Quizás muchos de ustedes, mis lectores, nunca habían pensado en que estos dos temas, los Derechos Humanos -derechos que corresponden a cada persona por el simple hecho de serlo- y Dios -el Dios del Cristianismo- podían tener algún tipo de relación. Si su postura es del tipo ateo/agnóstico, su respuesta a la pregunta que planteo en el título probablemente sea algo como "por supuesto que sí, cualquier sociedad civilizada reconoce los derechos humanos (de aquí en adelante DDHH) de las personas sin necesidad de incluir alguna referencia a la religión". Si son creyentes, puede que no hayan pensado nunca en el tema, o eventualmente, tienen alguna idea de hacia dónde va este post. Frente a temas de desigualdades, discriminación, injusticias u opresión (como en el complejo caso del aborto en tres causales, que consideré en el post pasado) tanto creyentes como no creyentes rápidamente invocamos los DDHH, pero ¿es posible que ellos existan en un mundo sin Dios? Mi respuesta es "sí"... y también "no". Todo dependerá de la definición que estemos utilizando.
Una Frágil Ilusión
Si creemos que un derecho humano es simplemente un beneficio básico que la sociedad entrega a cada persona, entonces sí, no hay problema en decir que los DDHH son independientes de la existencia de Dios. Esta parece ser la forma en que la gente ve sus derechos cada día, y como sucede usualmente, ellos caen dentro de la categoría de cosas que "usamos" sin hacernos muchas preguntas al respecto.
Pero lamentablemente esta forma de ver los DDHH tiene algunas debilidades. En particular, una de las más serias tiene que ver con este "regalo" que la sociedad hace a las personas.
¿De dónde surgen los derechos de una persona en este punto de vista? Claramente, de un consenso (un acuerdo). Representantes y líderes se reúnen, están de acuerdo en que el ser humano es importante, y deciden otorgarle una serie de beneficios básicos. Pero, ¿qué pasa si alguien no está de acuerdo en entregar esos derechos? En este caso, sucede lo que la historia registra una y otra vez: esta persona, si logra convertirse en el líder de un régimen, dictadura o gobierno, no tendrá ningún impedimento de hacer lo que desee con las personas (a menos de que sea detenida por la fuerza de las armas). ¿Por qué? Porque lo que se entrega por acuerdo, también puede ser quitado por acuerdo. Si la sociedad es quien otorga los DDHH, basta con que la sociedad cambie de opinión para que esos derechos desaparezcan. Si uno de estos gobiernos lograra convertirse en un gobierno mundial, y no quisiera reconocer los DDHH de un grupo de personas, entonces no habría esperanza para ellas, pues la opinión de la mayoría es la última palabra en este mundo.
Pero la escena real es aún más triste: esta forma de ver los DDHH no sólo es frágil; en realidad es una ilusión. En este mundo que nos estamos imaginando, donde Dios no existe, ¿de dónde sacamos la idea, en primer lugar, de que los seres humanos tienen valor y dignidad? Para efectos prácticos, en esta perspectiva el hombre es un animal avanzado, pero un animal al fin y al cabo, uno de los millones y millones de organismos biológicos que nuestro planeta produce y destruye a través de su funcionamiento natural cada día. Los animales sólo son valiosos en la medida en que nosotros los consideramos especiales, pues el carbono, el hidrógeno y el resto de los elementos que los componen son incapaces de darles ese valor. El ser humano, por lo tanto, no sería la excepción: no hay nada en él que lo haga valioso. En última instancia nosotros, los animales y el resto de los "habitantes" de la Tierra, no somos otra cosa que el resultado de compuestos químicos que se mezclaron por una gigantesca casualidad cósmica. Desde este punto de vista, no somos más que "polvo de estrellas", y el polvo no tiene valor, ni mucho menos dignidad. Los derechos humanos no serían otra cosa que una útil y bonita ilusión.
Un Fundamento Verdadero
Cuando la Declaración Universal de los DDHH de la ONU nos dice, por lo tanto, que las personas tienen "derechos intrínsecos" (derechos propios de la naturaleza humana) y una "dignidad inalienable" (una dignidad que no se puede quitar), ellos sólo creando falsas esperanzas si en verdad Dios no existe, pues tal definición depende de un valor que las personas por naturaleza no tienen. Pero si el ser humano fue creado por Dios, entonces la historia es muy distinta.
El relato de la creación en Génesis nos entrega algunos datos particulares con respecto a la creación del ser humano que le dan un lugar especial. En primer lugar, y en contraste con el resto de la creación, sólo el hombre fue "formado" por Dios y recibió un soplo de aliento de vida de Su parte (Génesis 2:7). Segundo, solamente el hombre fue creado "a imagen y semejanza" de Dios mismo (Génesis 1:26-27). Tercero, de entre todas Sus criaturas, es el hombre con quien Dios establece la primera relación significativa, dándole una labor, mandamientos y bendiciones (Génesis 2:15-25). Cuarto, es al hombre a quien Dios da dominio de toda Su creación en la Tierra (Génesis 1:28-29). Finalmente, es con el hombre que Dios termina Su trabajo creativo (Génesis 1:27, 31; 2:1-3). Todas estas cosas separan al ser humano del resto de la creación, y nos muestran que Dios realmente lo ha creado como algo especial. Desde este punto de vista, entonces, no somos un "algo" producto de la casualidad cósmica, sino que cada uno es un "alguien" creado con intención, firmado con un sello divino y portador de un propósito. Ahora sí podemos comenzar a hablar de derechos.
Si tenemos un Creador, entonces Él es el verdadero fundamento del valor humano, al habernos dado la cualidad única de ser hechos a Su imagen, y el privilegio de ser los administradores de todo lo que nos rodea. Al habernos creado como nos creó, Dios le regaló al hombre la clase de dignidad de la que habla la declaración de la ONU. Y, ya que la fuente de nuestros derechos está por encima del hombre, eso los hace trascendentes: se aplican por igual a todas las sociedades y a todos los momentos históricos, y son independientes del pensamiento y las opiniones del hombre. Aunque todo el mundo estuviera de acuerdo en "deshumanizar" a algún grupo de personas, eso no afectaría en lo más mínimo sus derechos, pues el valor de cada individuo proviene de un acto divino, no de un acuerdo humano.
Entonces, ¿es posible tener DDHH sin Dios? En teoría sí, pero tales derechos no son más firmes que los privilegios que una tienda puede entregar a sus clientes. Sin Dios, el ser humano no es naturalmente valioso, así que esta clase de derechos debe nacer de la voluntad de las personas. Pero si las personas no tienen la voluntad de conceder estos derechos, ellos simplemente no existen. En contraste, si el Dios que describe la Biblia existe, cada uno de nosotros fue creado con una dignidad que nadie puede quitar, y que debe ser reconocida por todos a través de estos beneficios básicos. En última instancia, los verdaderos derechos humanos no tienen su origen en lo humano: ellos requieren un fundamento firme que sólo Dios puede entregar.
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