29 de agosto de 2019

Dios, Enséñame a Ver Más Allá de lo Evidente


Quienes crecimos como niños de los años 90 tuvimos la alegría de disfrutar día tras día en televisión los fantásticos mundos que nos regalaban series como los Dinoplatívolos, los Halcones Galácticos y los Thundercats. ¿Quién de nosotros que seguíamos esta última serie no imitó al protagonista Leon-O, blandiendo nuestra propia Espada del Augurio imaginaria para luchar, convocar a nuestros compañeros y ver "más allá de lo evidente"?

Creo que es hora de que aquellos niños que jugaban a ser héroes, y que hemos crecido para convertirnos en defensores de la fe, volvamos este juego en una oración. Necesitamos blandir la "espada del Espíritu" (Efesios 6:17) de una forma digna, y necesitamos pedirle a Dios que nos deje ver lo que lo que nuestros ojos naturales no pueden, porque si no lo hacemos, seguiremos tropezando en nuestra vital misión de hablarle al mundo sobre Jesús.

Cortos de vista


"¿A qué viene todo esto?", se preguntarán. Bueno, es algo que pueden comprobar entrando a sus redes sociales y tomándole el pulso a cualquier discusión entre ateos y creyentes, conservadores o liberales, e incluso entre cristianos. Tenemos páginas de memes apologéticos que usamos para ridiculizar y burlarnos de aquellos que no creen como nosotros. Ofendemos y etiquetamos de "ignorantes" a los que no comparten nuestras ideas. Tratamos de "herejes" a nuestros hermanos, cuando el punto de la discusión no se encuentra ni siquiera cerca de ser un esencial de la fe. Cortamos vínculos y relaciones porque estamos en lo correcto, y los demás no. Una, y otra, y otra vez, nos creemos caballeros(as) de armadura brillante, con cruces en nuestros escudos, proclamando una "victoria" para Dios cada vez que derribamos a un "infiel". Pero nuestro casco parece taparnos bastante la visión, especialmente en el sentido espiritual.

Es triste, pero se aplica demasiado bien a nosotros la exhortación del apóstol Santiago:


"¿Quién de ustedes es sabio y entendido? Demuéstrelo con su buena conducta, y por medio de actos realizados con la humildad propia de la sabiduría. Pero si ustedes abrigan en su corazón amargura, envidia y rivalidad, no tienen de qué presumir y están falseando la verdad. Esta clase de sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino que es terrenal, estrictamente humana, y diabólica. Pues donde hay envidias y rivalidades, allí hay confusión y toda clase de mal" (Santiago 3:13-16).

Dame tus ojos


Nadie dice que hagamos oídos sordos del error, que no corrijamos o exhortemos (después de todo, estas cosas son importantes para la salvación de quiénes no creen, y para la salud espiritual de los que creemos). No obstante, demasiadas veces lo hacemos armados de soberbia, y de un espíritu de combate que no distingue al verdadero enemigo. Cuando llega la hora de sentarnos a discutir, se nos olvida que "la batalla que libramos no es contra gente de carne y hueso" (Efesios 6:12) y nuestra defensa tiene de todo, menos "mansedumbre y respeto" (1 Pedro 3:15). Ganamos argumentos, y perdemos personas ¡Cómo se luce el Reino de Dios con representantes como nosotros!

Más allá de la crítica, sé que este es un tema complicado, porque yo también he estado allí. A mi también me han molestado las burlas de aquellos que no son creyentes, y la arrogancia y terquedad que he encontrado entre mis propios hermanos en la fe. Algunos debates involucran demasiado las emociones, y la virtud del dominio propio no es exactamente fácil de cultivar. Pero al ver los tristes frutos que ese enojo y esa actitud justiciera están produciendo en nuestros diálogos con otros, creo que se vuelve cada vez más necesario pedirle a Dios que nos ayude a ver "más allá de lo evidente".

Como Agar, Samuel y Salomón aprendieron, Dios es un Dios que ve la condición humana más allá de las apariencias (Génesis 16:13; 1 Samuel 16:7; 2 Crónicas 6:30). Jesús se reveló como el Dios que ve la necesidad de amor y perdón que existe más allá del pecado de publicanos, prostitutas y soldados romanos (Mateo 9:11-13; Lucas 7:37-39, 48-50; Lucas 23:34). Como Sus seguidores, por lo tanto, necesitamos pedirle que nos dé la gracia de hacer lo mismo. Necesitamos orar para que nos vuelva capaces de distinguir en las personas que tanto nos ofenden el quebranto del pecado, las luchas internas, el hambre de amor verdadero y la falta de Dios; al hijo pródigo que se esconde detrás del ateo que ridiculiza, y la obra en proceso dentro del hermano que está equivocado. Tenemos que ser capaces de ver con claridad que nuestra misión hacia ellos es la de construir, no la de derribar. Si queremos enseñar a otros el camino de salvación, si queremos edificarlos en la fe, necesitamos hacer nuestra la oración que expresa una popular canción contemporánea:


"Dame Tus ojos, quiero ver
Dame Tus palabras, quiero hablar
Dame Tu parecer
Dame Tus pies, yo quiero ir
Dame Tus deseos para sentir
Dame Tu parecer
Dame lo que necesito para ser como Tú" [1]


Al escribir este post, recuerdo que esto está lejos de ser el primer sonido de la trompeta. He hablado antes de la importancia del carácter cristiano, la gracia y la compasión en medio de nuestras discusiones aquí, aquí, aquí y aquí, sólo por nombrar algunas. No obstante, a pesar de no ser un tema nuevo, me veo en la necesidad de que volvamos a él, porque claramente no lo hemos internalizado como deberíamos, yo incluido.

Mis hermanos y hermanas, que defienden la sana doctrina, la fe y la verdad, ¿Oramos? "Dios, enséñame a ver más allá de lo evidente"


"Pero la sabiduría que viene de lo alto es, ante todo, pura, y además pacífica, amable, benigna, llena de compasión y de buenos frutos" (Santiago 3:17)

   



Referencias

[1] "Dame Tus Ojos", interpretada por Marcela Gándara y Jesús Adrián Romero


A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera Contemporánea (RVC) Todos los enlaces fueron accesados correctamente al día de la publicación de este post


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