19 de julio de 2023

Dos Respuestas para el Escándalo de Jesús


[Puedes acceder al archivo completo de mensajes aquí]


"Al oírlas [las enseñanzas de Jesús], muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? Sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os ofende? ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creen [...] Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él. Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros?" (Juan 6:60-64, 66-67)

Ser cristiano, ¿es fácil o difícil? Parece que nuestro caminar contiene ambos tipos de vivencias, en cierto sentido. En algunos momentos -y por la gracia de Dios- nos resulta sencillo, agradable y hasta natural llevar un estilo de vida cristiano y vivir de acuerdo a la voluntad del Señor. Pero en otras veces, seguir esa voluntad no resulta tan sencillo ni tan agradable; es más bien una intensa lucha contra nosotros mismos.

Dentro de toda su riqueza y complejidad, este pasaje nos habla de esta segunda clase de vivencias; aquellos momentos en que ser cristiano no es fácil. Al meditar en él, podemos encontrar dirección y guía para enfrentar estas dificultades del camino, y mantenernos firmes en la fe de Jesús.


El escándalo de Jesús


¿Qué es lo que pudo haber causado el asombro, el desagrado y el rechazo de los discípulos del Señor que encontramos al comienzo de este pasaje (v. 60)? Juan nos indica que la respuesta está en las palabras que el Señor acaba de decir. Para entender esta reacción, por lo tanto, necesitamos regresar al discurso que la originó (vv. 25-59), uno de los “sermones” más profundos y más desafiantes registrado en los Evangelios.

La conversación de Jesús con los judíos acerca de la multiplicación de los panes y los peces es la puerta de entrada que el Señor usa, como lo hace generalmente en Juan [1], para enseñar acerca de una verdad espiritual. En este caso, la revelación es profunda, y a medida que se va profundizando, también se va haciendo más chocante.

Primero -explica Jesús- Él no es sólo un profeta que ha hecho un gran milagro similar al que hizo Moisés en el desierto. Él es superior a Moisés [2], porque Él mismo es el centro del plan de Dios, la fuente de vida que el Padre ha enviado del cielo para todas las personas, para que cualquiera que crea en Él tenga vida (Juan 6:28-35; cf. Juan 3:16; 1 Timoteo 4:10). Es más, el Señor afirma tener la autoridad y el poder suficientes como para manifestar esta vida al final de los tiempos, resucitando Él mismo a los creyentes verdaderos (Juan 6:39-40). Esto ya fue un remezón para muchos: un hombre que a simple vista se veía como todos los demás, y cuya familia era conocida por varios de la audiencia, estaba declarando increíblemente ser el Pan del cielo y el Dador de la vida (Juan 6:41-42).

Pero eso sólo era el comienzo. Jesús pasa a explicar que esta vida provista por Dios sólo puede ser obtenida comiendo este “pan”, el cual Jesús describe como Su carne (Juan 6:51). Este lenguaje chocante de “comer la carne” de Jesús encendió muchas alarmas (Juan 6:52), pero el Señor, lejos de aclarar la enseñanza, la hace más fuerte y más gráfica aún: para tener vida eterna no sólo basta comer Su carne ¡también es necesario beber Su sangre (Juan 6:53)! Sólo podemos imaginarnos las sensaciones de desagrado de la audiencia al pensar en estas acciones.

No es sorpresa, por lo tanto, que al final de estas palabras encontremos a gran parte del público de Jesús impactado, desconcertado y molesto. Podemos entender el nivel de este escándalo de Jesús al ver que incluso Sus mismos discípulos -gente que lo seguía desde antes- se encuentran en este estado. Como podemos deducir del contexto (“esto os ofende”, v. 61), cuando ellos dicen que las palabras del Señor son “duras” (v. 60), no están refiriéndose a que sean dificiles de entender: están expresando que este discurso ha sido fuerte, violento y demandante [3], a tal punto, que va a marcar el término de la relación entre ellos y el Señor (Juan 6:66).


La naturaleza de la fe en Jesús


Ahora bien, esta reacción de los discípulos nos da una ventana al significado detrás del lenguaje chocante de Jesús. Aunque podemos entender que este sermón haya alejado a muchos curiosos y haya apagado el entusiasmo de muchos simpatizantes, a este segundo grupo se le llama “discípulos”, lo que implica que tenía por lo menos alguna experiencia escuchando a Jesús, y con toda probabilidad, ya había experimentado antes Su forma de enseñar verdades profundas. ¿Por qué se fueron ellos? Eventualmente, no fueron alejados sólo por lo chocante de las palabras: también se dieron cuenta, en parte, de la naturaleza de lo que Jesús estaba pidiendo.

