8 de enero de 2024

Estudios en Juan 3 - Jesús y Nicodemo (Parte 2)


[Este post es parte de la serie Estudios en Juan, que puedes encontrar completa aquí]


Recuento clase anterior


Sobre el agua y el Espíritu como revelando dos aspectos distintos:

Se debe considerar el componente humano, pues de lo contrario Jesús estaría recalcando la necesidad de algo -el nuevo nacimiento dado por Dios- en lo cual Nicodemo no tendría ninguna posibilidad de elegir participar. El contexto de Juan, especialmente el énfasis de Juan 1:12 en la necesidad de tener fe en Jesús para convertirse en hijos de Dios (experimentar el nuevo nacimiento), respalda esta interpretación de dos aspectos de la misma realidad: la operación de regeneración -representada por el Espíritu- es sobrenatural, pero la decisión de la fe -representada por el agua- es humana. Nacer del agua y del Espíritu, de esta manera, es tener la clase de conversión genuina que tiene la aprobación y el sello de Dios mediante la acción del Espíritu.

"Debes experimentar un nuevo nacimiento desde lo alto, una obra del Espíritu Santo en ti tal como lo profetizó Ezequiel, pero para eso necesitas convertirte a la verdadera fe de Israel. De la misma manera que los gentiles nacen de nuevo dentro del pacto mediante el bautismo natural, tu debes recibir este nuevo nacimiento por medio de un bautismo de arrepentimiento y conversión". Si el "nacimiento del agua" convertia a un gentil en un judío, esto implicaba la necesidad de que un judío se convirtiera en un verdadero judío.


Jesús continúa explicando el nuevo nacimiento

"No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu".

En este punto, tenemos un primer “llamado de atención” de parte de Jesús a Nicodemo, porque esta declaración que tanto le asombró y provocó su primera pregunta -la necesidad de nacer de nuevo para "ver" (entrar
en) el reino de Dios (v. 3)- no lo debería haber impactado tanto. Cuando miramos los versículos anteriores, la idea parece ser que -a estas alturas de su caminar como líder espiritual- Nicodemo ya debería haber entendido que el Reino de Dios es una realidad espiritual, y que, por lo tanto, es un requisito indispensable (“es necesario”) tener una naturaleza espiritual para entrar en él, una naturaleza que no se adquiere por nacimiento natural (“lo que nace de la carne es carne”), sino que sólo se puede recibir de parte de Dios. No sabemos si es porque esta verdad tenía antecedentes en el Antiguo Testamento, o porque tenía una cierta lógica dentro de la revelación de Dios, pero este maestro de Israel no debería haberse sorprendido por lo que Jesús le acaba de decir.

Nosotros, teniendo la revelación completa del Nuevo Testamento, tenemos un panorama mucho más completo que Nicodemo: sabemos que el nuevo nacimiento es necesario no sólo porque “nos falta” una naturaleza espiritual, sino porque poseemos una naturaleza totalmente contraria: necesitamos nacer de nuevo espiritualmente porque nuestro estado natural es de muerte espiritual, lo que encontraremos más adelante en Juan 5:24. ¿Cuál puede ser la idea de esta comparación entre el viento, el espíritu y los nacidos de nuevo? ¿Qué relación tiene con lo que Jesús y Nicodemo están conversando? Como muchos intérpretes notan, la relación entre el viento y el espíritu se expresa en primer lugar en el juego de palabras que usa el Señor, porque la misma palabra en griego pneuma puede traducirse tanto “viento” como “espíritu”. La enseñanza principal de estas palabras es que así como los movimientos del viento tienen efectos observables (“el viento sopla… y oyes su sonido”) pero la dinámica precisa de esos movimientos es desconocida para las personas (esto es, alguien que escucha soplar el viento no puede saber de dónde proviene esa corriente de aire, ni dónde ira a continuación, ni dibujar la trayectoria de su movimiento), de la misma forma la acción del Espíritu sobre los seres humanos tiene efectos concretos, pero su mecanismo es invisible.

Esto responde en cierto sentido a la pregunta de Nicodemo sobre la posibilidad del nuevo nacimiento (“¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?”) A través de esta frase, Jesús completa la respuesta que había comenzado a dar: sí, nacer de nuevo es posible mediante una acción del Espíritu (v. 6), una obra sobrenatural e invisible como el viento, pero que tiene efectos visibles y comprobables: es un cambio real.


