12 de mayo de 2015

Así Nos Llegó el Nuevo Testamento - Parte 3: Recibido Rápidamente (Comienzos del Siglo II)

(Este post es el tercero de la serie 'Así Nos Llegó el Nuevo Testamento'. Puedes encontrar la primera parte aquí, la segunda parte aquí, la cuarta parte aquí y la quinta parte aquí

En el post anterior de esta serie, dedicamos un tiempo a revisar el testimonio que los primeros cristianos nos ofrecen con respecto al estado de las Escrituras. De estos testimonios aprendimos que al terminar el primer siglo, la Iglesia ya había recibido (por lo menos) el Evangelio de Lucas, la primera carta a los Corintios, Romanos, Gálatas, Filipenses, Efesios y Hebreos, reconociendo en estos documentos la inspiración y autoridad de Dios.

En algunos casos, podemos darnos cuenta de este reconocimiento claramente, como en los casos en que algún creyente o líder de la Iglesia expresaba específicamente de que cierto libro era inspirado. Otras veces, sin embargo, esto es menos evidente, como en aquellos casos en que un creyente o líder de la Iglesia citaba cierto libro sabiendo que su público lo reconocía como Escritura. En base a evidencia de ambos tipos, concluimos que dentro de los primeros 65 años de su existencia, la Iglesia cristiana ya tenía un bosquejo de lo que sería el Nuevo Testamento.

Sin embargo, aún no tenemos mucha claridad en cuanto a cómo se integraron a nuestra Biblia el resto de los libros. Por eso, pasaremos al segundo siglo (100 - 199 d.C) para continuar nuestro seguimiento de la historia del canon, y en base a los escritos de los cristianos de esta época, poder descubrir un poco más acerca de los libros que ellos conocían y valoraban. ¿Seguimos el viaje?


Ignacio de Antioquía (cerca del 115 d.C)


Ignacio, así como Clemente de Roma (ver post anterior), fue uno de los primeros líderes de la Iglesia primitiva, y como otros cristianos destacados de esta época, tuvo contacto directo con los discípulos de Jesús. En este caso, él habría sido discipulado por el apóstol Juan. Ignacio llegó a ser uno de los primeros obispos de Antioquía en Siria, una ciudad importante en la historia del Cristianismo (Hechos 11:26).

Como líder de la Iglesia, Ignacio escribió cartas a distintas congregaciones para enseñar y animar a los creyentes cristianos de su tiempo. Lo interesante es que al igual que en el caso de Clemente, estos documentos incluyen citas e expresiones que resultan ser parte de los libros de nuestro actual Nuevo Testamento. Al examinar estas referencias en sus cartas, se puede llegar a la conclusión de que Ignacio estaba familiarizado y reconocía la autoridad e inspiración de los Evangelios de Mateo y Lucas, los Hechos de los Apóstoles, las cartas de Pablo a los Romanos, 1 de Corintios, Efesios, Colosenses y 1 de Tesalonicenses.


Policarpo de Esmirna (cerca del 125 d.C)


Policarpo fue otro líder de la Iglesia primitiva, y uno de los más destacados discípulos del apóstol Juan. Llegó a ser obispo de Esmirna (actual Turquía), otra congregación importante de los primeros siglos (Apocalipsis 1:11).

Policarpo, como Clemente e Ignacio, también escribió cartas a las iglesias de su tiempo, y en ellas -una vez más- encontramos información sobre los textos que se consideraban inspirados. Sólo en su carta de los Filipenses, Policarpo cita los siguientes libros: los Evangelios según Mateo, Marcos y Lucas; los Hechos de los Apóstoles, las cartas 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, la carta universal a los Hebreos, las cartas universales 1 de Pedro, y 1 y 3 de Juan.