¿Qué quería decir Jesús con todo esto de “comer Su carne” y “beber Su sangre”? La respuesta es que estas acciones son metáforas e lustraciones del tema central que Jesús ha estado mencionando constantemente a lo largo del discurso: el creer en Él (Juan 6:29, 35-36, 40, 47, 64), que también se describe con la expresión paralela “venir” a Él (Juan 6:35, 37, 44-45). Él estaba describiendo la clase de la fe que es el requisito para obtener la vida eterna. El verdadero creyente, el verdadero discípulo, es aquel que acepta todas y cada una de las declaraciones del Señor, y más aún, es alguien que se “alimenta” de Él. Tal como una persona toma un alimento, y lo ingiere para integrarlo a su organismo y convertirlo en nutrición, el seguidor de Jesús es alguien que se apropia de Él, en toda la revelación de quién es Él, y lo hace vida en sí mismo, de manera que el Señor pasa a formar parte de él (“permanece” en él) y se convierte en su fuente de nutrición y vida (Juan 6:53-57). Más aún, el contexto bíblico de estas declaraciones sobre carne y sangre apuntan al concepto del sacrificio de Jesús [4]: creer en el Señor implica aceptar que obtener vida verdadera sólo es posible porque Él ha entregado Su vida y derramado Su sangre como sacrificio por el mundo. ¿Podemos ver un poco más claro el impacto de estas palabras? Para un judío, creer que un hombre haya descendido del Cielo y sea el Dador de la vida ya es altamente ofensivo, pero que además este hombre demande fe ilimitada en Su persona, que aún siendo el Enviado de Dios tenga que morir, y que por medio de este sacrificio ponga al descubierto la impotencia humana para acercarse a Dios por medio de la ley… todo eso es un escándalo.

Pero esa es, precisamente, la clase de fe en la que Jesús está interesado. Y está tan interesado en ella que no está dispuesto a perseguir a los discípulos que se van [5] ni ceder en cuanto a Sus demandas (Juan 6:66-67). En términos prácticos, Jesús nos está mostrando el verdadero costo de ser discípulo, de ser cristiano. No basta con una simpatía, ni con un “seguir de cerca”; si bien nuestra salvación es completamente gratuita por medio de la fe (Efesios 2:8), esa fe -nos dice el Señor- demanda aceptar de todo corazón cada una de Sus enseñanzas, incluyendo el primer lugar que Él quiere en nuestra vida; y -dado que Él quiere permanecer en nosotros, y que nosotros permanezcamos en Él (Juan 6:56)- demanda una plena disposición para identificarnos con Él, haciendo de nuestra vida el reflejo de la Suya [6]. La fe cristiana reclama lealtad ilimitada de parte de las personas y el Señor nunca hizo esfuerzo alguno por ocultarlo; más bien lo puso de manifiesto claramente: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mateo 16:24). La fe verdadera, como lo vemos en este pasaje, demanda confianza cuando es difícil comprender al Señor, y demanda fidelidad cuando obedecerlo es incómodo.


Dos respuestas


Hoy en día, como cristianos, no tenemos a Jesús en forma presencial confrontándonos directamente con Sus enseñanzas. Sin embargo, nuestra vida cotidiana proveerá una multitud de oportunidades en las que nos encontraremos confrontados con la Palabra del Señor, y en las que Él evaluará nuestra respuesta, porque -a fin de cuentas- la naturaleza de la fe que Él espera no ha cambiado en lo más mínimo. Si bien hay momentos en que ser consecuentes con nuestra fe nos va a atraer felicitaciones y aprobación, existirán otras instancias en que atreverse a seguir a Jesús será un escándalo.

¿Qué vamos a hacer en esos casos, cuando las enseñanzas de Jesús sean difíciles de comprender o asimilar? ¿Qué vamos a hacer cuando demanden demasiado de nosotros?

¿Qué hacemos cuando seguir a Jesús implica creer eso que puede aislarnos o volvernos blanco del ridículo?

¿Qué hacemos cuando creer en Jesús significa proclamar ese mensaje que es contrario a todos los mensajes de la sociedad actual?

¿Qué hacemos cuando la obediencia es inconveniente, incómoda, o nos pide esos recursos que tanto atesoramos?

¿Qué hacemos cuando el Señor nos desafía a creer lo que parece ir contra todo pronóstico?

¿Qué hacemos cuando ser creyentes significa ir en contra de la corriente, y dejar de hacer eso que todos los demás hacen?

Frente a estas encrucijadas, podemos responder de dos maneras. Por un lado, podemos ser como este primer grupo de discípulos que se quejó con el Señor, y al vernos enfrentarnos con el escándalo de Sus enseñanzas y demandas, podemos decidir que no las vamos a soportar, podemos alejarnos del camino de la fe y empezar a buscar otros lugares más cómodos donde ir. De todas maneras, el mundo siempre tendrá “sucedáneos” del Pan de vida -placeres, experiencias, honores, etc.- que nos van a ofrecer vida en abundancia a un costo mucho menor que el Jesús pide, y con muchas menos ofensas.

Por otra parte, no obstante, hay otra respuesta, la respuesta sincera y sentida de los Doce proclamada por Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Juan 6:68). Esta es la respuesta de los que están dispuestos a seguir adelante a pesar de que la fe no sea fácil, a pesar de que algunas veces ser cristiano es un escándalo, porque saben que este camino, con todo lo que implica, es el único que lleva a la vida eterna. Otros caminos son más fáciles y aparentemente más placenteros, pero están vacíos de la vida que sólo Jesús puede darle al ser humano.

