(Este post es el segundo y último de la serie 'Una guía para discutir con otros cristianos'. Puedes encontrar la primera parte aquí)
Hace algunas semanas empecé con esta serie de consejos que pueden ayudarnos a interactuar con otros cristianos, especialmente pensando en aquellos momentos en que tenemos diferencias en cuanto a lo que creemos sobre Dios, en nuestra teología. En caso de que ya tengan dominado el contenido del post anterior (saber abstenerse de discutir y mantener un comportamiento digno de un cristiano), les comparto esta segunda ronda de desafíos.
Sé espiritual (en la intención)
Hablamos anteriormente de buscar invertir nuestro tiempo y energía en conversaciones provechosas, y esto apunta a un tema más profundo: el motivo por el cual estamos discutiendo.
Debatir porque estamos en desacuerdo con la posición de otra persona es algo bastante normal, pero frecuentemente no pasa mucho tiempo hasta que nuestro orgullo aparece y comienza a guiar la discusión. Rápidamente, defender la validez de nuestra opinión deja de ser importante, y empezamos a poner toda nuestra atención en defender nuestra reputación de personas inteligentes (o no quedar en ridículo frente a otros). Ya no se trata de llegar a la verdad a través de la razón, sino de poner en alto nuestro punto de vista. Un simple intercambio de ideas puede llegar a volverse un tema irracionalmente personal.
En ese tipo de discusiones donde ambas partes sólo intentan ganar, difícilmente puede haber algún provecho, y esto debería llamar nuestra atención (si nuestra actitud de orgullo no lo ha hecho todavía). La Biblia nos lleva directamente en la dirección contraria: no debemos actuar movidos por vanidad o por el deseo de enfrentamiento (Filipenses 2:3). Además, nos recuerda que si Dios nos ha dado las capacidades intelectuales y las oportunidades de aprender, no es para buscar nuestro propio honor, sino la edificación de nuestros hermanos (Efesios 4:15-16). Lo que debe movernos en cada discusión no es demostrarle al mundo cuán entendidos, sabios o experimentados somos, sino procurar que ellos conozcan un poco más a Dios. Esta actitud espiritual es la que debería guiar cada discusión sobre temas de fe.
Practica la disposición y la humildad
Podríamos decir que -en cierto sentido- esto es básicamente el corolario del punto anterior. No debemos ser orgullosos ni agresivos, sino que al contrario, debemos ser humildes y accesibles. Sin embargo, el consejo anterior apunta principalmente a nuestra intención al hablar o entregar nuestra opinión, mientras que en este caso, la idea es que pongamos atención a la actitud que tenemos al escuchar o recibir las opiniones de los demás.
Una verdad que solemos olvidar en nuestras discusiones teológicas es que no lo sabemos todo. Incluso, aunque hayamos llegado a ser experimentados en algún aspecto de la fe, probablemente no lo somos en todos ellos. Somos limitados en nuestro conocimiento de Dios, pero el reconocer esta realidad es muy saludable, porque abre la puerta a estas actitudes de humildad y disposición.
Esto no es un llamado a dudar de lo que sabes, o a aceptar ciegamente otros puntos de vista. El punto es que, si estás consciente de que no lo sabes todo, te será más fácil mantener un deseo de aprender continuamente, y podrás valorar y considerar mejor la edificación que viene de parte de Dios por medio de otros miembros de la Iglesia.Y esto vale en todas las áreas: cada vez que escuches a otro cristiano predicar o enseñar desde una perspectiva teológica distinta a la tuya, no es necesario desechar el contenido completamente. Examínalo todo, y quédate con lo bueno que esté ofreciendo esa persona (1 Tesalonicenses 5:21). En nuestro caso particular, una actitud de disposición y humildad hará que veas cada discusión como una oportunidad para aprender algo nuevo o recordar algo importante.
Nunca dividas a tu familia
Una práctica lamentablemente común entre nosotros los creyentes es que, incluso los temas no-esenciales más simples (si no te suena el término, revisa el post anterior de esta serie), son una excusa para hacer una división entre nosotros y otros cristianos. Nos olvidamos de que existen asuntos secundarios en la fe, y nos entregamos por completo a defender nuestra postura "contra viento y marea", sin importar que los pasajes bíblicos involucrados puedan ser interpretados legítimamente de maneras distintas. Los que no están de acuerdo con nosotros pasan automáticamente a la calidad de "ignorantes", "retrógrados", "inmaduros", "cerrados" o "poco espirituales". ¿Te ha pasado?
Sin embargo, dejemos que la Biblia nos refresque la memoria una vez más:
"Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos." (Efesios 4:1-6)
Este pasaje prácticamente resume lo que hemos hablado hasta ahora. Debemos ser humildes, debemos soportarnos unos a otros, debemos ser pacientes, y... debemos esforzarnos por buscar la unidad, esa unidad que se basa en los esenciales de la fe que todos sostenemos. Creemos en el mismo Dios, le hemos entregado nuestra vida al mismo Señor y formamos parte del mismo cuerpo espiritual (la Iglesia). Estas cosas son las más importantes y deben tener prioridad por sobre cualquier diferencia en temas secundarios.
Si la persona que está en desacuerdo contigo sostiene estos esenciales, entonces es parte de tu familia espiritual, y como consecuencia le debes tu amor (Juan 15:12). Tenemos distintas posturas teológicas, pero compartimos una misma relación con Dios, y esto último es lo que debe definir la manera en que tratamos a otros cristianos, especialmente cuando no estamos de acuerdo.
Entre el post anterior y esta segunda parte hemos abarcado bastante terreno, y creo que aplicar cada uno de estos consejos en la práctica es un gran desafío. Personalmente, a la vez que escribo esta serie, sigo teniendo dificultades con varios de ellos, pero a pesar de eso, intentaré tenerlos presentes en mis discusiones de cada día, porque es parte del buen testimonio y de la luz que debemos reflejar al mundo que nos rodea.
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