5 de abril de 2023

Una Canción de Victoria en la Oscuridad


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Texto Base: Salmo 118


Una Entrada Triunfal


El Salmo 118 es uno que no resulta sencillo de entender a primera vista. Contiene alabanza personal y comunitaria, pero además descripciones de acciones que van tomando lugar en la escena. Por otro lado, se escuchan y se entremezclan distintas voces, como la de un adorador principal, la de una congregación y las que parecen ser voces de sacerdotes o ministros. Aspectos como estos nos llevan a tener que prestar mucha atención a esta canción para saber qué esta pasando.

Más allá de los detalles específicos, sin embargo, el panorama de este pasaje es claro: estamos delante de un peregrinaje gozoso que va camino al templo. Luego de una invitación general a alabar a Dios (Salmos 118:1-4), la voz principal da testimonio de cómo Dios le ha ayudado en medio de una gran angustia y peligro (Salmos 118:5). Esta voz parece ser la de un rey o de un gran líder, porque rápidamente el lenguaje toma tonos de conflicto, y los problemas adquieren la forma de una gran multitud (“las naciones”) o un poderoso ejército declarándole la guerra al salmista (Salmos 118:6- 14).

Con todo, y a pesar del poder de estas fuerzas enemigas y de lo desesperado de la situación (el salmista declara haber estado angustiado, rodeado, asediado, desechado, a punto de caer y a punto de morir, Salmos 118:5, 10-13, 17-18, 22), esta voz protagonista proclama que Dios estuvo con él, y por eso alcanzó la victoria. No importa que todo el mundo haya estado en su contra, la omnipotencia de Dios fue suficiente para darle salvación y victoria (Salmos 118:14).

Mientras otras voces distintas parecen elevarse de parte de la congregación para alabar a Dios (Salmos 118:15-16), el protagonista se describe como entrando por las “puertas de la justicia” que representan al templo, y repitiendo su alabanza y gratitud (Salmos 118:19-21). Desde allí, otro grupo -al parecer, de sacerdotes y levitas- parece recibir a los que vienen entrando, aclamándolos, bendiciéndolos y entonando ellos mismos cantos de gratitud a Dios por la victoria que le dio al protagonista (Salmos 118:22-27). La escena termina con la voz protagonista alabando a Dios en forma personal por última vez y llamando a la adoración en la misma forma en que comenzó el salmo (Salmos 118:28-29).


El Vencedor del Nuevo Testamento


En nuestra lectura, sin embargo, es casi imposible que pasemos por alto algunos versículos que suenan conocidos. Efectivamente, y con toda seguridad, los hemos escuchado antes, en los Evangelios: los vv. 25-26 le dan forma a la recepción que el Señor recibirá -y aprobará- en Su entrada triunfal a Jerusalén (Mateo 21:9; Lucas 19:39-40. Nota: “Hosanna" viene del “Sálvanos ahora” del v. 25), mientras que los vv. 22-23 son la sentencia que el Señor va a dictar poco después en respuesta a la oposición de los fariseos que buscan callarlo y destruirlo (Mateo 21:42). Jesús anticipa, finalmente, un momento en que una nueva generación en el futuro le dará la bienvenida utilizando estas mismas palabras (Mateo 23:39). Todo esto nos indica que este salmo tiene la calidad de mesiánico, donde el compositor -inspirado por el Espíritu Santo- recibe la capacidad de ver en sus propias circunstancias la realidad de eventos trascendentes relacionados con el Mesías. Tanto la gente a la entrada de Jerusalén como el propio Señor reconocieron en él anuncios que tenían su cumplimiento en el momento que ellos estaban viviendo.

Este Salmo viene a ser, sin duda, una música de fondo apropiada para la victoria del Señor, luego de haber resucitado. Él es el protagonista del Salmo 118 por excelencia. Aunque las naciones de Israel, Roma y el resto de los gentiles se unieron contra Él, no pudieron vencerlo finalmente (Hechos 4:26-27), y aunque la oposición de Satanás fue intensa, Él triunfó sobre el reino de las tinieblas en la cruz (Colosenses 2:15; Hebreos 2:14). Aunque la angustia fue grande, la situación desesperada y la muerte en efecto tocó a Jesús, Dios oyó el clamor que Su Hijo había elevado, y -en un sentido muy real- lo libró de ella (v. 21, cf. Salmo 16:10; también Hebreos 5:7, 9). Pedro testificará más adelante que la Resurrección demuestra claramente que Él es la “piedra desechada” que ahora es la “cabeza del ángulo” (Hechos 4:10-11).


Cantando victoria por adelantado


Lo que es interesante notar en el caso del Señor es que este canto de victoria es cantado por adelantado, por decirlo así. Como ya vimos, en esta semana de la Pasión Jesús demuestra estar familiarizado con los versos de celebración y de exaltación que están dedicados -en última instancia- a Él. Este Salmo, vibrante y glorioso, es una nota disonante de luz en medio de la oscuridad del camino al Calvario.

Esto es aún más significativo cuando tomamos en cuenta un dato adicional: el Salmo 118 no es simplemente “un salmo más”, sino que tiene un valor litúrgico especial en el mundo judío. Pertenece a un conjunto llamado el Hallel Egipcio [1] conformado por los Salmos 113-118, el cual se cantaba especialmente en la celebración de la Pascua [2], los dos primeros antes de la cena, y los cuatro restantes después [3]. De este modo, el Salmo 118 probablemente fue el último salmo (himno) que el Señor cantó antes de dirigirse a Getsemaní (Mateo 26:30; Marcos 14:26).

Nadie de nosotros podrá dimensionar cuánto costaron estas últimas horas de vida en el huerto, en el tribunal y en la cruz. Sin embargo, no sólo un ángel del cielo estuvo presente al lado de Jesús para fortalecerlo durante Su oración (Lucas 22:43). También estaban, en Su mente y corazón, una innumerable cantidad de testimonios de la Escritura, incluyendo este Salmo. En medio del juicio del Sanedrín, y contra toda injusticia y maldad de los religiosos, estaba presente la declaración eterna: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo” (v. 22). Aún en las peores horas de confusión, soledad y oscuridad sobre la cruz, cuando el Señor sólo podía ver suficiente como para encomendar su espíritu al Padre, estaba presente la certeza que el mismo Espíritu le había dejado por escrito: “no moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Jehová” (v. 17). La cruz no era el final: en el futuro, había un momento en que Él se levantaría de nuevo para celebrar, para alegrarse, y para decir con satisfacción: “Te alabaré porque me has oído, y me fuiste por salvación.” (v. 21). Todas estas palabras fueron combustible para la determinación de nuestro Salvador de cumplir Su misión: “Por el gozo puesto delante de Él” -declara el autor de Hebreos- “Jesús [...] sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:2).


Este no es el final


En nuestro propio microcosmos de situaciones cotidianas, no obstante, pareciera ser que muchos de los obstáculos que enfrentamos nos dicen precisamente eso: “este es tu final”. Esos días donde nada sale bien, donde las complicaciones parecieran ponerse de acuerdo para aterrizar en nuestra vida, pueden hacer que de un momento a otro todo se vea oscuro y sin mucha perspectiva de mejorar.

Si esto es verdad de los problemas del día a día, ¿cuánto más para los que enfrentan un quiebre en su familia o una relación dañada, una enfermedad grave, la pérdida de un empleo, la pérdida de un ser querido? Mientras más adentro profundizamos en los dolores de la vida, con más razón entendemos que los que sufren sólo vean oscuridad, se desesperen y sientan que esto es el final para ellos.

Sin embargo, hay otro camino posible. Las canciones de victoria que están en la Escritura no sólo son para el Señor: también fueron escritas para nosotros. Los Salmos, así como abundan en lamentos que podemos usar para clamar a Dios en medio de la oscuridad, también contienen declaraciones poderosas sobre Su ayuda, Su amor, y Su providencia para nosotros. Nuestro himnario incluso es más grande: así como los Salmos anticipaban el futuro de Jesús, las epístolas y el Apocalipsis nos hablan del nuestro. La Palabra del Señor nos recuerda que, pase lo que pase, no es nuestro final.

Sí, el dolor y el sufrimiento son reales; esto no se trata de disminuirlos, o de ignorarlos creyendo que no existen. Es una cruda realidad de nuestra existencia humana. Sin embargo, el hombre más grande, quien se enfrentó al sufrimiento más grande, lo hizo en esperanza y confianza de lo que tenía por delante (cf. Hebreos 12:2, Isaías 53:11). Nosotros podemos hacer lo mismo, podemos vivir, cruzar la oscuridad, tomando aliento en el futuro que Dios nos muestra en Su Palabra. Aunque no somos exactamente la generación a la que Jeremías le habla, Dios ha hecho que en nosotros se cumpla plenamente su profecía: “Yo sé los planes que tengo para ustedes. Son planes para su bien, y no para su mal, para que tengan un futuro lleno de esperanza” (Jeremías 29:11, RVC)

La declaración del salmista, “no moriré, sino que viviré, y declararé las obras de Dios”, siempre será verdad para nosotros, ya sea por la liberación que Dios traerá en esta tierra, o en último caso, por la que traerá en el Cielo. Nuestra vida continuará aquí para alabanza del poder y la bondad de Dios que ha intervenido en nuestra situación o nos ha fortalecido para superarla, o al igual que Jesús, despertaremos a una nueva vida sin fin, para declarar por siempre la gloria del Padre que nos ha dado la victoria definitiva. En cualquier caso, lo que sea que estemos pasando no será nuestro final. No fue el final para Él, y por eso, tampoco será el final para nosotros. Porque Él venció, nosotros podemos vivir en victoria, sin importar lo que pase:

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? [...] Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:35; 37-39).


Finalmente, podemos preguntarnos: ¿Tenemos en nosotros las canciones de victoria que Dios ha escrito para que vivamos a la luz de ellas? ¿Las hemos leído? ¿Las hemos entendido? ¿Las creemos? ¿Nos hemos apropiado de ellas?

Los momentos oscuros, en muchos casos, son inevitables; son parte de nuestra vida aquí. Pero como hijos de Dios, no estamos obligados a vivir en desesperación; podemos seguir adelante, y atravesar las tormentas tomando aliento en las canciones de victoria que Dios nos ha dejado.





Notas

[1] Hallel significa "alabanza" -de donde viene nuestro Aleluya, “alabado sea Jehová”- y Egipcio, porque estos salmos incluyen diversas referencias y temas propios del Éxodo.

[2] Carrie Sinclair Wolcott, "Hallel" en The Lexham Bible Dictionary, eds. John D. Barry et al. (Bellingham, WA: Lexham Press, 2016).

[3] Ibid. Ver también Derek Kidner, Psalms 73–150: An Introduction and Commentary, vol. 16, Tyndale Old Testament Commentaries (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1975), p. 436; o Willem VanGemeren, The Expositor’s Bible Commentary: Psalms (Revised Edition), ed. Tremper Longman III y David Garland, vol. 5 (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2008), p. 831.


A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60), y todas las citas desde fuentes en inglés han sido traducidas por el autor del blog
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