Creo que Pedro y sus compañeros bien podrían haber hecho suya esta canción de nuestros tiempos:

Si decidiera negar mi fe
Y no confiar nunca más en Él
No tengo a dónde ir
No tengo a dónde ir

Si despreciara en mi corazón
La santa gracia que me salvó
No tengo a dónde ir
No tengo a dónde ir

Convencido estoy que sin Tu amor
Se acabarían mis fuerzas
Y sin Ti mi corazón sediento
Se muere, se seca

Cerca de Ti, yo quiero estar
De Tu presencia no me quiero alejar
[7]


Conocer y creer


Entonces, ¿qué podemos hacer nosotros para responder correctamente cuando nos toque enfrentar el escándalo de Jesús? ¿Qué podemos hacer para no caer cuando el camino de la fe se ponga cuesta arriba? Creo que la respuesta está en esta misma confesión que han hecho los Doce.

“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:68–69). Lo qué sostuvo a los discípulos, y lo que nos va a sostener a nosotros en la prueba de nuestra fe, es una relación viva con el Señor. Ellos se quedaron junto al Señor a pesar del escándalo porque lo conocían, porque habían experimentado la vida junto a Él, porque habían visto lo que Él podía hacer, porque lo amaban, y habían comprobado que fuera de Él no hay vida. Se quedaron junto a Él porque habían tomado la decisión de confiar en Él, de depender de Él y entregarle sus vidas.

¿Quieres mantenerte firme cuando la vida cristiana sea difícil? Establece una relación viva, real, personal con el Señor. Reconócelo como el Pan de Vida y aliméntate de Él. Dedícate a conocerlo y toma la decisión de confiarle todo lo que eres. Esta es la clase de fe que Él esta buscando, y a la cual nos está llamando a todos en este día.





Notas

[1] Jesús introduce, por ejemplo, a Nicodemo en el tema de la fe por medio de la figura de un “nuevo nacimiento”, y hace algo similar con la samaritana, hablándole del “agua viva” para introducirla al tema de la vida espiritual. En ambos casos, como en esta ocasión de Juan 6, el punto de partida es un aspecto de la vida natural que toma características espirituales (“nuevo” nacimiento, agua “viva”, pan “del cielo”).

[2] Y por implicación, superior a la ley, ya que provee vida de una naturaleza más elevada que ésta. Si la ley pudiera dar vida verdadera, no sería necesario que Dios enviara este “pan del cielo” para dar vida al mundo (cf. Gálatas 2:21). Podemos ver esto simbolizado en la comparación con el milagro del maná: A diferencia de lo que Moisés pudo hacer, Jesús da una vida permanente (Juan 6:49-50) y que además se alcanza sin la necesidad de “hacer obras” (Juan 6:28), sino sólo por medio de la fe (Juan 6:29; cf. Romanos 4:5)

[3] La palabra original no significa ‘duro’ en el sentido de ‘difícil de entender’, sino ‘inaceptable, rudo, ofensivo’ (C.K. Barrett, Gospel according to St John: An Introduction with Commentary and Notes on the Greek Text, Second Edition [Londres: SPCK, 1978], p. 302).

[4] El hecho de que la palabra “por” (gr. hyper) en la expresión “dar por la vida del mundo” tenga connotaciones sacrificiales en Juan (cf. Barrett, p. 298; también Gary Burge, «Gospel of John», en Hebrews–Revelation, ed. Craig Evans y Craig Bubeck, The Bible Knowledge Background Commentary [Colorado Springs, CO; Paris, ON; Eastbourne: David C Cook, 2005], p. 76) y que la sangre apunte a una muerte violenta (Barrett, p. 283) se suma al contexto cronológico de esta escena, en las cercanías de la Pascua (Juan 6:4), que trae más fácilmente a la memoria el sacrificio del cordero pascual.

[5] El caso del joven rico (Mateo 19:16–30) es otro ejemplo de esta actitud de Jesús de no bajar Su estándar de fidelidad para ganar nuevos seguidores.

[6] De la misma manera, Jesús enseñará más adelante a un nuevo grupo de oyentes que si ellos permanecen en Su palabra serían verdaderamente Sus discípulos (Juan 8:31). “Permanecer” en las palabras del Señor habla de tomar la decisión, y reafirmarla constantemente, de confiar en estas palabras y ponerlas en práctica. De esta manera, permanecer en las palabras del Señor moldea la vida del discípulo a imagen de Su Maestro.

[7] Jesús Adrián Romero, “Cerca de Ti”, en el disco del mismo nombre (Vastago Producciones, 1998).


A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60), y todas las citas desde fuentes en inglés han sido traducidas por el autor del blog
Imagen: "Jesus Discourses with His Disciples", por James Tissot
Todos los enlaces fueron accesados correctamente al día de la publicación de este post


¡Comparte este post!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario