente por los fariseos por Su decisión de comer con recaudadores de impuestos y otros pecadores. Si bien la queja es entregada a los discípulos, Jesús -ya sea porque escuchó o por Su capacidad de conocer los pensamientos de las personas- les responde directamente, y esta respuesta, especialmente en el v. 13, es muy interesante, por la forma en que Jesús lo hace y por el propósito con que lo hace. Por su forma, primero, porque el Señor a través de estas palabras está reprobando el conocimiento de los líderes religiosos, y técnicamente los está tratando como principiantes en la Escritura: los está mandando a releer y a estudiar el pasaje -en este caso, Oseas 6:6- porque no han aprendido la lección central de estas palabras. El propósito de Jesús, por otra parte, también merece nuestra atención, porque esta recomendación porque nos lleva de vuelta a uno de los temas centrales de toda la Biblia. Lo mismo que debían entender los fariseos, es también una lección que los cristianos de hoy tampoco debemos perder de vista.

2. Oseas: ceremonial vs. esencial


El texto citado por Jesús en Oseas -"misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios antes que holocaustos"- nos presenta un paralelismo, una misma idea central expresada en dos oraciones complementarias. Por un lado, Dios quiere misericordia y conocimiento de Él, por otro, Él aparentemente está rechazando los sacrificios y holocaustos. Digo "aparentemente", porque es imposible que Dios detestara los sacrificios, porque fue Él mismo quien estableció el sistema de ofrendas animales en primer lugar. Entonces, ¿cómo debemos entender esto?

"Misericordia quiero, y no sacrificio" no significa que Dios de repente se haya arrepentido y haya querido terminar con esta práctica en el tiempo de Oseas: la idea aquí es de preferencia y de prioridad. Para Dios, la misericordia y el conocimiento son más importantes que los sacrificios y holocaustos. Esto lo confirmamos por lo que nos dice el resto de la revelación bíblica, pues Oseas está lejos de ser el único que toca este tema; este reclamo del corazón del Señor también lo encontramos en las palabras de Samuel (1 Samuel 15:22), David (Salmos 51:17-19), Isaías (1:10-18), Jeremías (6:19-20), Miqueas (6:6-8) Amós (5:21-24) y el salmista Asaf (Salmo 50:7-15). Estos otros pasajes nos dan entregan además otros ejemplos de cosas que Dios prefería antes que los sacrificios: en esta lista encontramos también atención, obediencia, justicia, humildad, arrepentimiento, confianza y acción de gracias, lo cual nos permite entender que -en este caso- la misericordia y el conocimiento de Dios representan a un todo, que es la devoción interna de las personas.

Estos pasajes complementarios nos ayudan también a entender lo que está diciendo Oseas: no es que sólo los sacrificios y los holocaustos tuvieran que cumplir esta condición, y todo el resto de los elementos del culto de Israel quedara libre. Estos dos tipos de ofrenda eran ejemplos que representaban a todas las formas de adoración externas: las ofrendas de cereales, las fiestas solemnes, el uso de elementos simbólicos, las prácticas y ceremonias; si todo esto no iba acompañado de la devoción interna de la que hablaban los profetas, entonces no servía de nada, porque no iba a lograr el propósito para lo cual fue creado, que era acercar al ser humano a Dios.

El mensaje de Oseas, por lo tanto, es una voz más dentro de un coro dirigido por Dios, que está recordando a Israel que Él no implementó los sacrificios y los rituales porque lo necesitara, o porque estuviera interesado en el valor que tenían en sí mismos. Él deseaba lo que estaba detrás de ellos; le interesaba la motivación que los acompañaba, y el corazón de la persona que los ofrecía. Sin importar lo costoso de un sacrificio, si carecía de esta esencia invisible, de este trasfondo, entonces no tenía razón de ser y quedaba invalidado; más aún, llegaba a convertirse en una ofensa para Dios.


3. Jesús y el contexto de Mateo


Cuando volvemos a Jesús conociendo este contexto, podemos entender de mejor manera por qué Él manda a los fariseos a estudiar este pasaje. Ellos efectivamente son culpables de este error de privilegiar lo ceremonial por encima de lo espiritual, y lo están demostrando al condenar una acción que es legítima a los ojos de Dios.