Nicodemo pregunta sobre la posibilidad del nuevo nacimiento

"Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?"

La respuesta de este fariseo a Jesús refleja un gran asombro. Nicodemo está desconcertado, y no es para menos, porque el Señor le está abriendo un horizonte que él no había descubierto hasta el momento. Esta pregunta también refleja cierto avance, porque mientras que la anterior reflejaba sorpresa, y una cierta ironía frente a la idea de que nacer de nuevo fuera posible, ahora Nicodemo parece haber reconocido que el Espíritu de Dios podía hacer esta clase de obra, y pregunta al Señor acerca de la mecánica de este milagro: ¿Cómo es posible acceder a este nuevo nacimiento? Si Nicodemo entendió la referencia de “nacer del agua y del Espíritu” en relación al “nuevo nacimiento” del agua en el bautismo de los gentiles (ver clase anterior), y entendió que esto requería una conversión de su parte, entonces la pregunta tiene un sentido muy específico: ¿Cómo abrazamos la fe verdadera? Si pertenecer al pueblo de Dios, guardar las tradiciones y obedecer la ley no son suficientes para cumplir este requisito necesario para entrar al Reino, ¿qué debemos hacer?


Jesús explica la mecánica del nuevo nacimiento

"Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna."

En este punto, Jesús le llama la atención por segunda vez a Nicodemo con una nota de ironía. Así como este fariseo debería haber sabido que era posible nacer de nuevo, en este punto -como maestro del pueblo de Dios- también debería saber cuál era la forma de acceder a este nuevo nacimiento. Al decir esto, el Señor asume que esta información está presente en (o puede deducirse desde) las Escrituras de ese tiempo: el Antiguo Testamento.

¿Qué nos podría decir el Antiguo Testamento sobre el nuevo nacimiento? ¿Qué es lo que Nicodemo debería haber sabido? No podemos identificar con certeza qué es lo que tenía el Señor en mente, pero podemos intentar trazar una línea posible dentro de lo mucho que el Antiguo Testamento nos dice sobre una nueva era prometida por Dios. Como vimos, Nicodemo ya debería saber en base a pasajes como Ezequiel 36:25-27 que la obra renovadora del Espíritu Santo no sólo era posible, sino que había sido prometida para el pueblo de Dios. Pero cuando nos fijamos en ciertos aspectos descritos por Ezequiel como el perdón de los pecados y la transformación del corazón para obediencia, nos podemos dar cuenta de que estas son características del nuevo pacto que Dios anunció a través de Jeremías (Jeremías 31:31-34). ¿Cómo se puede nacer de nuevo? Estos pasajes parecen indicar que el nuevo nacimiento es algo que el pueblo de Dios debía esperar dentro del contexto del Nuevo Pacto que los profetas anunciaron.

Ahora, esto conlleva una pregunta más importante: ¿Cómo alguien entra en el Nuevo Pacto de Dios, o cómo se establecerá este pacto con las personas? El Antiguo Pacto nos da una muy buena pista: debe aparecer un mediador, alguien enviado de parte de Dios (como Moisés) que le presente el pacto al pueblo. Y esto es precisamente lo que Dios le dijo al pueblo que esperaran en el futuro: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis" (Deuteronomio 18:15). La respuesta que Nicodemo quería (pero que debería haber sabido) pasaba por este personaje. Aunque hubo muchos profetas enviados por Dios, ninguno llevó a cabo este rol único de ser un “profeta como Moisés”: todos tenían la intención de hacer regresar al pueblo al Antiguo Pacto, y anunciar lo nuevo que Dios traería en el futuro. Lo sabemos además porque el mismo Juan ya nos ha mostrado que los judíos todavía estaban esperando a esta figura, que -junto a otros- se creía que daría comienzo a la nueva era (Juan 1:19-21, 25).

Lo interesante aquí es la respuesta de Juan el Bautista al ser consultado si era el profeta. Él lo negó, pero declaró que él anunciaba a Aquel que bautizaría con el Espíritu Santo. Esto último ¿no suena acaso a Ezequiel y a nuevo nacimiento mediante el Espíritu? Si alguien era el mediador del Nuevo Pacto, era esta persona; precisamente, el mismo que estaba hablando con Nicodemo: Jesús, el profeta como Moisés (Hechos 3:22-26) y mediador de un mejor pacto (Hebreos 7:22).





A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60), y todas las citas desde fuentes en inglés han sido traducidas por el autor del blog
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