24 de agosto de 2022

El Testimonio de la Fe de Isaac y Jacob


[Este post es parte de la serie El Testimonio de los Héroes de la Fe, que puedes encontrar completa aquí]


"Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras. Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón." (Hebreos 11:20-21)

Una vez mencionado el gran sacrificio de Abraham, el autor de Hebreos continúa su recorrido por los héroes de la fe con los dos patriarcas siguientes, Isaac y Jacob. Como el acto de fe que se destaca es muy parecido en ambos casos, podemos considerarlos juntos.


El contexto del Antiguo Testamento


La historia de la bendición de Isaac a sus hijos, aunque no es tan famosa como los relatos que hemos visto hasta ahora, tampoco es un terreno completamente desconocido. El autor de Hebreos nos recuerda los nombres de sus hijos, Esaú y Jacob, y probablemente recordemos a grandes rasgos las escenas en que Jacob, siendo el menor, "compra" astutamente la bendición que le corresponde a su hermano mayor (Génesis 25:27-34), para luego hacerse pasar por él y apropiarse efectivamente de la bendición declarada por su padre (Genesis 27:1-29). Esaú también recibirá su propia bendición, pero subordinada a la de su hermano (Genesis 27:30-40)

El pasaje referenciado sobre la adoración de Jacob y su bendición para sus nietos es mucho menos popular. Sucede también en Génesis, pero luego de narrar todas las desventuras de Jacob, y todo el proceso de Dios para convertirlo en el patriarca Israel, y luego de introducir de igual manera a José, su estadía en Egipto y su papel como salvador de su familia. En Génesis 47, encontramos a Jacob y a sus hijos habitando en Egipto al cuidado de José, y vemos cómo Jacob, ya en sus últimos días, hace prometer a José que sacará sus restos de Egipto, para sepultarlos en el sepulcro de sus padres en la Tierra Prometida (vv. 27-30). Cuando su hijo accede, Jacob se inclina en adoración, lo que es parte de la referencia del autor de Hebreos.

Poco después de esto tenemos el episodio de la bendición (Génesis 48), en que José trae a sus hijos nacidos en Egipto y estos son bendecidos por el patriarca, paradójicamente, en un orden inverso: aunque Manasés era el primogénito y a quién correspondía tradicionalmente la bendición, la prioridad de la bendición recae sobre Efraín.


Acciones de Fe


Las acciones que se describen en estos breves versículos son acciones de fe. El simple hecho de preocuparse por traspasar la bendición dada a Abraham a las siguientes generaciones ya nos revela que ellos creían profundamente que esta bendición era real, pero la fe de estas acciones se ve en forma plena en el hecho de mirar el futuro prometido por Dios y abrazarlo como si ya hubiera llegado.

En el primer caso, "Isaac [bendijo] a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras". Como si estuviera viendo el cumplimiento de las promesas de Dios en el presente, Isaac anunció el porvenir de sus hijos. Jacob recibiría la mejor parte de la promesa de Abraham, recibiendo la abundancia de la tierra (Génesis 27:28), un lugar de privilegio y autoridad entre las naciones y la capacidad de transmitir la bendición (Génesis 27:29). Esaú, por su parte, sólo recibiría la bendición de su provisión (Génesis 27:39) y la capacidad de liberarse de la autoridad de su hermano (Génesis 27:40), hablando en relación a las naciones que fundarían. En ambos, de alguna manera, Isaac anuncia como cumplida la promesa dada a Abraham "te bendeciré y serás bendición", con tal seguridad que, cuando Esaú vino a reclamar su parte de la bendición paternal, Isaac afirmó que no podría quitar lo que ya había dado: "Yo le bendije, y será bendito" (Génesis 27:33)

En cuanto a Jacob y sus nietos, la idea es similar: el patriarca entrega la bendición dándola por hecha. Dios le había revelado sobrenaturalmente que (como sucedió en su propio caso) la descendencia del menor sería más grande que la del mayor, y que ellos serían destacados en toda la nación que vendría desde él -Israel (Génesis 48:19-20). Podemos ver una nota adicional de fe en esto: Jacob se atreve revertir el criterio tradicional de la bendición que se le daba al primogénito para dársela al hermano menor, simplemente porque confiaba en lo que Dios había anunciado.

La adoración de Jacob también responde a este mismo hecho: su convicción acerca de todo lo que Dios había dicho sobre la esclavitud y la liberación de su descendencia era tanta, que al tener la seguridad de que José lo enterraría en la Tierra Prometida, adoró en gratitud por adelantado, como si ya hubiera sido hecho.


Lecciones Prácticas


Como hemos visto, estos tres hechos, la bendición de Isaac, la bendición de Jacob y su adoración, apuntan hacia la misma lección: la fe confía tan plenamente en lo que Dios ha prometido que no sólo lo anticipa y lo espera, sino que lo da por hecho por adelantado. Esto nos lleva directamente de vuelta a la introducción de este capítulo de Hebreos, a la lección que el autor está constantemente reforzando a través del ejemplo de cada personaje bíblico: "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (Hebreos 11:1)

Por la fe Isaac y Jacob tuvieron certeza de un futuro que aun no veían, porque creyeron las promesas de Dios dadas a Abraham. Por esto, a través de su ejemplo, nosotros somos desafiados a hacer lo mismo: a creer tan firmemente en las promesas de Dios que están comprometidas para nuestra vida que las anticipemos, que seamos capaces incluso de actuar en base a ellas aunque no sean visibles en el presente, porque -al igual que Sara- creemos que "es fiel quien lo [ha] prometido" (Hebreos 11:11). En medio de las circunstancias y las turbulencias que podamos experimentar en nuestro caminar cristiano, podemos hacer descansar nuestra vida entera en la seguridad que existe en las promesas y el carácter de Dios.




A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60)
Foto: "An elderly Isaac blessing Jacob" por Govert Flinck (1638), en Wikipedia
 


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