Esto queda más claro aún cuando notamos la forma magistral en que el Señor hace calzar las palabras de Oseas en Su propia enseñanza, porque los dos elementos representativos que vimos en este pasaje precisamente coinciden con los dos grandes énfasis que Él identifica en la ley (Marcos 12:30-31): el conocimiento de Dios en Oseas corresponde al primer y gran mandamiento, "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, y con todas tus fuerzas", mientras que la misericordia corresponde al segundo, "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

Es este último mandamiento el que están rompiendo más claramente los fariseos, y por eso su ignorancia del significado de las palabras de Oseas queda en evidencia. Ellos están condenando a Jesús por juntarse con gente pecadora y por no conservar una apariencia de "pureza", pero ignoran que la misericordia del Señor requiere que Él se involucre con ellos para llevarles al arrepentimiento, así como un médico debe acercarse a los enfermos para llevarles sanidad. La misión salvadora de compasión del Señor le exige juntarse con los caídos para levantarlos, y para producir un cambio real de virtud en ellos. Si los líderes religiosos hubieran comprendido el mensaje de Oseas, sabrían que Dios prefiere esta clase de amistad incómoda que rescata antes que un "distanciamiento social" que no ayude a nadie.

El camino de Jesús es, sin duda, la manera correcta. Toda la historia de Israel es un testimonio de la incapacidad de la ley de cambiar a las personas desde el exterior. Por eso, la única esperanza está en la gracia de este Dios que se acerca con misericordia: sólo Su obra puede transformar al ser humano de verdad, comenzando por el interior.


4. Aplicaciones prácticas


El reflexionar hoy en día en estas palabras de Jesús nos lleva a preguntas complejas, pero necesarias:

¿Cómo es nuestro corazón hacia otras personas en general? ¿Tenemos la compasión de la que hablan Jesús y Oseas? ¿Cómo estamos tratando a aquellos que no son como nosotros, ni se comportan como nosotros? ¿Estamos disfrazando de santidad lo que en realidad es rechazo y falta de misericordia? ¿Nos interesa más reformar el comportamiento externo, o la condición interna de los pecadores?

Estas preguntas y otras similares deben quedar en nuestra memoria en esta mañana. Sin embargo, creo que estos pasajes también contienen una exhortación divina adicional para nosotros en estos tiempos de pandemia. En esta situación en la que nuestra forma de practicar la vida cristiana se ha visto revolucionada por tantos cambios, el llamado de Jesús a que volvamos a las palabras de Oseas también tiene una aplicación relevante.

Ciertamente, hay diferencias con la situación del texto: ya no practicamos sacrificios ni holocaustos, ni ninguna de las formas ceremoniales del antiguo Israel. Sin embargo, en nuestra vida sí hacemos uso de liturgias, de símbolos, prácticas tradicionales y formas externas, especialmente las que giran alrededor de nuestro templo y nuestra iglesia como institución. Esto no es negativo, por supuesto: los sacrificios y las ordenanzas del Antiguo Testamento eran tremendamente útiles cuando eran realizados correctamente (el sistema sacrificial de hecho era una gran inspiración para la adoración, y era profético en el sentido de ser figura del Mesías y de las cosas invisibles, como señala Hebreos). De igual manera, nuestros recursos y formas externas son válidos y útiles como herramientas para organizarnos como congregación y ayudarnos a adorar.

Pero con todo esto, aun es posible que caigamos en el mismo error del antiguo Israel, y de los líderes religiosos en el Nuevo Testamento, de centrarnos demasiado en lo ceremonial y descuidar lo esencial. Desde esta perspectiva, por tanto, este tiempo de cuarentena en nuestras casas podría ser un movimiento de la providencia de Dios para darnos tiempo y oportunidad de poner en práctica las palabras de Oseas; un tiempo para desconectarnos de las formas más visibles y tangibles de adoración para que volvamos a conectarnos con lo esencial del conocimiento de Dios y de la compasión por el prójimo.

Quizás en medio de esto, Dios nos está recordando que la iglesia es más que el templo, y que Él es más que la experiencia del domingo en un lugar específico, a una hora específica, y en un orden definido. Quizás Él tenía que alejarnos un tiempo de nuestras instituciones, de nuestros símbolos, de nuestros programas, de nuestras asambleas y de nuestras prácticas tradicionales, para recordar que ellas son dispensables y secundarias, y para volver a enfocarnos en la sustancia que debe estar detrás de ellas. Quizás el mismo Dios que permitió que Wesley fuera desconectado del púlpito anglicano para llevarlo a conectarse con los desplazados y necesitados, nos está alejando un tiempo de nuestros holocaustos y sacrificios para que pongamos nuestros ojos en nuestro prójimo. Quizás el Buen Pastor ha determinado que pasemos tiempo en el redil, para descansar de nuestros ritmos y rutinas, volver a nutrirnos y ser restaurados mediante la lectura personal de la Palabra y la oración en lo secreto.

Que Dios nos ayude a volver, por tanto, al mensaje de Oseas y de Jesús en este tiempo diferente. Que antes de volver a ofrecerle nuestro culto y nuestra adoración en forma visible, podamos volver a conocer, y volver a compadecer.




A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera Contemporánea (RVC)



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