6 de julio de 2023

El Testimonio de la Fe de David


[Este post es parte de la serie El Testimonio de los Héroes de la Fe, que puedes encontrar completa aquí]


Siguiendo con nuestro recorrido por los héroes de la fe de Hebreos 11, y luego de haber pasado por nombres menos conocidos como Barac o Jefté, el autor de este libro llega a uno de los favoritos de todos: David. Como rey, guerrero y salmista, David nos entrega mucho material para reflexionar, pero -dado que estamos hablando de fe- probablemente el autor de Hebreos está enfocando en uno de los episodios más clásicos de su vida, y que mejor ilustra esta virtud: David y Goliat (1 Samuel 17). El hecho de que esta sea una historia conocida es en realidad una ventaja, pues nos permitirá adentrarnos en algunos de sus ricos detalles, y detenernos un poco más en sus profundas leccciones.


El desafío de Goliat


La historia comienza con uno de los enemigos clásicos de Israel, los filisteos, realizando una incursión en el territorio de la tribu de Judá. Sansón, como vimos en una entrada anterior, ya había comenzado a salvar a Israel de ellos (Jueces 13:5), pero siguieron siendo un dolor de cabeza por varias décadas para el pueblo de Dios. Aunque Saúl, el primer rey de Israel, ya los había derrotado en ocasiones anteriores (1 Samuel 14:47), en este episodio los vemos insistiendo en hacer guerra una vez más.

Saúl reunió su ejército, y se colocó en orden de batalla contra ellos. Ambas fuerzas tomaron posiciones ventajosas en altura, los filisteos en los montes de un lado, e Israel en los montes del otro lado, con el valle de Ela en medio (1 Samuel 17:1-3), pero ninguno de los dos bandos estaba dispuesto a renunciar a su ubicación estratégica para tomar la iniciativa de la batalla. Es en esta situación que aparece Goliat: 3 metros de altura, armado de pies a cabeza, cota de malla de 55 kilos y una lanza cuya punta de hierro pesaba 6 kilos más (1 Samuel 17:4-7, Reina Valera Contemporánea). La evaluación de Saúl es que Goliat ha sido un guerrero desde su juventud (1 Samuel 17:33), y aunque no sabemos de dónde pudo haber obtenido esta informacion, parece una suposición acertada, pues sería un desperdicio no haber entrenado a alguien con semejantes condiciones naturales para el combate.

Este campeón de los filisteos se adelanta al valle y lanza un desafío al ejército de Israel, buscando que eligieran a un hombre que pelee mano a mano con él para decidir el destino de la batalla (1 Samuel 17:8-10). Ahora, esta clase de combate de campeones no era una innovación de los filisteos; también estaba presente en otras culturas antiguas. La idea detrás de esta práctica era que el dios o los dioses más poderosos le darían la victoria a quien ellos escogieran, de modo de ganar una victoria sin mayor pérdida de vida [1]. Al principio, Goliat simplemente descendió al valle, pero después de 40 días, y quizás motivado por la impotencia de los israelitas, se atrevió a acercarse al ejército de Saúl, que respondía huyendo en terror (1 Samuel 17:24-25).


La decisión de David


Goliat, sin embargo, no contaba con que un joven David llegaría al campo de batalla, originalmente con la intención de entregar alimentos a sus hermanos (1 Samuel 17:12-18). Él escuchó el desafío, pero tomó una actitud completamente diferente a la del resto de los soldados de Israel. Siendo un hombre de fe, David interpretó estas palabras como una ofensa, no política o militar, sino religiosa (1 Samuel 17:26). Era humillante que “los escuadrones del Dios viviente” tuvieran que escuchar en silencio los insultos de Goliat, porque esto daba a entender -por defecto- que Jehová no era un Dios que pudiera salvar o darle la victoria a Su pueblo. La idea era tan inconcebible para David, que se dispuso a aceptar el reto del gigante, no tanto por la recompensa que ofrecía el rey, sino para limpiar el honor del Dios que adoraba. Frente a la grandeza de la causa del Señor, ni el tamaño ni la fuerza de Goliat importaban: él no era más que un “filisteo incircunciso” (v. 26).

Es en esta actitud que nuestro protagonista se hizo conocido y fue llevado ante el rey. Podemos comprender que Saúl fuera escéptico desde un punto de vista natural, al ver que David era un muchacho y probablemente no tenía la contextura ni la experiencia de un soldado profesional (1 Samuel 17:33). Pero este joven tenía algo mejor que eso: la ayuda comprobada de Dios en el pasado. En su rol de pastor se había visto enfrentado a leones y osos, a los cuales venció con la ayuda divina; esta vez el enemigo era diferente, pero la clave de la victoria sería la misma (1 Samuel 17:34-37). Saúl sólo entendió parcialmente este punto, y pensando que los méritos de David estaban centrados en su agilidad y su fuerza, lo intentó vestir con su armadura (1 Samuel 17:38-39). No obstante, nuestro protagonista la dejó de lado y fue al frente de batalla; así como las armas de guerra no fueron necesarias contra el león y el oso, tampoco lo serían contra Goliat. El favor de Dios y sus herramientas de pastor eran todo lo que hacía falta.


La victoria de Dios


Cuando el campeón filisteo vió a su oponente, se sintió insultado (1 Samuel 17:41-43). Obviamente, el hecho de que enviaran a un muchacho desarmado a luchar contra él en lugar de enfrentarlo con un fuerte y experimentado guerrero, era sinónimo de menosprecio y de burla. Como era tradicional en esta clase de duelos antiguos, antes del combate ambos oponentes daban un discurso, o recitaban algunos versos, llenos de desafíos e insultos [2]. Goliat utilizó el nombre de sus dioses para maldecir a David, pero éste no respondió en el mismo tono, sino que declaró la gloria de Dios, no sólo su Dios “local”, como los dioses filisteos, sino el Dios que sería conocido en todo lugar por esta victoria (1 Samuel 17:46b).

El resto de la historia es conocida por nosotros, y por el autor de Hebreos. David venció a Goliat, e hizo huir a los filisteos de vuelta a sus ciudades. Así, este joven destinado a ser rey “por la fe puso en fuga ejércitos extranjeros” (Hebreos 11:34) y protagonizó una de las muchas hazañas que lo inscribieron en la lista de los héroes de la fe.


Lecciones prácticas


Aún en este único capítulo, hay varias cosas que podemos tomar y aprender del ejemplo de David para nuestro propio caminar.

La fuente de la fe

Si al mirar la historia de David y la de otros personajes en Hebreos 11 nos hemos preguntado a nosotros mismos cómo llegar a tener la fe que ellos tuvieron en Dios en momentos críticos, este relato nos ofrece una respuesta: la fe en Dios proviene de haber cultivado una relación con Dios. La Biblia no nos da luz acerca de los años de pastor de David, pero Dios mismo nos da testimonio de que Él tenía una relación con este muchacho desde hace tiempo, al elegirlo como rey en base a su corazón (1 Samuel 16:7, 11-12). David tenía una historia con Dios, y eso alimentaba su fe; nosotros podemos imitar su ejemplo si queremos crecer en esta virtud cristiana.

El enfoque de la fe

Otra característica que podemos tomar de David es la forma en que se expresaba su fe, centrándose en Dios en medio de los acontecimientos de la vida. En este capítulo (y tal como lo vimos en Jefté en la entrada pasada de la serie), es David quien menciona por primera vez a Dios, y es él quien lo mantiene constantemente en el protagonismo de la historia. Parece ser que las personas de fe como él no pudieran evitar involucrar a Dios en sus asuntos, en su diario vivir. Dios permeaba todos los ámbitos de su vida, aun los aparentemente seculares como la guerra, y esto es algo que podemos integrar a nuestro propio caminar. Tomemos la decisión deliberada de poner a Dios en cada área de nuestra vida, honrándolo y confiando en Él. Esto es una medida que sin duda nos traerá beneficios y bendiciones, como establece Proverbios: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5-6).

La memoria de la fe

Una tercera lección es la capacidad de David de enlazar las liberaciones del pasado con los desafíos del presente. David pudo hacer frente al gigante porque confiaba en el carácter fiel de Dios a lo largo del tiempo. Nosotros haríamos bien en seguir este ejemplo en medio de nuestras pruebas: en lugar de desesperarnos, miremos todas las muestras de fidelidad que Dios nos ha dado antes, y esto nos dará aliento para las luchas actuales. El joven pastor estaba convencido que el Dios que lo había librado del oso y del león lo libraría también de las manos de Goliat; confiemos también nosotros en que el Dios que nos ha permitido estar de pie hasta hoy nos seguirá sosteniendo mañana.




Referencias

[1] David F. Payne, "1 and 2 Samuel" en New Bible Commentary: 21st Century Edition, eds. D. A. Carson, R. T. France, J. A. Motyer, y G. J. Wenham, 4th ed. (Leicester, England; Downers Grove, IL: Inter-Varsity Press, 1994), p. 313.

[2] New Bible Commentary, pp. 313-314; ver también Robert Jamieson, A. R. Fausset y David Brown, Commentary Critical and Explanatory on the Whole Bible, vol. 1 (Oak Harbor: Logos Research Systems, Inc., 1997), 1 Samuel 17:42.



A menos de que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas son tomadas de la versión Reina Valera 1960 (RVR60), y todas las citas desde fuentes en inglés han sido traducidas por el autor del blog
Imagen: "David and Goliath", por Osmar Schindler
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