Es posible que al momento de publicar de esta entrada las aguas se hayan calmado un poco, pero no cabe duda de que el actual movimiento feminista nos ha sorprendido a muchos (no sólo aquí en Chile, sino a nivel global) por la rapidez de su crecimiento. Alentadas por los distintos sucesos de violencia y abuso sexual que se han hecho públicos en los últimos años, ya sea en el extranjero (episodios de abuso sexual en Hollywood) como en nuestro propio país, las mujeres han decidido levantar una voz de protesta frente a estos hechos. Como consecuencia, y gracias a las bondades de las redes sociales y la comunicación instantánea, en un lapso de pocas semanas hemos visto la aparición de un grupo organizado, y con posturas y demandas bastante claras. La pregunta interesante de hacer es ¿cómo debería tomar esto un creyente cristiano? ¿Deberíamos formar parte de las protestas, o de la oposición?
La respuesta no resulta fácil, porque a pesar de la visible unidad del movimiento, este es un grupo de personas diverso y que no necesariamente tiene las mismas motivaciones personales para apoyar la causa común. De la misma manera, tampoco existe una única postura cristiana frente al feminismo. No obstante, considero que vale la pena tomar un lugar dentro de toda esta discusión, así que aquí les comparto mi perspectiva personal.
No, como cristianos en general no podemos aceptar cada una de las demandas del movimiento
Para comenzar, seamos justos y aclaremos este concepto para no caer en críticas baratas: feminismo no significa promover la superioridad de la mujer sobre el hombre, ni el odio hacia el sexo masculino. La Real Academia Española define este término como "principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre" [1]. Motivadas por esta búsqueda de igualdad, entonces, es interesante notar cómo esto ha provocado que las demandas del movimiento se vuelvan muy diversas. Muchas mujeres no sólo aspiran a recuperar derechos que habían perdido, sino que buscan adquirir otros que actualmente no poseen, y en el mismo impulso, crear y extender beneficios a otros grupos de personas que históricamente han sido oprimidos y dejados de lado. Suena bien en principio, pero al conocer en detalle estas demandas nos damos cuenta de que, como cristianos, hay varias de ellas que no podemos apoyar con buena conciencia, por ser propuestas que van más allá de lo que la Biblia describe como dignidad y bienestar.
En particular, dos de los ejemplos más fáciles de identificar son las demandas feministas que van en apoyo al movimiento LGBT [2] y las que se refieren específicamente al aborto. En el primer caso, un creyente puede (y debería) apoyar toda demanda que busque proteger a este grupo de actos de violencia física y verbal, pero no puede darle el mismo apoyo a las demandas que desean presentar el estilo de vida homosexual como algo saludable y valioso, y que debe ser aceptado plenamente por la sociedad (de hecho, ¡un cristiano ni siquiera debería compartir la mentalidad actual de que es saludable y valioso iniciar una vida sexual "tradicional" antes del matrimonio!). El segundo punto es mucho más directo: como creyentes, reconocemos que desde el momento en que se produce la unión de óvulo y espermatozoide estamos hablando de un ser humano, de una persona, cuya vida es valiosa. Si bien existen circunstancias excepcionales como las que propone la actual ley chilena de aborto en tres causales (donde quizás se justificaría de alguna manera tomar esta dolorosa decisión), un cristiano no puede estar de acuerdo con la demanda feminista de aborto libre, y seguir manteniendo una buena conciencia.
... pero esto no significa que la causa feminista no sea digna de apoyar
No obstante, más allá de estas diferencias valóricas con el feminismo en general, debemos aceptar que su razón de ser (la búsqueda de igualdad de derechos entre hombres y mujeres) es un propósito válido, y más aún, es algo digno de apoyar. Incluso, podemos encontrar apoyo para esta causa en las Escrituras.
Las situaciones que actualmente viven las mujeres -desigualdad en cuanto a salarios, mayores costos en los sistemas de salud, menos acceso a ciertas oportunidades laborales, el riesgo de acoso sexual y violación, entre otras- son problemas que atentan contra la dignidad humana del género femenino, y eso en cierto sentido nos trae a la memoria nuestra responsabilidad con un mandamiento muy importante, el segundo más importante, de hecho: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:39). Si yo personalmente disfruto de paz, seguridad y libertad, debo buscar que mis prójimos, hombres y mujeres, también puedan hacerlo. Si deseo ser valorado y tratado con justicia, también debo querer lo mismo para otros.
Cuando hablamos de compasión por otros, por supuesto, no hay nadie que supere a Dios. A lo largo de toda la Biblia, podemos notar Su interés en los temas sociales, pues una y otra vez nos manifiesta cómo Él tiene cuidado de aquellos que son oprimidos, marginados y necesitados. El llamado que Él nos hace como cristianos es precisamente a hacer justicia, y a suplir las carencias de quienes tienen menos. Por este motivo, cuando vemos el feminismo como la voz de aquellas mujeres que han sido dañadas, atemorizadas y tratadas injustamente, nos damos cuenta de que hay una labor cristiana de bondad hacia ellas que debemos llevar a cabo.