De Policarpo también tenemos un testimonio específico sobre la inspiración de un libro del Nuevo Testamento. En su carta a los Filipenses, él escribe:


"Porque confío en que ustedes son bien versados de las Sagradas Escrituras, y que nada se esconde de ustedes; pero a mí este privilegio todavía no ha sido concedido. En estas Escrituras se declara: 'Airaos, y no pequen' y 'No se ponga el sol sobre su enojo'" [1]

A varios de ustedes les resultará familiar esta referencia, pues los pasajes a los que Policarpo llama aquí "Escritura" corresponden a la carta de Pablo a los Efesios (específicamente, Efesios 4:26). Aquí, entonces, tenemos otro reconocimiento directo de la inspiración de un libro del Nuevo Testamento.


Marción de Sínope (cerca del 140 d.C)


Marción es un personaje que rompe la línea de nuestro estudio, ya que él no es un líder de la Iglesia como los que hemos visto hasta ahora. Nacido en Sínope (Turquía) e hijo del obispo de esa ciudad, él llegó a ser famoso por su visión "distinta" de la fe cristiana. Marción intentó convencer a otros creyentes de que sus enseñanzas estaban en lo correcto, pero terminó siendo rechazado y separado de la Iglesia.

El problema de las ideas de Marción es que eran tremendamente anti cristianas. Él pensaba que en realidad existían dos "Dioses": uno supremo y bondadoso, que envió a Jesús, y otro inferior de ira y venganza, el Dios de Moisés y de los Diez Mandamientos, a quien adoraban los judíos.

¿Les suena conocido el concepto?

Exacto. Marción estaba "en la punta del iceberg" de la filosofía gnóstica de la que ya hemos hablado. Ahora, ¿qué tiene que ver esto con nuestro tema actual? La respuesta es que Marción, naturalmente, llegó a rechazar el Antiguo Testamento por completo (pues era la revelación del falso "Dios"), y estableció su propio canon, su propio conjunto de libros que él consideraba verdadera Escritura. Estos libros son: el Evangelio de Lucas, 1 y 2 Corintios, Romanos, 1 y 2 Tesalonicenses, Efesios, Colosenses, Filemón y Filipenses, todos ellos (curiosamente) con ediciones y correcciones. Marción también rechazó claramente los Evangelios de Juan y de Mateo, los Hechos de los Apóstoles, 1 y 2 Timoteo y la carta de Pablo a Tito.

Este "nuevo canon" es otra valiosa pieza de información para nuestro estudio, ya que confirma claramente la recepción de libros que ya habíamos visto, pero además nos indica que las cartas de Pablo a Filemón y Tito y el Evangelio de Juan también se consideraban inspirados. Recordemos: Marción pensaba que él era un cristiano, y estaba intentando convencer a cristianos de que esta era la doctrina cristiana correcta. Obviamente, entonces, se refirió a los libros cristianos que eran reconocidos y tenían autoridad, ya sea aprobándolos o rechazándolos.

Más allá de toda la polémica generada por el canon de Marción, esto tuvo un resultado positivo para la Iglesia de los primeros siglos, pues fue la señal de que los creyentes debían empezar a expresar claramente qué libros eran los que se consideraban Escritura.


Resumiendo, entonces, hemos llegado hasta mediados del segundo siglo con un poco más de claridad sobre los orígenes de nuestro Nuevo Testamento. Hasta el post anterior, en base a los testimonios de Pablo, Pedro y en especial Clemente, sabíamos de la aceptación de 7 de los 27 libros que hoy conocemos. Pero ahora, gracias a los escritos de Ignacio, Policarpo y Marción tenemos evidencia de la aceptación de 22 de los 27. En otras palabras, antes del año 150 d.C, la Iglesia ya tenía la mayor parte del actual Nuevo Testamento. Esto es tremendamente importante, porque este núcleo de libros ya contiene todas las principales enseñanzas acerca de Dios, Jesús, la salvación y la vida cristiana. En otras palabras, aunque sólo tuviéramos estos 22 libros en nuestras Biblias actuales, nuestra fe seguiría siendo básicamente la misma que la de los primeros creyentes.

En el próximo post estudiaremos la segunda mitad del segundo siglo para seguir observando cómo se ordenaron las piezas faltantes en esta historia del Nuevo Testamento.



Referencias

[1] Policarpo de Esmirna, Carta a los Filipenses 12:1



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