Sí, algunos cristianos defendemos los "estereotipos"
Esta posición es controversial incluso entre nosotros los cristianos, pero aquí voy de todas formas: Creo interpretar a muchos hermanos en la fe al sostener la creencia de que aquello que el movimiento feminista usualmente llama "estereotipos" -en otras palabras, las marcas distintivas que la sociedad espera de cada sexo- no es otra cosa que el reflejo de un diseño divino establecido por nuestro Creador.
Ni siquiera es necesario movernos de donde estamos para descubrir que a Dios le gusta la variedad. Desde todo el menú de elementos químicos que forman la base de la creación hasta todas las posibles combinaciones de rasgos y características en nuestra apariencia, Dios parece disfrutar el manejar muchas opciones en todo lo que hace. Sin embargo, esto no impide que cada cosa que Él ha creado tenga un orden y un funcionamiento establecido, a veces en forma increíblemente detallada, como en el caso de la gravedad y el movimiento de los cuerpos celestes y terrestres.
Tomando en cuenta lo anterior, ¿es tan difícil de creer que Él haya diseñado y preparado algunas características especiales para hombres, y otras para mujeres? ¿que Él nos haya hecho diferentes a propósito? La perspectiva cristiana que estoy presentando aquí sostiene que hombres y mujeres están hechos, no para ser independientes, sino para completarse unos a otros en los distintos ámbitos, ya sea trabajo, hogar, etc. Por esta razón, los creyentes que sostenemos esto no estamos de acuerdo con la propuesta feminista de "borrar" tales rasgos distintivos (o por lo menos no en el grado extremo que se propone).
... pero al mismo tiempo creemos de todo corazón en la necesidad de levantar el valor de la mujer
Ahora, lo anterior de ninguna manera implica que los cristianos consideramos a la mujer como un ser inferior. Pensar de esta forma es confundir dos aspectos distintos de los seres humanos: su valor y su función. En todo orden de cosas, cada día vemos que las personas alrededor nuestro cumplen labores distintas a las nuestras, y sin embargo, eso no las hace más o menos personas. Pasa lo mismo en este caso: sin importar qué creamos específicamente sobre el diseño de Dios para hombres y mujeres, todos los cristianos estaremos de acuerdo en que tanto hombres como mujeres son igualmente valiosos, pues ambos llevan la imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27).
Durante muchos siglos, las distintas culturas del mundo han tratado a la mujer como un ser de menor valor que el hombre, incluso como una propiedad o un objeto, al cual no importa tratar con violencia y crueldad. Vale la pena reconocer que esta clase de abusos también sucedieron en el pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. No obstante, Dios -al mismo tiempo que sí estableció roles para hombres y mujeres- nunca felicitó tales acciones, y podemos ver en la Biblia cómo Él progresivamente trató con Su pueblo en este aspecto. Más de una vez, Dios permitió que fueran mujeres (como Rahab, Débora, Rut, Ester y otros) quienes se abrieran paso hasta los asientos de honor en la historia de Israel. Fue Dios quien inspiró al autor de Proverbios a decir "El hombre que halla esposa encuentra un tesoro, y recibe el favor del Señor" (Proverbios 18:22, NTV) y "Mujer ejemplar, ¿dónde se hallará? ¡Es más valiosa que las piedras preciosas!" (Proverbios 31:10, NVI). Ya en el Nuevo Testamento, Dios guió a los evangelistas a registrar la fe, el valor y la devoción de distintas mujeres que seguían a Jesús, algunas de las cuales incluso se quedaron con Él durante Su crucifixión, mientras que los discípulos estaban escondidos (Mateo 27:55-56). El Evangelio también registra que ellas fueron las primeras testigos de la Resurrección (Lucas 24:1-12). Finalmente, encontramos entre las cartas de los apóstoles referencias al lugar de dignidad que Dios estableció para la mujer, como "heredera de la gracia de la vida" al igual que el hombre (1 Pedro 3:7).
Desde este punto de vista, por lo tanto, la Biblia nos inspira como cristianos a afirmar el gran valor de la mujer, alguien tan humano y tan digno como el hombre y capaz, por su propia cuenta, de hacer grandes cosas.
Naturalmente, algunas feministas de la variedad más radical no disfrutan mucho tocando los temas de Dios o de la fe cristiana, los cuales ven como instrumentos históricos de opresión y de violencia hacia las mujeres. Me imagino que varias de ellas preferirían librarse de cualquier concepto religioso que las limite, o que intente definir cómo debe ser una mujer, pues desean que cada mujer decida esto por sí misma. No obstante, esta visión del mundo sin Dios tiene sus propias dificultades. Por ejemplo, sería interesante invitarlas a pensar en esta pregunta: suponiendo que Dios no existe ¿de dónde provienen los derechos de las mujeres? La respuesta es que los conceptos de dignidad y valor de hombres y mujeres sólo pueden sostenerse apropiadamente en un universo creado por Dios.
Referencias
[1] "Feminismo" - Rae.es, obtenido a la fecha de publicación de este post
[2] LGBT es el acrónimo utilizado usualmente para referirse al grupo de personas que se identifican como Lesbianas, Gay, Bisexual y Transexual.
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